Capítulo 33

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Yongguk maldijo en silencio al sorberse la nariz y sentir el sabor salado de la sangre bajar por su garganta. Tenía una bolsa de hielo sobre su nariz y un pañuelo bajo sus fosas nasales para limpiar los restos de sangre seca y detener la hemorragia. De su interior salió un gruñido de fastidio al ver los dos pares de ojos que lo observaban desde la puerta, como curioso en un zoológico. Los hermanos de Moon Jongup tenían cierto parecido a él, con la diferencia de que ninguno tenía el cabello teñido y no parecían bobos. Suspiró con cansancio, sin saber por qué había accedido ir a la casa del menor en su motocicleta cuando éste le había brindado una mano para ayudarlo a levantar una hora atrás del suelo de concreto.

El viaje en moto había resultado ser como se imaginaba: emocionante.

Jongup regresó entonces a su alcoba, pasando de largo a Jun y Jonghyuk y dejando una taza de chocolate en el escritorio en el que estaba sentado el pelinegro. Se volvió hacia sus molestos hermanos y los mandó a marcharse.

—Váyanse, mugrosos.

—No —respondió Jonghyuk instantáneamente, que siempre había sido rebelde y quejica. Jun, el menor de los Moon, asintió y le sacó la lengua.

El castaño hinchó las mejillas ante la desobediencia de sus menores.

—¡Mamá, estos niños no me hacen caso!

En un par de segundos, la mujer ya había subido las escaleras y se encontraba detrás de los menores jalándolos de la oreja, clamando con dramática voz que cuando llegara su padre iban a estar en graves problemas.

—¡Cada uno a su habitación! —gritó la señora causando un coro de quejas de parte de sus hijos—. ¡Prepárense para ser castrados!

Yongguk permaneció quieto en su lugar y arqueó una ceja cuando Jongup lo miró de soslayo, bastante avergonzado. El menor cerró la puerta, se quedó mudo por un momento y luego abrió la boca para explicar las amenazas de su madre:

—S-somos una familia grande —expresó—, fácilmente rompemos las cosas de otros.

El moreno asintió sin darle muchas vueltas al asunto y decidió por fin mirar a su alrededor, observando con detenimiento la habitación del enano Moon Jongup. Era un espacio de paredes blancas decoradas con pósteres; algunos de cantantes y jugadores que no conocía y otros de un grupo de seis hombres americanos con un calvo de aspecto curioso en el centro. Esas mismas seis personas aparecían en la mayoría de los carteles, miradas siempre serias, y en unos cuantos el calvo tenía cabello. Un estante lleno de libros y lo que parecían ser CDs del mismo grupo adornaba una esquina de su habitación.

Debió de haber puesto cara de incertidumbre, pues el menor empezó a señalar los objetos.

—Se llaman Linkin Park, mi banda favorita —dijo y el mayor lo miró. Por primera vez, pensó, Moon Jongup no parecía inseguro ni patético, hablaba con una sonrisa y una convicción que parecía que la duda no existía en él—. Hace dos semanas publicaron el vídeo musical de su single Guilty All the Same del nuevo álbum y estoy muy emocionado por su regreso, han pasado dos años desde su último álbum...

Yongguk se lo quedó observando fijamente y el menor cerró la boca al darse cuenta que había hablado de más. Se rascó la nuca y señaló el chocolate en la mesa para que se lo tomara y no lo dejara enfriar, con un poco de valor se aproximó hacia el mayor y le quitó la bolsa de hielo de la cara, examinando la zona lastimada como si fuera un experto.

—Parece que la hemorragia ya se detuvo... —comentó—, ¿te duele?

Esperó que el moreno le insultara o le gritara que eso no le incumbía, pero Yongguk se mantuvo en silencio, como había estado desde que lo llevó hasta su casa, y empezó a beber del chocolate que su madre le había dado con unos ojos que preguntaban quién es ese chico. Jongup tomó asiento en su cama y tamborileó sus dedos en sus rodillas, buscando la manera de acabar con el incómodo silencio.

[B.A.P] «fishing for love».Where stories live. Discover now