Capítulo 27

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A las nueve de la noche el cielo comenzaba a oscurecer y el viento chocaba frío contra los cuerpos que paseaban por el cementerio entre bajas voces llenas de aburrimiento. Además de visitar al padre de Hyukjae, la familia había decidido parar en otras. Tíos, abuelos, un niño que en aquel momento podría tener más de cincuenta años y, mientras Donghae se ponía la chaqueta de Hyukjae, la tumba de un anciano con sonrisa brillante. Se abrochó hasta arriba la cremallera y miró las larguísimas mangas que cubrían sus manos, el final de la tela gris que cubría la mitad de sus muslos. Se preguntó por qué el mayor llevaba una prenda tan grande mientras esperaba en la distancia para no sentirse aún más incómodo.

Esa especie de promesa que se habían hecho el uno al otro de estar allí una hora antes de volver para jugar al lobo y al cordero, se había roto por completo. Llevaban allí más de dos horas, casi tres, y no parecía que fuesen a irse pronto. Quería pensar que era normal, que él también había pasado por una situación similar con su familia, pero llevaba media vida sin visitar un cementerio. No porque no quisiera. Simplemente, se habían olvidado de llevarlo. Como siempre.

Se mordió el labio, encogiéndose en la chaqueta. Quizás porque así se iba a sentir mejor, se puso la capucha y se cruzó de brazos. El aire helado le golpeó solo las mejillas. Sus ojos se clavaron en el chico que dejaba de mirar a su abuelo para fijarse en él.

Apartó la mirada. No era justo. No podía ponerse triste cuando era Hyukjae quien estaba frente a la tumba de su ser querido. No podía empezar así de nuevo. Si salía de la vida de Hyukjae quería hacerlo bien, no porque el mayor se cansara de verle deprimido. Con lo bien que estaba yendo todo.

Giró sobre sus talones, tomando una profunda bocanada de aire. Se miró las zapatillas y vio sus pies comenzar a avanzar por el camino de piedra. No pretendía alejarse mucho, pero dar una vuelta e intentar no pensar demasiado en nada parecía ser una buena idea. Se centró en las lápidas frente a las que pasaba. Había niños, gente de su edad, adultos y ancianos, muchos menos de los que le habría gustado ver. ¿Por qué no podían haber fallecido todos de vejez? ¿Por qué tenía que haber un pequeño de seis años enterrado a pocos pasos de él? ¿Por qué tenía tantas ganas de echarse a llorar si ni siquiera los conocía?

Se dejó soltar algunas lágrimas mientras caminaba. Vio lápidas sin foto e incluso sin nombre, algunas llenas de flores marchitas y otras que no existían. Tumbas sin recuerdo.

Sollozó.

—¿Lo conoces?

La voz de Hyukjae llamó su atención e hizo que levantase la cabeza por primera vez desde hacía al menos un cuarto de hora. Miró a su alrededor con los ojos empañados. No sabía dónde estaba. Siquiera recordaba qué camino había recorrido. Pero tenía la certeza de que no quería estar allí más tiempo.

Sacudió la cabeza en negación y, sin pensarlo dos veces, se lanzó contra su cuerpo. Se agarró a su pecho, enterrando la cara en su cuello para llorar con fuerza.

—Y si no lo conoces, ¿qué te pasa?

—Es que... está... —se alejó lo suficiente para que pudieran mirarse a la cara. Soltó un hipido antes continuar— N-no tiene lápida...

Hyukjae torció una sonrisa. Sus firmes manos lo agarraron de los hombros, posiblemente notando cómo temblaba por el llanto. Odiaba esa situación. Odiaba esas lágrimas que caían como cascadas y el sorber continuo de su nariz. Se la frotó con una manga.

—Eso es porque no hay nadie.

—Está tapada la... la tumba... —la señaló, aunque solo la punta de su dedo índice se vio.

—No es una tumba, idiota.

Un pequeño "¿Eh?" escapó de sus labios mientras volvía a frotarse la nariz. Miró a Hyukjae a través de sus mojadas pestañas, con sus mejillas enrojecidas por el llanto y la cabeza ladeada con confusión.

Inefable [EunHae +18]Onde histórias criam vida. Descubra agora