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Sus ojos se abrieron pesadamente mientras intentaba moverse sin éxito; pudo ver el color blanco por todas partes, esperaba que todo lo que pasó haya sido un mal sueño, pero cuando vio a sus amigos mirándolo con preocupación sabía que vivía la cruel realidad.

Se acomodó un poco en intentó hablar. Christopher le dio un vaso con agua para refrescar su garganta seca.

—¿Cuánto llevo aquí?

—Llegaste ayer por la noche —respondió Christopher.

—¿Cómo?...

—No nos íbamos a quedar de brazos cruzados —interrumpió Christopher —. Un rato después de que te fuiste te alcanzamos.

—Gracias Chris.

—Gracias Chris —repitió Zabdiel con ironía —. Yo fui quien lo sacó de la cama y llamó a la policía.

Erick le dio una pequeña sonrisa, se quedó un rato en silencio cuestionándose si debía preguntar lo primero que se le vino a la mente una vez que despertó.

—¿Él está bien?

Ambos chicos lo miraron con lastima, Zabdiel se acercó un poco más y con un suspiro respondió:

—Sí, se encuentra bien. Recibió dos disparos, uno en la pierna y otro al costado del estómago. Cayó en estado de coma, lo perdieron dos veces, pero él está bien.

—Sí, está muy bien —dijo Christopher con ironía, imposiblemente trato de aligerar el ambiente —. Debes sentirte afortunado, a ti la bala te rozó el brazo. Tendrás que llevar yeso por unas semanas —explicó justamente lo que el doctor había dicho —. En unas horas te darán de alta.

—¿Qué paso con Melissa?

—Ahora mismo está en la cárcel, mañana la trasladan a una institución mental —respondió Zabdiel.

—¿Puedo ver a Joel?

—Es mejor que no, Erick —negó Christopher.

Asintió.

Al cabo de media hora, Erick se encontraba poniéndose la ropa que sus amigos le trajeron en un bolso, con ayuda de Zabdiel. Al entregar la habitación, el doctor le dio unas pastillas que tendría que tomar hasta el día que volviera a sacarse el yeso de su brazo izquierdo.

—Ustedes adelántense, olvide decirle algo al doctor —dijo Erick antes de salir del hospital. Christopher y Zabdiel asintieron y se dirigieron al auto.

Erick los observó hasta que estuvieron fuera de su vista. Se dio la vuelta y empezó a buscar al doctor, para su buena suerte aún seguía en la habitación.

—¿Sabe dónde está Joel Pimentel?

—¿El joven que llego contigo? Habitación veinte, pero él por el momento no recibe visitas.

Asintió con la cabeza, esperó que el doctor se fuera. Después de pasar varios pasillos dio con el cuarto y sin esperar entró preparándose para cualquier cosa que enfrentaría.

El cuerpo de Joel descansaba sobre la camilla, tenía los ojos cerrados, pero Erick sabía que estaba despierto. Su piel seguía pálida, uno que otro rasguño cubría sus mejillas y frente, uno de sus brazos estaba conectado a un electrocardiógrafo indicando su pulso calmado.

Erick se acercó en silencio y con su mano derecha tocó su brazo. Los ojos del otro se abrieron y algo extraño brillo en ellos al ver al joven.

—Joel...

—Vete, Erick —con dificultad hablo y como pudo quito el agarre de éste.

—Necesito que me escuches.

—¡No! —los latidos de su corazón se aceleraron —. Vete.

—Joel, Joel escúchame. Te quiero, a pesar de todo lo que te hice... Lo siento. Yo...

—No lo creo, ¿Sabes? No puedo creer que esos ojos que alguna vez ame tanto, ahora, solo veo maldad en ellos.

—No, Joel —suplicó, intentó tomar su mano, pero Joel bruscamente se soltó.

—Todo fue una mentira. Tú eres una mentira.

—Te amo, Joel —susurró. Fue tan débil, como si su caja de voz fue arrojada a las profundidades del océano y se perdió en el pasado como los piratas.

—Yo sólo fui tu presa. Fuiste mi Karma, ¿Y sabes qué? Aprendí mi lección, pero a ti, a ti no te quiero volver a ver nunca más.

Y cada palabra de Joel eran como mil cuchillos clavados en el corazón de Erick.

—Joel escúchame. Yo te amo, yo...

—Sal de aquí, Erick. Vete si no quieres que llame a una enfermera.

Un nudo se instala en su garganta. Erick se congelo en el acto, su corazón latía ferozmente, mientras sollozos amenazaban con escapar. No puede moverse. No puede apartar sus ojos de Joel. No puede evitar sentir que debe quedarse, sin embargo, se dio la vuelta dispuesto a irse.

La puerta se cerró al mismo tiempo que Joel dejó escapar todas sus lágrimas, gritos de dolor y desesperación por levantarse de esa cama e ir tras de Erick, decirle lo mucho que lo quería.

Pero era tan complicado y él tan masoquista.

Miró la ventana a su lado, a través de ésta observó el cielo nublado.

Y es que nadie se daba cuenta, nadie podía notar y entender que: El día necesitaba al sol para funcionar. La noche necesitaba la luna para darle la bienvenida al ocaso. Así como Joel necesitaba a Erick para que su vida tuviera sentido, una luz de esperanza. Para que finalmente se sintiera vivo y poder completar el Yin Yang y juntos darle honor al nombre.

Todo lo malo tiene algo bueno y todo lo bueno tiene algo malo. Ellos eran el perfecto ejemplo.

—Te amo —Joel susurró, el dolor era insoportable mezclado con el de su cuerpo —, ¡Mierda lo amo! —y más lágrimas gruesas cubrían la mayor parte de sus mejillas.

Erick junto la puerta con suavidad y se apoyó en la pared. Cerró sus ojos, mientras en su pecho se formaba un dolor indescriptible. Quería llorar.

Con dificultad subió la manga de su suéter y con rabia apretó su puño. Esa inicial quedaría grabada en su piel por siempre.

—No puedo seguir —murmuró, lágrimas nuevas empezaron a salir sin piedad de sus ojos —. Quiero morir.

Se echó a caminar por los corredores, entrando en áreas restringidas. Su mirada estaba pérdida en el suelo como sus oídos sordos ignorando todas las llamadas de los paramédicos que gritaban una y otra vez que tenía que salir.

—No puede estar aquí.

—Joven salga.

—¿Se encuentra bien?

Cayó de rodillas al suelo. Entró en un estado de pánico y ansiedad llamando la atención de las personas que pasaban. Pero, Erick no las veía, lo único que podía divisar era la luz blanca del techo y presiones fuertes en su brazo.

Fue llevado a una habitación vacía y con ayuda de una enfermera se sentó en una camilla.

—Vamos a darte un calmante —anunció antes de cerrar la cortina y salir.

Erick miró la pared.

Todo se termino.

Termino su relación.

Termino con la vida de Joel.

Su pecho estaba muy apretado, lágrimas caían ahora sinfín. Se puso de pie listo para irse.

No tenía nada más que hacer en Nueva York. 



karma || JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora