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Joel debía admitir que quedó un poco confundido ante la invitación de Erick a un lugar que ni siquiera él conocía; hasta el momento su única idea era que probablemente Erick preparo una cena para ambos como en las películas románticas que veía solo tantas veces que no le gustaría admitir.

La medianoche cayó, este joven con grandes ilusiones caminaba por un barrio donde roedores de todos los tamaños marchaban en el lugar. Miró nuevamente su teléfono y releyó la dirección mientras esperaba frente a una puerta.

La puerta estaba entreabierta y sin dudar entró. El lugar se iluminaba con una luz tenue y nada más que una silla y mesa en el centro decoraba el lugar. Miró a los lados, pero no parecía haber vida allí.

—¿Erick? —llamó, al mismo tiempo que la puerta a sus espaldas se cerró de un golpe. Sobresaltado se dio la vuelta —. ¿Tú qué haces aquí? —no obtuvo respuesta, así que repitió su pregunta está vez más fuerte—, ¿Qué haces aquí, Melissa?

Ella le dio una pequeña sonrisa.

—¿Por qué lo hiciste, Joel? ¿Por qué me dejaste?

—¿Dónde está Erick? —Joel se acercó con aires de peligro —, ¿Qué le hiciste? —gritó, sin importarle la agarró de los hombros y con sus pulgares apretó fuerte su piel sacándole un gemido de dolor.

—¡Yo te amaba Joel! —exclamó. Su voz tenía el tono quebrado, aunque no veía ninguna lágrima caer de sus ojos.

—¿Quieres saber por qué hice todo esto? —dijo firme, a pesar de todo el miedo que sentía en ese momento, todo lo hacía por el deseo de saber dónde estaba Erick. No le daría el gusto a Melissa, no mostraría debilidad, tenía que mantenerse firme por Erick. Era hora de soltar sus más profundos secretos—. ¿Quieres saber por qué te engañe con cientos de mujeres?

La respiración de aquella mujer fue aumentando cada segundo mientras lo miraba como sí el mismo Lucifer se le hubiese metido.

—¿Recuerdas a ese chico con quien salías en la preparatoria? ¿El chico del cual te burlaste un año completo? ¿Me recuerdas Melissa?

—No...

—Me engañaste con todos los chicos que jamás imaginé. Me rompiste frente a todos. Te cruzaste en mi camino por casualidad y ahora ya sabes lo que se siente cuando te rompen el corazón. Allí lo tienes.

Recuerdos, flashbacks nublosos atormentaron su mente, penetrando cada parte de su conciencia. Joel era el chico apostado.

—¡Tú no puedes ser él!

—Jugaste conmigo, Melissa y todo lo que va vuelve.

Los ojos azules brillaron con maldad, jamás presenciada por Joel y casi podía jurar que la sensación que inundo su pecho fue pánico.

—Todo lo que va vuelve —repitió la mujer, sin ser vista realizó un ademán con su mano.

—¡Erick! —Joel soltó una respiración. Pudo sentir el alivio cuando examinó el cuerpo del joven y no parecía herido, por fuera. Intento acercarse.

Sin embargo, Melissa fue más rápida. Se acercó a Erick, una sonrisa apareció en su rostro, el dolor que había demostrado se esfumó completamente.

—Él es tu Karma.

Nadie nunca imagino que tres personas con tormentas y demonios en sus pasados podrían reunirse en el lugar menos esperado.

—Erick —la voz del moreno estaba bañada de confusión y lo único que el nombrado podía hacer era mirar el suelo—, ¿De dónde la conoces?

No dio respuesta, entonces Melissa tomó la palabra.

—Vamos dile Erick. Dile que yo te contraté que fuiste el encargado de vengar todo mi sufrimiento.

—¡Estás mintiendo! ¿Erick dime qué ocurre? ¿Qué te hizo ella? —su voz tomo aflicción. Sus ojos marrones finalmente se encontraron con el verde claro de Erick.

—Ella no miente Joel —respondió en un susurró que a pesar de todo Joel logró escuchar —. Tienes que pagar por todo lo que le hiciste.

El otro chico se quedó quieto como si sus palabras lo hubiesen congelado, pudo sentir las primeras lágrimas.

—Te amo, Erick.

—Yo nunca te amé Joel. La verdad es que siento un asco terrible estar hablando contigo.

—No —sollozó incrédulo —. El verdadero Erick no haría esto, ella te obliga.

Negó.

—Erick —soltó cuando finalmente pudo unir en su cabeza ese rompecabezas, fue capaz de dar un paso hacia adelante —. Dime que no es verdad, ella te está amenazando, ¿Cierto?

—Ella me contrato. Yo fui tu Karma y el Karma te da lo que mereces y tú merecías esto —llevó una de sus manos a su espalda lentamente y casi inseguro sacó un arma.

A Joel se le escapó una respiración entrecortada. Su mandíbula comenzó a temblar. Su pecho subía y bajaba violentamente y de sus labios resecos se escapaban sollozos que imposiblemente intentó ahogar.

Erick no podía mirarlo a los ojos, sus manos temblaban y lo único que quería era soltar el objeto entre sus manos e ir a una esquina, sentarse y abrazar sus piernas, o, ir corriendo donde Joel y sacarlo de allí. De soslayó observó a Melissa que esperaba paciente la siguiente escena mientras de fondo se escuchaba el llanto en voz alta de su amante.

Joel se quebró. Se quebró realmente cuando Erick lo apuntó con el arma.

—Yo —susurró el joven—, no puedo.

—¡Erick, hazlo! —gritó Melissa.

Con fuerza cerró los ojos y frenéticamente negó con la cabeza. Escuchó unos tacones golpear contra el pavimento, sabía lo que le esperaba.

Observaba perplejo la situación. Quería y necesitaba sacar a Joel del lado de Melissa, necesitaba salvarlo, pero su cuerpo no reaccionaba.

—¡Erick, hazlo!

—¡No lo haré! ¡¿Escuchaste?!

De un segundo a otro ella le quitó el arma de las manos, extendió su brazo y lo golpeó tan fuerte de modo que un fuerte silbido llenó sus oídos. Estrelló su cabeza en el cemento, de alguna manera pudo ver su lapida en el fondo de su mente en un cementerio sombrío.

Solo allí, Joel reacciono.

—¡Maldita tú no lo tocas!

Fue lo único que Erick oyó. Muy lejano pudo escuchar un disparo al igual que una explosión.

—Te dije que nadie juega conmigo.

Abrió los ojos, se atrevió a mirar donde antes Joel se encontraba de pie. Fue la peor decisión que pudo tomar. Estaba desplomado en el suelo, sus parpados cubrían los ojos que tanto adoraba. Sangre llenaba la boca de Joel como su piel había perdido el color.

No vio a Melissa venir, abrió su boca y aspiró una gran cantidad de aire. La fuerza disminuía, la rabia hierve dentro de él. No podía dejarse vencer, su mente quería vivir, pero el dolor en su cabeza no lo abandonaba.

La mujer puso su dedo índice en el gatillo y lo siguiente fue disparar.   




karma || JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora