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Pasaron dos días, nadie dijo nada sobre lo sucedido. Joel y Erick solo se preocuparon del fin del caso, ayer fue el último día que vieron a Melanie. Martín -testigo en el asesinato- recibió veinte años y un día.

En cuanto a ellos no había cambiado nada, absolutamente nada. Iban a comer juntos y por las tardes Joel dejaba al menor en su hotel y luego iba a su departamento vacío.

Joel pensaba, pensaba y pensaba; en las noches se sentaba en el borde de la cama y su mente viaja sin querer hacia cierto chico recién llegado a su vida y se preguntaba: ¿Debía ir donde Erick y preguntarle si estaba sintiendo lo mismo que él? Pero luego se arrepentía, se vería muy raro ir a medianoche y golpear su puerta simplemente para hablar de sus sentimientos. 

Quizá a Erick no le importaría.



Erick no podía explicar lo que sentía en ese momento. Todo era tan confuso, la sensación y Joel era imposible de describir. No podía explicarlo, no importa cuánto lo intente. No había palabras correctas para él.

—¿Quieres salir ahora? —preguntó Erick viendo que ya estaban cerca de su hotel.

—¿A dónde?

—No lo sé, podemos ir a tomar algo. 

—¿Te paso a buscar en media hora?

—Pero, podemos ir ahora.

—Tengo unas cosas que hacer antes.

—Bien.

Al momento de bajarse se despidió con un ademán asegurando que lo esperaría en ese mismo lugar en media hora.




—¿Alguien vio mi zapato izquierdo? ¿Dónde está mi bufanda azul?

Veinte minutos después que Joel lo dejó en su hotel, Erick no perdió tiempo y fue a cambiarse. No era la gran cosa, le pidió prestado unos jeans a Christopher que combino con una camiseta.

—Erick así estás bien —comentó Zabdiel—, ¿Qué más quieres?

—Mi zapato izquierdo —repitió—. Voy a salir con Joel —explicó y miró a Zabdiel—. No sé a dónde así que busquen un lugar —con eso entró nuevamente a su cuarto.

Un momento más y ya se encontraba viéndose al espejo.

—¿Lo quieres? —preguntó Christopher apoyándose casualmente contra la pared.

En el momento que esas palabras llegaron a sus oídos fue como si su respiración quedó atascada en su garganta. Erick no quito sus ojos de su reflejo y firmemente contestó:

—No.

—¡Sí lo quieres! —Christopher rio.

—No, no lo quiero.

—¿Y te gusta? —Zabdiel alzó las cejas.

—¡No! Ya se los dije, solo cumplo con mi trabajo que es romperle el corazón, así que no piensen cosas que no son. Porque él y yo ¡Nunca! ¿Escucharon?

Christopher rodó los ojos y le entregó un papel.

—Bien ustedes van a aquí.

Erick tomó el papel y sonrió al leerlo.

—Perfecto.

Se despidió y bajo a la entrada. Joel lo esperaba en el lugar acordado.

karma || JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora