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Joel tenía la mirada fija en ese pedazo de papel entre sus dedos, hace unos minutos aquella carta había llegado a su casa.

El escrito era de Melissa, debía admitir que quedó desconcertado al leer el nombre de su ex mujer, pero a medida que fue leyendo y analizando la situación, no le quedaba más que sentir lastima por ella.

"... Estaré encerrada en una institución mental y no voy a hacer nada para poder salir, porque cada maldito día me recordaré la razón por la cual estoy aquí. Lo único que necesito ahora es mi paz mental. Te amo, Joel. Hoy avisé que tendría una cita, la reserve para ti mañana y si vienes sabré que tengo otra oportunidad"

Dobló el papel y lo dejó sobre la mesa de centro donde también descansaba su teléfono con un mensaje de Erick en la pantalla.

Melissa estaba dispuesta a cambiar por él, o eso decía la carta.

Erick estaba dispuesto a contarle toda la verdad y dejarlo en paz, o eso era lo que decía su mensaje.

Miró fijamente el gran ventanal frente a él, la noche estaba llegando y su tiempo se agotaba. Ayer por la noche le llegó el mensaje del menor citándolo al centro de Nueva York, va una hora tarde, porque él de verdad pensaba ir, pero la llegada de esa carta cambio todo.

Observó nuevamente el teléfono para luego pasar a la carta de Melissa. Tomó ésta entre sus manos y la guardo en su bolsillo.

En el otro lado de la ciudad, en una pequeña plaza ubicada en el centro de Nueva York, Erick caminaba de un lado a otro revisando constantemente su teléfono. El tiempo corría, su vuelo saldría en una hora y Joel no aparecía.

Quizá debía resignarse, comprender que nunca lo perdonaría. Se sentó nuevamente en una banca, moviendo sus piernas con impaciencia, maldiciéndose así mismo por creer que Joel llegaría.

—No quiero perderlo —susurró aguantando las lágrimas, mientras el dolor lo desgarraba por dentro.

—Hola —esa voz profunda retumbó en su cabeza. En una fracción de segundos levantó la cabeza como también se levantó del asiento.

Allí estaba Joel, cicatrices yacían en su rostro y traía una muleta en el lado derecho. Estaba demasiado cerca y Erick podía jurar que casi pierde la respiración. Hace días que no lo tenía cerca, sin embargo, algo se encogió en su pecho al ver a Joel retroceder unos pasos.

Apretó los dientes e intentó calmar los nervios. Trato de recordar lo que tenía que decir, aunque de sus labios simplemente salió:

—Lo siento —esas fueron las únicas palabras que fue capaz de decir.

Silencio. Los segundos corrían. Los minutos pasaban. La mirada de Joel penetraba sus ojos haciéndolo temblar.

—Lo siento —volvió a repetir. Sus manos tiemblan, aun así, se atrevió a tomar la mano de Joel y guiarlo para que puedan sentarse. El mayor lo observa expectante, sabía lo que estaba esperando. Así que, con un gran suspiro Erick comenzó —: Karma, así se llama mi empresa en Londres. Melissa llegó un día y me contó lo que hiciste, me dio una imagen falsa de ti y así es como llegue a Nueva York. El plan era enamorarte y hacer que no tocaras más a una mujer.

Continuó explicándole a detalles lo sucedido hace meses, incluyendo las visitas y secuestro que sufrió. Joel escuchaba atentamente hasta la última oración.

—Lo siento, no sé qué más decir. Sólo que... Te amo, Joel —dijo con su voz llena de desesperación. Joel seguía mirándolo en silencio; Erick pedía a gritos que dijera algo.

—Estaba equivocado —por fin hablo —, el significado del Karma no es la venganza. El karma es la causa y efecto. Todo lo que va vuelve.

—¿Qué?

—Todo lo que va vuelve. Tal vez fue el destino quien te puso en mi camino para hacerme sufrir. Para hacer justicia por el daño que causé y lo peor de todo es que caí por ti. Lo lograste.

—No, no lo hice —negó—. Yo creé mis leyes y desobedecí cada una.

—¿Leyes?

Erick tomó una respiración profunda y lentamente se acercó.

—Tengo que ganarme tu confianza. No tiene que darme pena tu vida. No tengo que sentir nada por ti. No tengo que caer por ti. Cuando termine mi trabajo te dejaré y aquí estoy —a ese punto Erick no se molestó en ocultar sus lágrimas. Dejó que cayeran como sus esperanzas.

—Al final no éramos tan diferentes. Tú vengas a personas que hacen el mal, yo también.

—Joel...

—Tranquilo, Erick, no te guardo rencor, menos odio. Te quise y mucho, ambos nos dañamos y esa es la razón por la cual no estamos juntos.

—Nosotros podemos seguir y curar nuestras heridas juntos.

—No lo creo.

—¿Es que no entiendes? —rompió en llanto, cansado de la distancia la cerró. Llevó su mano temblorosa a la mejilla de Joel y la acarició —. Quiero estar contigo, Joel. Quiero ser el primero que te encuentres en la mañana. Al que regañes por lo desordenado que es, al que le digas todas las palabras cursis del mundo.

—Erick...

—El momento es aquí y ahora, el pasado no importa, porque sé que me necesitas tanto como yo te necesito a ti.

Y dio por terminada esas palabras al momento que presionó sus labios contra los de Joel. Esperó pacientemente que su beso fuera contestado, y así fue, fue devuelto tan dulcemente y mientras Erick sentía esa mágica sensación en su estómago, no pudo evitar pensar que Joel es la persona indicada, la persona con la que debía estar; y sí lo era porque su corazón parecía querer salir de su pecho cada vez que está con él, sí lo era porque estar con Joel hace que olvide su maldita vida y pensar que solo son ellos dos en el mundo, sí lo era porque siente eso y más cuando acaricia la mejilla de Joel mientras junto en ese beso sienten lo mucho que se necesitan.

Finalmente se separaron; Erick en realidad no sabe qué hacer cuando una débil sonrisa se abre paso en su rostro. Joel agarró su mano y subió la manga de su camiseta, los dedos del mayor bailan sobre su piel rozando la marca en su muñeca.

—Sé que ella te hizo esto. Ella no te podrá hacer más daño.

Erick sonrió y aunque quiere decirle miles de palabras para hacer que Joel se quede, prefiere no dar más lucha.

—Estás libre de irte, pero quiero que sepas que jamás voy a olvidarte.

Joel dejo un beso en su mejilla, inseguro se dio la vuelta y empezó a caminar dejando atrás al joven que tomó todo de él.

El menor lo observaba en silencio, aferrándose a la frase: Después de la tormenta viene la calma, y Erick deseaba que esta fuera su calma.

Pero, algo muy dentro de él dice que siga luchando. Su felicidad se estaba yendo, sus piernas no responden por unos segundos hasta que finalmente corrió donde Joel y con cuidado lo abrazo. Ni siquiera tenía la necesidad de verlo, Erick sabía que estaba sonriendo.

Y realmente Joel estaba sonriendo.

Porque, aunque Erick fuera su Karma, Joel nunca se había sentido tan a gusto en unos brazos. En los brazos de su Karma.  




karma || JoerickWhere stories live. Discover now