007.

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Jungkook se había despertado porque no podía seguir durmiendo entre tanto sentimiento oprimiéndole el pecho. Cada vez que se veía las manos notaba cuanto estas le temblaban desde su conversación con el Diácono. Hasta la respiración se le hacía pesada y recordaba aquellas veces en su adolescencia cuando le tocaba lidiar con sus ataques de pánico, la sensación asfixiante volvía a su cuerpo provocandole unas inmensas ganas de salir corriendo sin mirar atrás. Por segundos deseaba abandonar todas sus responsabilidades para que así no tuviese que mirar al pasado directamente a los ojos una vez más. Ni siquiera se sentía lo suficientemente fuerte para poder dar la misa aquel día, nada dentro de él mismo se sentía seguro.

Park Jimin, maldito Park Jimin.

Muy pocas veces pasó por su mente la posibilidad de volver a saber del chico cuando volviese a su ciudad natal. Casi había dado por hecho que finalmente se había ido por sí solo a la casa de la prima se Seokjin, donde supuestamente iban a escapar de sus padres. Aquello era una clase de alivio para sus miedos que afloraron apenas le ofrecieron el puesto de Ministro. Aunque le costó se convenció de que no debía preocuparse, que era una tontería creer que después de tanto tiempo y el montón de cosas que habían sucedido entre ambos sus caminos se volviesen a cruzar de una forma tan estrepitosa. Pero Jungkook subestimó al destino, subestimó al azar pensando que unas plegarias lo mantendrían alejado de quien le había echo tanto daño.

Dio vueltas en el colchón un par de veces sin poder conciliar el sueño. Eran las tres de la mañana y tan solo le quedaban un par de horas más antes de tener que levantarse y comenzar un nuevo día junto a la congregación de la cual se haría cargo por un largo tiempo. Intentaba con todas sus fuerzas concentrarse en eso, meditar lo que hablaría cuando la misa diese inició, pero nada servía una vez que su mente volvía a posarse en los recuerdos más ocultos dentro de si mismo, deteniéndose a rememorar como unos ojos brillantes le miraban y como una sonrisa grande se dibujaba frente a él.


• • •


Dime que me quieres.

Jungkook sonrió y con cuidado se acercó a la cara de Jimin hasta llegar a su oreja donde susurro muy bajito pero sabiendo que el rubio lo escucharía perfectamente:

Te quiero, Park Jimin.


• • •


Cerró los ojos con fuerza y se obligó a alejar de su mente todos aquellos recuerdos que le hacían un horrible agujero en el pecho. No podía volver a lo mismo, las noches de llanto y la esperanza injustificada que crecían en su interior gritando que Park Jimin fuese a buscarlo. Jungkook ya no era el mismo, lejos había quedado el chico frágil que se había enamorado de alguien de su mismo sexo. Ahora solo había un aire frío que se asemejaba a lo que fue. No iba a ser dañado de nuevo, no iba a dejar que nadie jugase con el nunca más, porque por más que pudiese recordar todo lo que había sucedido hace cinco años el tiempo no retrocedía.

Entre negaciones se quedó dormido unas horas más.


• • •


— ¿Ya esta listo, Ministro Jeon?

Doyoung había llegado hasta su habitación cuando ya estaba perfectamente alistado. Se había estado preparando para la misa y ya tenía su indumentaria eclesiástica puesta, todo parecía estar en orden. Se giró hacia el chico quien iba vestido con un traje azul marino perfectamente planchado. Jungkook recordó que el cuando era un adolescente se vestía de la misma forma para asistir a la misa de los domingos y dejó que una pequeña sonrisa se le dibujase en el rostro gracias a ello.

Pecado ◆ Kookmin ; 국민Donde viven las historias. Descúbrelo ahora