PRÓLOGO

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Ya en lo más profundo de aquel pozo, en el abismo, encontré por fin ese lucero perdido. Era hermoso, lo más cálido que había visto en mi vida. Era pequeño, capaz de perderse entre mis manos.

Irradiaba una potente luz cegadora que me hacía entrecerrar los ojos, pero quería acercarme. Me llamada de una forma que no comprendía, pero, de pronto, me asusté, porque cuanto más me aproximaba, más se apagaba. Y fue ahí cuando entendí lo que antes no me había importado.

Cuando la oscuridad me tendió la mano por primera vez, resultó ser sarcástica, bromista e, incluso, prepotente. Pero ella no entendía que no le tenía miedo. Aquel refugio se había convertido en mi propio ser, en mi casa, en mi reflejo y hasta se había apoderado de mi sonrisa.

Me creyó débil hasta el mismo instante en el que la sujeté fuertemente y fui yo quien la atraje a mi mundo.

Por lo que cuando mi única esperanza brilló por última vez, cayendo inerte en mi palma, supe que, en realidad, había sido yo todo este tiempo eso: la oscuridad.


Por ello, cuando me preguntaron si le tenía miedo a la oscuridad, no supe qué responder. Ahora me atrevo a afirmar que lo que nunca he conocido es la luz.

El Pacto (I): el demonio ha visto un ángel [KookV] (Disponible en físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora