17. EL MENSAJERO QUE ANUNCIÓ LA NUEVA ESTACIÓN

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Cuando descubrí aquel día que no era oro lo que estaba buscando, supe que era demasiado tarde para tapar el agujero que con tanto empeño habían taladrado en mi corazón.

Un minero me había vendido piedras y yo le había creído cuando me dijo que algún día brillarían como diamantes. Sin embargo, a cada paso que daba, se hacían más pesadas; pero no podía tirarlas.

Todavía tenía fe en que este cuento fuese como el del Patito feo, que, en lugar de hundirse en el fondo del estanque, algún día brillarían como las que veía en el cielo.

Pero acabaron rompiéndose y decidí, en ese entonces, que no tenía fuerza para seguir llevándolas más; que no quería tenerla y que no valía la pena. Así que las cogí todas, las puse en esa bolsa de tela con agujeros y até mi corazón.

Nunca volví a verlas después de que se hundieran en el lago, aunque, desde entonces...

Siento que me falta algo.



Seokjin miró en silencio a Jungkook, quien no había abierto la boca. Plegó sus alas detrás de su espalda y se quedó en el mismo lugar en el que había aterrizado. No le extrañaba que no le respondiera. No era la primera vez. No obstante, sí le extrañaba el aura que rodeaba al pelinegro.

Era oscura, negra, sombría y apesadumbrada. Estaba seguro de que, en cualquier momento, podría hacerse espesa como el petróleo. Jungkook ni siquiera se había dado la vuelta. Él nunca estaba de humor, pero lo que veía era diferente. Entrecerró los ojos y, cuando intentó examinarlo, los ojos de Jungkook lo interrumpieron como dos flechas a punto de clavarse en su sien. Seokjin se detuvo, sorprendido por su mirada.

—No intentes usar tus poderes conmigo —dijo con una voz tan fría como un témpano de hielo—. El Consejo no te ha puesto un grillete de control como a los demás mensajeros, pero no tientes a la suerte.

Continuó en silencio ante sus palabras, observándolo de arriba abajo para intentar averiguar qué era lo que había cambiado en él.

—Incluso si no los usara, sé que ha pasado algo. Hay algo diferente en ti —lo escudriñó con la mirada de nuevo—, pero no es eso a lo que vengo. Suspiró ante su mutismo y se acercó unos pasos—. El Concejo quiere saber por qué no has matado al rebelde. Saben que has tenido un encuentro con él y no has hecho nada para borrarlo del mapa.

—Se me dio la orden de acabar con él, no de dar informes detallados sobre cómo y cuándo lo haré, creo recordar —dijo con cierto tono sarcástico, pero Seokjin ya no veía el brillo malicioso en sus pupilas.

—¿Y bien? —Ignoró sus palabras—. No me has contestado, y sabes que se ponen pesados. —Cruzó los brazos sobre su pecho.

Jungkook rodó los ojos y adoptó la misma pose.

—Diles que lo haré a mi manera y, si puede ser, que nadie se meta.

A pesar de que podría haber sido una buena oportunidad para darle una sorpresa a Seokjin, lo que menos le apetecía en esos momentos era que le dirigiesen la palabra. No tenía ganas de entablar conversaciones y menos si implicaba al Consejo pidiendo información.

El mayor cambió el peso de una pierna a otra y volvió a suspirar, ¿por qué tenía que ser tan difícil lidiar con ese elemento? ¿No podía comportarse como los demás?

—Entonces, pasemos al segundo punto del día, que a lo mejor te gusta más —mencionó con la misma ironía con la que le había hablado—. Es posible que, de un momento a otro, recibas una nueva citación para una audiencia. Últimamente, has estado perdiendo el control de tus poderes como si estuvieses mal de la cabeza, más todavía, quiero decir. Me han pedido que te comunique que te controles, porque no habrá más avisos. Sabes que no son partidarios de coartar la libertad de un inanimatum, pero puedes ser el premiado de este siglo.

El Pacto (I): el demonio ha visto un ángel [KookV] (Disponible en físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora