22. LAS ESTRELLAS QUE NO ESTÁN TAN LEJOS

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Cuando me vi solo caminando por aquel desierto, juré que al menos tenía que llegar a algún sitio. Cuando me vi solo caminando por aquel desierto, me di cuenta de que el oasis que había creado no era mío.

Aquel oasis era parte de mí, pero no era más que un espejismo; un espejismo que no solo no apaciguó la tormenta, sino que desencadenó otra peor.

Tuve que aprender a salir de ahí. Tuve que aprender a dejar de darle la espalda a las dunas, porque una cuesta no se hace llana por mucho que te des la vuelta. Una cuesta se hace llana cuando miras hacia atrás después de haberla subido.

Y yo no sé si a mí me faltaba fuerza o un motivo.

Tal vez me faltaban ambas cosas, o, tal vez, es que ambas eran lo mismo.

En realidad, creo que en el fondo...

Faltaba yo.

Las pupilas de Taehyung se movieron con velocidad, casi con ansia, de una criatura a la otra. ¿Jungkook iba a atacarlo? No... No podía ser. Pero, entonces... ¿la otra criatura...? Cerró los ojos al sentir otra punzada en la cabeza. Su cuerpo cayó de costado sobre el escenario sin poder evitarlo. Era infernal e iba a peor.

Su mente solo podía proyectar la imagen del inanimatum que todavía no se movía. De repente, escuchó una voz interna que pronunciaba su nombre. ¿Era su voz? Se estaba volviendo loco. Ahogó otro gemido de dolor y se abrazó a sí mismo. No había ninguna manera de aliviarlo.

Sentía la piel incandescente y la ropa como si fuese fuego. Las lágrimas comenzaron a desfilar sin descanso desde sus ojos y Taehyung supo que algo no iba bien en el momento en el que Jungkook volvió a mirarlo y no lo vio a él. No vio a Jungkook tras sus pupilas. Ese no era Jungkook, pero quería que lo fuera, porque lo necesitaba. Lo necesitaba en ese mismo instante en el que respirar se le hacía una tarea complicada.

Jungkook, para esto, por favor.

Duele.

El gruñido que emitió la oscura criatura que se había levantado de los escombros de la pared retumbó en la sala. Su piel reaccionó al sonido, erizándose. Su cuerpo reconocía a Jungkook más allá de su mente. Estaba respondiendo a su reclamo, estaba llamándolo...

—Jungkook —habló con seriedad Yoongi—, estás fuera de ti. —Frunció el ceño—. Tu poder te está controlando. No dejes que gane.

—Te voy a matar como no te quites de mi camino, Yoongi —dijo con una de las voces más gélidas que jamás había escuchado.

Yoongi podía verlo. Era capaz de ver a través de Jungkook. Las pequeñas venas oscuras reptaban por su cuerpo hinchadas del flujo negro que recorría el sistema de su amigo. Era inestable, irregular, rápido, certero. Estaba pasando y estaban en mal lugar. Jungkook se tenía que estar volviendo loco. Podía ver pulsaciones que obstruían la circulación de su poder. Parecía que su cuerpo iba a explotar en cualquier momento.

No obstante, maldijo por lo bajo cuando detectó el ínfimo movimiento de sus globos oculares. Escuchó el ruido de unos pasos y, cuando giró su cabeza levemente, vio a su pactante por el rabillo del ojo acercarse al de Jungkook, preocupado. Este sonrió con malicia. Extendió sus alas y, rápidamente, se dirigió hacia ellos. Yoongi masculló algo inentendible e imitó su movimiento. No se lo iba a permitir. Antes moriría si el otro cumplía su palabra. El inanimatum se impulsó con fuerza y estrelló el cuerpo del pelinegro contra la otra pared con la intención de retenerlo, aunque fueran dos segundos.

El Pacto (I): el demonio ha visto un ángel [KookV] (Disponible en físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora