2. LA PRIMERA VEZ QUE EL VIENTO LE SUSURRÓ A LA LUNA

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Había encontrado su árbol predilecto. Desde ahí podía ver el transcurso del mejor cuento que no era infantil. ¿O tal vez sí era apto para niños? Su pasatiempo era estallar burbujas, porque todos parecían vivir en su propio cuento. Quizá de hadas, quizá de dragones, quizá de caballeros...

Nadie vivía en el mismo mundo. Nadie compartía la realidad. Y eso le resultaba divertido. Cada uno borraba y escribía lo que quería en cada página. Lo ilustraban y, luego, se lo iban enseñando a los demás.

A él le encantaban las historias, y sus favoritas, las de pasadas las doce, cuando ninguna se hacía realidad.



Abrió los ojos de golpe y se incorporó en la cama. Volvió a cerrarlos por el mareo que lo atacó, pero, enseguida, los movió por la habitación de forma apresurada. El sol entraba de lleno por la ventana, lo que le hizo suponer que había dormido bastante. Sin embargo, lo primero que le vino a la mente no había sido la hora, sino él. Le dijo que estaría cuando despertara...

—No te asustes. —Oyó su voz a un costado.

Giró la cabeza y se topó con una mueca pícara. Se había materializado de repente.

—No me asusté —dijo tranquilo, aunque había algo de mentira en su confesión.

—Lo hiciste. Te asustaste porque no me viste. —Se acercó a la cama con lentitud.

—¿C-ómo lo sabes? —preguntó con sorpresa.

—Porque capto tus emociones. —Acortó la distancia entre sus rostros con su sonrisa peligrosa.

—¿Cómo? —Parpadeó confuso—. ¿Me lees la mente? —Ladeó la cabeza como un pequeño cachorro.

—Antes sí, pero ya no.

Seguía sin entenderlo, pero, sin esperar ni un segundo más, estiró sus brazos y rodeó el cuello de Jungkook para abrazarlo. La incredulidad se dibujó en las facciones del ser sobrenatural. ¿Cuánto hacía que no le abrazaba alguien? Desde luego, no era esa la reacción que pensó que tendría.

—Estás frío —pronunció contra su cuello.

—Siempre lo estoy —contestó sin moverse.

—Creí que me habías mentido. —Cambió de tema, porque pensó que debía justificarse.

—¿En qué? —No entendía por qué la primera preocupación del chico, que había realizado un pacto con una criatura extraña, era si había cumplido o no su palabra.

—En que me habías dejado solo. —Se separó de la pálida piel y lo miró a los ojos—. Aunque me hubiese acostumbrado, como a todo. En realidad... No me importa. —Su sonrisa tenía una forma peculiar—. Solo quería que alguien no lo hiciera por una vez.

—No mientas. Te he dicho que puedo sentir tus emociones. —Frunció el ceño.

—De eso se trata. Se le llama costumbre. —Dejó escapar una pequeña risita.

—¿De qué hablas? Simplemente me estás mintiendo. —Se cruzó de brazos.

—No es que te esté mintiendo. Es solo que me habría acostumbrado, pero no quita que no me duela. Que las cosas pasen y no las evitemos no quiere decir que no duelan, ¿no?

—Entonces no te da igual. —Enarcó una ceja.

—Me daría igual que te fueras si así lo quisieses. No soy nadie para impedírtelo, pero me dolería, claro. —Desvió la mirada.

El Pacto (I): el demonio ha visto un ángel [KookV] (Disponible en físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora