13. EL ANCLA QUE TOCÓ TIERRA

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Incluso los girasoles le dieron la espalda cuando pasó a expensas de quedarse sin luz. Había perdido la cuenta de los pasos que había dado, de cuántos inviernos había cargado sobre su espalda y de cuántos tesoros no había encontrado.

Dio con el bucle de la existencia y hasta el viento pasaba de largo cuando izaba las velas. El barco se había quedado sin capitán, porque él se había enamorado de las profundidades.

Se sentía anclado en algún punto céntrico de la constelación y solo deseó que alguien quisiera marcarlo con una equis. Con un...

«Apagaré las estrellas esta noche para que por fin te des cuenta de que brillas en mi oscuridad».



Hacía mucho tiempo que había dejado de pensar en las cosas que le ocurrían. Ya no buscaba una razón, un motivo, ningún destino, ninguna casualidad. Dejó que pasaran mientras seguía caminando hacia delante. Pero, esa vez, cuando acudía a su mente la poderosa criatura con la que había hecho un pacto de vida, como lo veía, o de muerte, como le recordaba él, no dejaba de preguntarse en qué momento la situación se le había tornado algo tan real.

Criaturas de otro mundo, con poderes sobrenaturales, alas, sin sentimientos y sin corazón. Eso le había dicho. Creyó que parte de su subconsciente se esmeraba en etiquetarlo como una ilusión, por eso lo había asimilado de forma tan natural.

No obstante, cuando vio al otro inanimatum en la pastelería, la realidad se proyectó como una bala de cañón delante de sus ojos. Algún engranaje encajó por fin y cayó en la existencia de otra especie, mejor o peor, que convivía con la suya. Por eso, tal vez, le había dado miedo. Sin embargo, seguía sin comprender por qué Jungkook era una excepción.

¿Estaba tan solo en la vida? ¿Sería acaso un efecto del inanimatum con el que se hacía el pacto? Había tantas cosas que no sabía...

—Jungkook... —murmuró cuando abrió por fin los ojos.

Aún no había amanecido, pero sentía que las horas de sueño de las que había disfrutado habían sido reparadoras y más que suficientes. Tenía la sensación de haber estado durmiendo dos días.

—¿Me llamabas? —Escuchó una voz de repente.

En el momento en el que registró el sonido, sus mejillas se colorearon y buscó la sábana para cubrirse con rapidez.

—¿Por qué sigues tapándote? —dijo burlón—. No parecía importarte anoche.

—Calla.

—¿Dormiste bien? —Sonrió de lado.

—Muy bien —respondió—. Jungkook —lo llamó en voz baja y miró hacia él. Iba a abrir la boca, pero se levantó de inmediato al percatarse de que la criatura tenía una herida en el brazo—. ¿Qué te ha pasado? —Encendió el interruptor y se aproximó para verlo mejor—. Oh... —levantó la cabeza—, es negro —dijo con una clara mueca de confusión.

—Es mi sangre —respondió a la duda circundante en sus ojos—. Cortesía de tu antiguo casero —dijo sin importancia.

—¿Te duele? —Acercó su mano para tocar la zona con cuidado.

El pelinegro apartó el brazo y sonrió.

—No. Además, cicatrizará rápido.

—¿Es otra habilidad? —Regresó a la cama ante el gesto de la criatura.

—Sí.

El castaño se quedó en silencio unos segundos.

—Entonces... ¿vuestra sangre es negra o solo la tuya? —Ladeó la cabeza.

El Pacto (I): el demonio ha visto un ángel [KookV] (Disponible en físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora