Capítulo 23

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Viernes 28 de marzo, 2014.

Yongguk frunció los labios y entornó los ojos para reprimir el bostezo que amenazaba con torcerle la mandíbula. Estaba recostado en una pared contigua a la puerta azul de un salón de clase, esperando a que el enano idiota saliera de allí al terminar la jornada. Daba gracias a los cielos que No Sooil, el retrasado al que su mejor amigo llamaba Kuhn, fuera un chismoso de mierda, por lo que no le costó mucho sacarle información sobre el estúpido de Moon Jongup, su carrera y su horario. No sabía cuánto tiempo llevaba aguardando a que la puerta se abriera, pero estaba seguro de que había llegado ahí a las diez menos cuarto. Se encontraba en el tercer piso de la Facultad de Artes en el ala de Música y no había momento en que sonidos de todo tipo no resonaran por los corredores, como si el mismísimo viento poseyera melodías divinas.

Supuso que eran las doce cuando al fin las puertas se abrieron y alumnos de todas las estaturas y apariencia física fueron abandonando el aula. Sooil le había dicho que el enano cabrón terminaba las clases a las doce del mediodía. Empezó a hartarse cuando todos salían menos quien esperaba, justo ahora no estaba demasiado contento, e iba a ser malo si se enfadaba en todo el sentido de la palabra. Finalmente, una cabellera castaña color miel salió a la vista y Jongup jadeó apurado guardando su cuaderno en su bolso, se había quedado medio dormido en aquella clase teórica. Caminó distraído y su cuerpo chocó con el pecho de Bang Yongguk, quien le miraba desde arriba con expresión siniestra. El menor abrió los ojos aterrorizado y el moreno lo agarró del cuello de la camisa para arrastrarlo hacia una especie de balcón con barandales y estrellarlo contra una pared cercana al vacío.

Jongup salivó, acorralado, y empezó a temblar bajo la mirada frívola del pelinegro.

—¿Por qué me empujaste? —habló Yongguk con rabia—. Me hiciste perder un empleo.

El menor se encogió un poco, procurando lucir menos asustado de lo que se sentía... en vano. Admitía que había metido la pata enormemente.

—P-perdóname, Yongguk, n-no sabía lo que hacía —se disculpó el chico con un lamento en la voz—. De verdad, lo siento mucho, mucho, mucho.

Yongguk lo observó con neutralidad, pensando que ese enano de verdad le estaba complicando la existencia. Su voz siempre era chillona, siempre lucía atemorizado y débil, y sus disculpas interminables le daban jaqueca. Resopló virando la cabeza, como queriéndose quitar algo molesto de la cara, y soltó al castaño. Cansado.

—Ah, ya me hartaste —suspiró—. Va, salta.

Señaló las barandillas del balcón que protegían a las personas de una horrible caída. El rostro de Jongup palideció.

—¿Q-qué?

—Desde aquí, salta, al primer piso, anda —el moreno sacudió la mano para indicarle que estaba esperando.

—E-espera, Yong-guk...

—Date prisa, no tengo todo el día.

El alto empujó el hombro del más bajito para que caminara hacia el barandal. Jongup empezó a lloriquear.

—Por favor.

—¡Que saltes ya!, a tu otra vida.

—¿Yongguk?

Youngjae apareció detrás de su mejor amigo al encontrarlo. Observó la escena sin comprender y notando al chico castaño con los ojos humedecidos y el rostro asustado, entonces captó la situación. Se acercó hacia ellos y apartó a su mejor amigo del menor.

—¿Estás bien?

Jongup miró a Youngjae con gratitud mientras éste le acariciaba la espalda y Yongguk gruñó irritado, odiaba cuando le arruinaban los crímenes. Su amigo mandó a su presa a que se marchara y después lo tomó de las manos para llevárselo fuera del edificio a no le interesaba dónde. No le apetecía nada en aquel momento. Se soltó del agarre de su menor y las guardó en los bolsillos de su pantalón negro, empezando a caminar en silencio, sin querer hablar. Youngjae lo siguió de cerca, preguntándose si algo malo había pasado hasta que se cansó y se le adelantó, frenándole el paso.

[B.A.P] «fishing for love».Where stories live. Discover now