Capítulo 44

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La primera parada de Yongguk y Junhong fue la casa del mayor, debían conseguir un par de ropa en una mochila para poder partir a la casa de los Choi. Cuando tocaron la puerta y ésta se abrió, ambos jóvenes sonrieron ante la mirada atónita de Bang Hayoung, la mujer parpadeó entre incrédula por la visita inesperada y desconcertada por las manos entrelazadas de los dos altos chicos que esperaban a que los dejara pasar.

—Así que... —empezó ella, ocultando su sonrisa— ¿pareja?

—Oh, no fastidies —gruñó Yongguk haciéndose paso en su casa y haciendo reír a su progenitora.

Junhong saludó a la señora Bang con un abrazo y se sentó un par de minutos con ella en la sala de estar para compartirse las últimas novedades, sobre la relación de Yongguk y el rubio, la posible mudanza de los Bang y el nuevo trabajo de la mujer como ayudante en una pequeña floristería. El chico conversó con la madre de su novio por un buen rato hasta que se levantó para ir a la habitación de Yongguk, hallándolo frente a un armario lleno de prendas de tonalidades oscuras, el mayor había tenido que mover una pila de libros del suelo para poder desplazarse mejor.

En silencio, Junhong tomó asiento en la cama de su pareja mientras éste escarbaba entre su ropa y escaneó la habitación que ya había curioseado antes, sintiéndose gustoso de estar en el espacio personal de su Yongguk. Sus ojos se detuvieron en la mesita de noche y notó un pequeño cuadro en el que un hombre mayor de rasgos duros miraba a través de unos agudos ojos negros, su postura rígida pero parecía una característica de él, la curvatura de sus labios enseñando una minúscula sonrisa. El parecido con Yongguk era indiscutible. No pudo evitar formar un puchero al recordar la historia de los Bang, en lo muy sombrío que lucía su novio cuando lo había conocido.

Sintió un peso extra en la cama y volvió el rostro, Yongguk se ubicó a su lado y lo miró curioso, cuestionándole en silencio a qué se debía esa expresión de tristeza.

—Lo siento... —exhaló Junhong mirando el retrato y luego a su pareja.

El moreno negó con la cabeza.

—A pesar de todo, fue un buen padre —se encogió de hombros—, yo lo amaba. Ojalá pudiera borrar lo que hice.

Junhong le fulminó con reproche y agarró sus manos.

—No hiciste nada —habló con malestar—. En lugar de pensar tonterías, deberías hacer muy feliz a tu mamá, se lo merece. Eres lo único que tiene.

Yongguk contempló los rasgos suaves de su chico y sonrió tranquilo, asintiendo.

—Sí, señor.

El rubio hinchó sus cachetes ante la preciosa imagen de la sonrisa del pelinegro y gruñó.

—Te odio —dijo antes de inclinarse hacia adelante y juntar sus labios en un breve beso.

Intercambiaron una mirada al separarse y Yongguk terminó de guardar sus cosas en su bolso de cuero negro y cuentas metálicas. Abandonaron la alcoba y salieron a la sala de estar, donde la señora Bang descansaba con las piernas cruzadas sobre el sillón viendo televisión, una bandeja con frituras en su regazo. Hayoung se incorporó al verlos y se acercó a abrazar a cada uno para despedirlos.

—Compórtate —advirtió a su hijo, éste frunció el ceño.

—¿Qué se supone que significa eso? —la mujer estalló en una risotada y el moreno giró los ojos, inclinándose para besar la frente de su progenitora—. Te veo mañana, duerme bien. Si ocurre cualquier cosa, me llamas.

La señora Bang les lanzó un beso, gritando que la próxima vez durmieran en casa. Riendo por lo bajo, ambos jóvenes caminaron tomados de la mano hasta la estación de buses y abordaron uno que los dejaba a unas calles de la casa de los Choi. El viaje fue bastante silencioso, pero no incómodo, de vez en cuando Junhong soltaba algún relato y Yongguk le escuchaba con atención, causando una sensación de mariposas en el estómago en el menor. Casi veinte minutos después, la pareja desabordó el autobús y recorrieron un par de esquinas hasta que Yongguk reconoció la casita con flores y plantas decorando en el exterior.

[B.A.P] «fishing for love».Donde viven las historias. Descúbrelo ahora