3. AGUAS PROFUNDAS

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Pero...

El cuervo sí que se sabía ese cuento. Parecía estar viviendo en el ayer, en el suyo; y fue ahí cuando perdió la primera pluma tratando de huir. No obstante, nunca lo supo.

Sin embargo, esa pluma significaba más de lo que reconocería, porque era verdad que aquel pájaro jamás admitiría haber sobrevolado tales escenas en su milenaria existencia.

Solía sonreír aludiendo al aburrimiento, pero llegó a provocarle una pizca de mal estar; tal vez, dolor. Tal vez era nostalgia o, tal vez, algo que no era suyo. Tal vez jamás abriría el candado o, tal vez, es que ni él mismo tenía su propia llave.

Lo que sí conocía era el final, porque las páginas nunca fueron otras y porque los dibujos volvían a ser en blanco y negro. Como él.



Jungkook no sabía si creer que de verdad había hecho el pacto con alguien estúpido o es que simplemente le daba todo igual. Taehyung parecía no entender la gravedad de la situación o, más bien, las consecuencias.

Él ya estaba condenado a morir. Se había convertido en un producto con fecha de caducidad, pero su actitud ante las circunstancias le sacaba de quicio; sobre todo, esa terrible manera suya de pensar sobre la vida. No había nada bonito, ni inspirador, ni positivo.


—Deja de perder el tiempo pensando en eso. —Lo miró de reojo.

El castaño aún se encontraba mirando por la ventana.

—No es una pérdida de tiempo. Aprender es una de las mejores cosas que puede hacer el ser humano, Jungkook.

—Vas a morir, Taehyung. No importa lo que hagas a partir de ahora. Olvídate de eso —espetó.

El chico se giró con lentitud.

—Todos en algún momento tenemos nuestro punto final, pero no por eso vamos a dejar de vivir —le comentó lo que pensaba. Rodó los ojos, hastiado—. Creo que se trata de aprovechar el tiempo, de ser felices y no estar siempre amargados, como tú. —Lo señaló con la cabeza. Las palabras de la criatura destilaban siempre una acidez que sorprendía al chico. Para ser una criatura, no era diferente al resto de persona con las que había tratado.

—No tienes ni idea —suspiró, cansado de tener que lidiar con la actitud de ese humano.

—Tal vez eres tú el que no tiene ni idea, o, quizá, es una idea equivocada —dijo en voz baja, como si temiese decirlo más alto.


Le producía arcadas, y no soportaba que le estuviese discutiendo algo que conocía de sobra, ese algo que no tenía compasión por nadie. Para él, la vida era una cárcel, un castigo, y su condena consistía en arrastrar la estupidez hasta que ya no pudieses más.

Y toda esa falsa alegría de la que alardeaban las demás personas no era más que el consuelo de los que se aferraban a ello. Todo era tan basto, absurdo y patético que le resultaba repugnante andar entre los mortales.


—Oye —lo llamó ahora con un tono divertido en sus labios—, tú pareces universitario.

—No soy un humano. —Lo miró con una expresión antipática en su rostro.

—¿Nunca fuiste niño? ¿Bebé? ¿Algo? —Ladeó la cabeza con curiosidad ante sus propias preguntas.

El Pacto (I): el demonio ha visto un ángel [KookV] (Disponible en físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora