25. LA LEY DE LA TRAMPA

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Una vez conocí a un escritor. Jamás se me olvidará que había más fantasía en él que en sus páginas. Pero, ese día, lo había encontrado en el bar de la esquina, muy lejos de donde solía verlo.

Entonces, me pregunté si la gente que no jugaba podía apostar. Me pregunté si las personas que no tenían cartas, podían jugarlas en una partida; quizá por todo, o quizá por nada.

Luego, me di cuenta de que tenía la misma magia con los números que con las letras. Él era el mago, y cuando le pregunté dónde tenía la varita, me respondió con algo que creo que entendí, o, al menos, eso pensé:

«A veces, te encontrarás en la situación de no poder acabar el castillo porque te falta una carta, pero debes terminarlo siempre, chiquillo».

Fue ahí cuando me enseñó su baraja.

«En todas las partidas que se te presenten, siempre habrá una carta que puedas elegir y, si no encuentras la que quieres, invéntatela».

Fue ahí cuando me enseñó su As.

«¿Eso no es trampa? Está prohibido».

«Trampa es quedarte con las únicas que tienes, y lo que está prohibido es guardarte una bajo la manga. Apuéstalas todas y algún día ganarás en la vida».

«Pensé que hablábamos de un juego».

«Así es».



La criatura no se había movido de su sitio. Era un alivio. ¿Qué probabilidades tenía de salir con vida? No pudo evitar pensar en la curiosa y agónica coincidencia de que, en su último encuentro, Jungkook tampoco estuvo presente. No obstante, el inanimatum había mencionado con claridad que había ido a por él. Y, justo en ese momento, estaba solo.

El pelinegro no le había explicado mucho acerca de Namjoon tampoco, aunque, en realidad, Jungkook no le había explicado mucho acerca de nada. Todavía tenía dudas acerca de esos seres sobrenaturales, y, ahora mismo, no sabía si su ignorancia estaba sirviéndole para mantener ligeramente los nervios bajo control.

Volvió a mirar hacia todos los lados, buscando una vía de escape, alguna pista. ¿Tenía la posibilidad de escapar siquiera?

—No te asustes. —Su expresión seria lo inquietaba más aún—. No he venido a matarte.

El rubio sintió su cuerpo relajarse un poco. No podía confiarse, pero no le parecía que estuviese mintiendo. A lo mejor estaba siendo demasiado ingenuo. Seguramente Jungkook se lo hubiese recordado. Por mucho que intentase disimular, seguía temblando. Sin embargo, sabía que también se debía a la debilidad que lo aquejaba.

El trabajo lo había agotado y todavía debía ir caminando hasta la escuela para las clases. Jamás pensó que tendría que enfrentar un obstáculo mucho mayor por el camino. Desde luego, si su vida hubiese dependido de salir corriendo en ese momento, tenía claro que la muerte era lo que le esperaba.

—¿A qué has venido? —intentó preguntar en un arranque de valentía.

—He venido a ayudarte —respondió sin titubeos. Taehyung entrecerró los ojos con sospecha. Acorralarlo en un callejón oscuro no le parecía una buena forma de ayudar. Namjoon podía leer las expresiones del chico con una facilidad pasmosa. Era bastante trasparente y, por un momento, Taehyung le recordó a él mismo muchos años atrás—. Quiero ayudarte antes de que cometas un grave error —respondió con suavidad—. He estado observándote. Me di cuenta desde el primer día. Un escalofrío recorrió la espalda del humano. ¿Lo había estado espiando? ¿Jungkook se había dado cuenta de eso? Sin embargo, no pudo evitar reparar en lo que había dicho antes—. Sé lo que sientes por él. —Ladeó la cabeza ante el mutismo del rubio. Los ojos del chico se abrieron de repente. Abrió la boca para decir algo, pero la voz no le salió—. Sé lo que sientes por ese monstruo, la criatura con la que has hecho el pacto. —Namjoon levantó sus brazos y los cruzó en su pecho.

El Pacto (I): el demonio ha visto un ángel [KookV] (Disponible en físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora