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Hace tanto tiempo que aquella mujer no sentía aquel inmenso dolor y es que, se había enamorado; Y si le preguntaran ¿Darías la vida por ese hombre? Ella sin vacilar te diría que sí: Porque todos alguna vez caímos en los brazos del amor, y si aún no has caído prepárate porque a veces duele caer por una persona.


Duele amar; Aunque seas correspondido.


Duele amar; Cuando te convences a ti mismo que vale la pena sufrir por una persona.


Duele amar; Cuando dejas toda tu confianza en aquella persona, pensando que nunca te dejará y que siempre te será fiel.


La bella castaña de ojos marrones seguía paralizada en el mismo lugar de antes, mientras observaba como su novio —prometido— Tenia relaciones con una mujer sacada de cualquier esquina. Había llegado a su casa hace dos minutos, con mucha tranquilidad, sus planes para hoy eran tomarse un café y estar todo el día en su cama esperando que su amado hombre llegará de su trabajo. Pero no, en vez de eso; ella se llevó una gran sorpresa.


Sabía que debía hacerle caso a su instinto; a sus sospechas.


Mordió su labio inferior tratando de contener todos sus gritos desgarradores, y sin más salió corriendo. De la sala agarró un buen poco de dinero que se encontraba en la caja fuerte, detrás de una pintura de Picasso y salió. Hoy mismo se dirigía a Londres.


—Conmigo nadie juega — se dijo a sí misma. Ella cerró sigilosamente la puerta, y dejo al hombre que amaba atrás.


Y al día siguiente se sentía peor. Con firmeza la rubia bajo del taxi hecha pedazos. Con un leve mareo se paró frente al gran edificio de treinta pisos.


—Sí, aquí es — murmuró —, centros London.


Abrió la puerta de cristal; echó un vistazo a su alrededor y fijo su mirada en la secretaria que se encontraba metida en su trabajo. La rubia haciéndose notar camino con pasos firmes hacia su escritorio. La joven secretaria la miro con extrañes.


—Tengo una cita con Erick Brian Colón.


La secretaria mantenía su expresión neutra y su ceño levemente fruncido, notando que la castaña tenía toda su capa de maquillaje corrido —. Uh, sí — tecleo rápidamente, y luego susurro sólo para ellas dos —, él se encuentra en el piso treinta, última puerta a la derecha.


Sin más la mujer tomo el ascensor y siguió las indicaciones antes dadas. Con sus manos temblorosas por lo sucedido hace solamente un día, tocó repetidas veces la puerta. Segundos después de escuchar una vaga respuesta entró.


Sólo a unos pocos pies de distancia estaba su salvación: Un chico moreno de ojos verdes; Erick Brian Colón, a sus cortos veinte años era fundador y dueño de una empresa. Los servicios que brindaba eran algo íntimos, donde las autoridades de Inglaterra estaban totalmente ajenas al hecho de que en lo más alto de Centros London, donde cobras cheques se camuflaba una pequeña gran empresa:

karma || JoerickWhere stories live. Discover now