4. EL SONIDO DE LOS RECUERDOS

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Ya había escuchado al viento silbar más de una vez. Le traía gratos recuerdos, más que unas fotografías. Para él, esa había sido la banda sonora de su vida, y cada momento tenía una distinta.

Cada compás le había arrastrado a lo largo de las décadas, como si tirasen de él, como si le recordaran que la canción no podía escucharse más de una vez.

Solo existía ese momento, solo podía escucharla en ese instante. Por eso, había aprendido a vivir los segundos, porque no volverían, porque jamás oiría algo parecido, porque solo se vivían una vez por muy eterna que fuera su existencia.

Por esa razón, él también había aprendido a silbarlos.



Una molestia en el hombro provocó que frunciera el ceño. Fue creciendo poco a poco hasta que, de repente, un dolor profundo le atravesó el omóplato. Se levantó de forma brusca y soltó un quejido al incorporarse. Llevó la mano a la zona y siseó. Tenía la sensación de que le palpitaba la marca que Jungkook había dejado en él, como si quemara. Las pequeñas gotas de sudor comenzaron a perlar su frente y se mareó.

El recuerdo de la noche anterior lo azotó, incluido el castigo de su jefe, el que le había dejado la quema... No estaba. Taehyung se miró el brazo una y otra vez, pero la quemadura no estaba. No había sido un sueño. Había apagado el cigarro en su piel, sin embargo, no estaba allí. La confusión adornó su rostro. Estaba completamente seguro de que había sido real.

Lo sientes, ¿verdad?

La voz de Jungkook en sus recuerdos caló en su cuerpo y un escalofrío recorrió su columna vertebral. La criatura lo había tocado, pero, concretamente, anoche lo había tocado ahí, en su brazo. Un sonrojo repentino tiñó sus mejillas al recordarlo todo. ¿Fue cosa suya?

Intentó levantarse de la cama, pero la fuerza lo abandonó. Las palabras del inanimatum cobraron más sentido que nunca. Le había advertido que sería normal que le ocurriese eso. Cada vez que tenía algún contacto con él, esa extraña sensación de debilidad recorría su cuerpo. No obstante, no era lo único. Había un sentimiento ajeno a él que hacía eco en su interior también. No lo entendía.

Sacudió la cabeza y percibió aún más el agotamiento en su sistema, como si hubiese hecho alguna actividad intensa. Sí, todo era muy confuso, y esa sensación extraña en su cuerpo desde que habían hecho el pacto seguía ahí. Por un momento, se planteó si debía preguntar.

—Jungkook... —murmuró y miró a su alrededor. La habitación estaba vacía.

De repente, un par de ojos oscuros aparecieron, plegando sus alas y dejando entre ver el brillo de su piel pálida.

—Aquí estoy —avisó con un tono ronco—. Todavía es temprano. El comedor no está abierto, así que puedes seguir durmiendo.

—No me apetece. —Se llevó la mano a la cabeza—. Me siento...

Los labios de la criatura se curvaron antes de acercarse a paso lento hasta la cama. Se agachó a su altura y le acarició el rostro con sutileza, alzando aquel par de luceros tan brillantes como cualquier otra estrella.

—Dime, precioso —lo llamó—, ¿cómo te sientes?

—Y-o... —La atención lo estaba abrumando. Estaba acostumbrado a ser invisible, y que la criatura lo mirara con tanta intensidad, con esa voz que le causaba escalofríos y con ese tacto frío como la noche, lo avergonzaban de sobremanera. ¿Era normal? —Me siento raro. —Se mordió el labio. Jungkook ladeó la cabeza con una expresión voraz que resaltó su apetito. El chico era tierno, pero quería hacerlo despacio, disfrutarlo, saborearlo con minuciosidad.

El Pacto (I): el demonio ha visto un ángel [KookV] (Disponible en físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora