48. Rota

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Dormí poco y mal. Estando algo más relajada, empecé a analizar lo ocurrido con frialdad y llegué a la conclusión de que no quería pasar el día del cumpleaños de Luka enfadada con él. Me había dolido su actitud, pero intento entenderlo: era su fiesta, había bebido y estaba bailando con una amiga de toda la vida. Prefiero omitir el hecho de que esa amiga hubiese sido su novia durante años y de que el baile era de todo menos cordial. Además, yo había estado mucho rato con Jonathan y eso podría haberle molestado. 

Seguramente mis amigas me matarían por arrastrarme después de lo de anoche, pero creo que merece la pena perder un poco el orgullo. Estoy convencida de que Luka haría lo mismo por mí, por eso decido adelantarme y darle una pequeña sorpresa por su cumple. Voy a una cafetería a encargar churros y cojo el autobús hasta su edificio. Solo quiero hablar con él y aclararlo todo. No quiero empañar un día como este por una pelea de críos.

Son cerca de las once cuando llego a su portal. Una señora me aguanta la puerta y se lo agradezco. "Genial, así lo sorprenderé aún más"-pensé. Lo que no sabía es que la sorpresa me la iba a llevar yo. Salgo del ascensor y toco el timbre del ático A. Escucho unos pasos al otro lado de la puerta y me pongo nerviosa. Me da un poco de vergüenza mirar a Luka después de lo de ayer, pero cojo aire y levanto la barbilla.

Se me cae el alma al suelo cuando veo a Ana María al otro lado de la puerta, vestida con una de las camisetas de Luka y en bragas. Me quedo de piedra, no puedo ni pestañear.

-Cristina...-dice ella.

-¿Qué haces tú aquí?-pregunto apenas sin voz.

-¿Qué pasa? ¿No puedo dormir en casa de mi amigo?-sube el tono y levanta la cabeza con chulería.

-Pero es que ese amigo, por si no lo sabes, es mi novio-empiezo a perder los nervios y eso no va a traer nada bueno.

-Sí, ¿no? Pues pregúntale a tu novio lo que hicimos anoche.

Me imagino lo peor. Me estoy agobiando y creo que lo mejor es irme de aquí cuanto antes; pero entonces escucho una voz inconfundible por el pasillo diciendo algo en esloveno.

-Cris-se queda parado en el sitio cuando me ve en el marco de la puerta.

-Yo ya me iba, se ve que aquí sobro-se me quiebra un poco la voz.

Me doy la vuelta con la bolsa de los churros en una mano, pero él me coge de la muñeca.

-Cris, espera.

-No me toques-grito liberándome de sus dedos. 

La furia empieza a materializarse en el rubor de mis mejillas. 

-Pero vamos a hablar...

-Creo que no hay nada que hablar.

Vuelve a cogerme de la muñeca. Mientras tanto, Ana María observa la escena cruzada de brazos y con expresión altiva.

-Sí, sí que lo hay.

-Luka, mírame a los ojos y dime que no te has acostado con ella.

Su silencio es peor que cualquier respuesta que pudiera darme. Es como un jarro de agua fría en pleno enero, como una hoja de acero clavándose en mis entrañas. Los ojos me empiezan a arder, pero me niego a derramar una sola lágrima. Una buena amiga me dijo que nunca se debe llorar delante de un hombre, que eso les hace sentir más fuertes. 

-Que te vaya bien, Luka. No me sigas más. 

Me voy corriendo por el pasillo y me dirijo a las escaleras, para evitar tener que esperar a que llegue el ascensor. Sigo corriendo, con los ojos empapados en lágrimas. Llego a la planta baja y me refugio en una zona un poco escondida del descansillo, junto a la puerta de acceso al garaje. Luka no me sigue, tal y como le he pedido. No puedo parar de llorar y cada vez me cuesta más respirar.

Escucho la puerta del garaje abrirse y me seco las lágrimas con el dorso de la mano. Saco el móvil para disimular. Lo último que necesito es que un vecino de Luka me vea llorando como una magdalena tirada en el descansillo del portal. 

-Cris, ¿qué haces aquí?

Alzo la vista y me encuentro a Dino, que se sorprende al verme con todo el rímel corrido. 

-Ey, ¿qué ha pasado?

Se sienta a mi lado y yo solo puedo apoyarme en su pecho y llorar como si no hubiera un mañana. Me rodea con sus brazos y pasa su mano arriba y abajo por mi espalda, intentando calmarme.

-Tranquila, venga, cuéntame-me dice cuando me incorporo. 

Le explico todo, incluida la discusión de ayer. Respiro con dificultad y me escuecen los ojos. Dino me da la mano, acariciándomela con su pulgar. Está aquí conmigo, apoyándome en uno de los momentos más duros que recuerdo de los últimos años de mi vida, y eso es algo que jamás podré agradecerle del todo.  Acabamos comiéndonos los churros ahí sentados, intentando dar con una solución, pero es demasiado tarde; mi corazón ya está roto en mil pedazos. 


Sueño cumplido (Luka Dončić)Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu