CAPÍTULO 1.

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La espera sólo hacía que el nerviosismo de Sarah empeorara, alcanzando niveles catastróficos.

Acostada sobre la camilla, con ese incomodo camisón de hospital que jamás cubre lo esencial, rogaba en silencio para que la atendiera la enfermera McCall, quien amablemente, jamás pregunta por las marcas en su cuerpo, pese a que sepa realmente a que se deben. Eso y también que suele tener ese aire de confianza que siempre la tranquilizaba cada vez que Sarah terminaba ahí.

La chica se encontraba asustada. Esperaba que por favor no llamaran a su padre o todo acabaría peor, y con el estómago vacío no hacía más que tiritar, aún sin saber si de miedo o hambre.

Probablemente ambas.

―Muy bien Sarah ―habló la enfermera McCall, entrando en la habitación con esa característica sonrisa suya―, estarás bien. Los doctores dicen que sólo fue un episodio, así que podrás irte a casa.

―¿Me dejarán ir ya? ―preguntó esperanzada con su característico tono retraído.

―Aún no. Primero debemos llamar a tu papá para que venga y firme el alta ―eso bastó para que Sarah sintiese la habitación más fría, temblando ligeramente―. Luego, te darán una hora con el doctor Rogers, será para control general. Por mientras descansa, ¿sí?

¿Descansar?, ¿Sabiendo lo que venía después? Imposible.

No obstante, la adolescente asintió complaciente.

―Claro ―musitó sin ánimo. 

Entonces, Melissa la dejó sola, no sin antes brindarle una última mirada de preocupación.

Hundiéndose en la camilla del hospital, Sarah se permitió soltar un frustrado suspiro, mientras que su cabello negro caía buscando cubrir el rostro ya pálido de la chica. 

Sus ojos azules se aguaban totalmente de tan solo pensar lo que le vendría dentro de una hora.

Jamás había tenido una buena relación con su padre. Clay Reynolds era el único familiar vivo o presente de la chica. Sin embargo, con todo el tiempo que pasaba borracho y su extrema falta de tacto hacia su hija, difícilmente se le podía llamar un "familiar".

Por otra parte, su madre la había abandonado apenas era una niña, y Sarah poco sabía de ella. Sólo poseía una fotografía de la juventud de su progenitora y una inmensa duda de "¿Dónde estará?".

El odio injustificado de Clay hacia su hija había dejado ya demasiadas cicatrices en ella desde que la muchacha tenía memoria. Pero claro, eso nadie jamás lo sabría, no si Sarah apreciaba su vida como para mantener la boca cerrada.

Y sí, había aprendido a las malas a apreciarla.

Cuando Clay llegó al hospital por su hija, su rostro casi neutro no alertó a nadie más que a la chica ya pálida, como una piel de porcelana gastada.

➊𝐅𝐫𝐚𝐠𝐢𝐥𝐞╢𝐓𝐄𝐄𝐍 𝐖𝐎𝐋𝐅Where stories live. Discover now