Nathan Swift - La fiesta.

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Estábamos en la fiesta del instituto. La celebrábamos cada año en Navidad, y hoy era ese día. Esperaba en la entrada del instituto a Nathan, que era mi pareja/compañero de fiesta. Él, siempre como buen impuntual, llegaba tarde, aunque yo era siempre la que llegaba antes. Avisté su pelo azul por una esquina, y vi que llegaba junto con Mark que iba con la equipación del entrenamiento.

—Nicole, ¿a que no pasa nada por venir así? —me preguntó Mark cuando llegué a su lado.

—Si no quieres que te mate el director...

—O tu madre cuando te vea así en las fotos.

Mark suspiró y dijo:

—Bueno, pues tendré que ir a cambiarme. ¡Nos vemos ahora! —exclamó echando a correr en dirección a su casa.

—Este chico... —dije riendo.

Me fijé en el atuendo de Nathan: iba de traje de color completamente negro, con una pajarita y una camisa blanca. Comparado como estaba siempre, en la equipación del Raimon, lo veía raro.

—Ya sé que te gusta el traje, pero tampoco te pases —comentó divertido.

Yo reí y le dije:

—Acostumbrada a verte manchado de tierra... Estás demasiado bien —dije yo sonriendo.

—Tú también estás muy guapa, me halagas demasiado —me percaté de un notable sonrojo en sus mejillas.

Entramos entonces en el gimnasio, donde se hacía la fiesta. Allí encontré a Silvia junto a Celia.

—¿Vuestros príncipes azules no han llegado? —les dije.

Las dos rieron y Silvia dijo con una sonrisa:

—Ya sabes como es Mark, estará acabando de entrenar.

—Y que lo digas —respondió Jude a nuestras espaldas. Él también iba de negro, pero con una chaqueta abierta y sin pajarita—. Lo acabo de ver llegando a su casa con el uniforme aún.

Contuve una risa y Nathan se limitó a sonreír. Al cabo de un rato ya estábamos todos. La música resonaba en mis oídos: a veces había baladas y otras, Pop. Comenzaron a sonar los acordes de una canción lenta y Nathan me tendió la mano.

—¿Me harías el honor de bailar conmigo? —ofreció.

—Sabes que no es lo mío —comenté levantándome.

—Da igual, sólo quiero bailar contigo —ese comentario hizo que me sonrojara levemente, pero con las luces que había no se dio cuenta.

Puso una mano en mi cintura y la otra la entrelazó con la mía. Yo le imité y él me guiaba. Eran pequeños pasos que yo hacía torpemente, y él conseguía hacerlos perfectos y al ritmo exacto de la melodía. Al final de la canción conseguí hacer los pasos hasta con los ojos cerrados.

—Aprendes rápido —comentó.

—He aprendido del mejor —dije riendo y saliendo de la pista, aún con la mano de Nathan entrelazada con la mía. No se soltó, ni yo tampoco, simplemente me la apretó un poco y me miró a los ojos esbozando una pequeña sonrisa. Me pellizcó en la mejilla y seguimos hasta las pequeñas mesas que había repartidas por toda la sala. Solté la mano de Nathan y cogí un vaso. Lo llené de agua y me lo llevé a los labios. Di pequeños sorbos mientras Nathan observaba a Axel, que hablaba un poco serio con Mark. Este ya se había vestido mucho mejor, iba igual que Nathan, a excepción de que su traje era gris.

Mark sonrió y Axel también, y continuaron su conversación. Miré a mi pareja por el rabillo del ojo cuando me percaté de que no estaba. "Maldito Nathan", pensé divertida. Recorrí la sala al completo y no vi ni rastro de Nathan. Salí fuera cuando vi a las personas que "más quería en el instituto".

—Vaya, vaya —dijo una de mis enemigas—. Parece que Nicole está solita. Hoy no tienes a nadie que te proteja, ¿no?

Comenzaron a acercarse hacia mí. Estaba buscando una escapatoria cuando ya las tenía justo delante de mí.

—¿Qué, tu Romeo te ha dejado tirada? —dijo otra con una risita totalmente falsa. Las otras rieron con ella.

Yo apreté los puños. No quería que pasase nada como la última vez. No fue nada agradable, el castigo menos, y la reprimenda de mis padres, peor aún. Apretaba con tanta fuerza que los nudillos se me pusieron blancos.
La "líder" de ellas se acercó aún más hacia mí.

—Te aseguro que hoy pagarás —dijo—. Esto es lo que pasa cuando te metes con nosotras.
Me cogió del cuello del traje y me dió un puñetazo en toda la mejilla. Yo me trastabillé hacia detrás y los ojos se me anegaron del lágrimas de dolor.

—¡Nicole! —gritó Nathan.

La chica me soltó y me dijo:

—Esto no ha sido nada. Casualidad que has tenido suerte.

Se giraron y me dejaron allí en medio. Las piernas me temblaron y caí de rodillas.

—¡Nicole! —volvió a gritar Nathan, esta vez más cerca. Apartó a las chicas y vi que cogía mi cara entre sus manos.

—¿Estás bien? —me preguntó en un susurro.

Negué con la cabeza y él me cogió por los brazos y me incorporó.

—Venga, vamos. Iremos a mi casa.

Nathan me cogió en su espalda y yo puse mis manos en su cuello para no caer. Las dejé caer entrelazadas en su pecho mientras tanto, para que no le molestaran al respirar.

—Gracias —dije en un murmullo casi inaudible.

—No pasa nada —me respondió en voz baja. Al cabo de un ratito llegamos a su casa, y me agarró de lado buscando las llaves. Las introdujo en la cerradura y abrió la puerta.
Yo me quedé mirando la casa al no escuchar ni un ruido.

—Mis padres están hoy fuera. Venga, vamos, pasa —me dijo. Entré y él cerró tras de sí. Me guió a su habitación y se sentó en la cama. Tocó a su lado para que también lo hiciera. Me senté mientras él se desabotonaba la chaqueta. La dejó sobre la colcha y se quitó la pajarita, quedando en camisa. Nathan tuvo un escalofrío y dijo:

—¿No tienes frío con ese traje de mangas cortas?

La verdad es que tenía un poco.

—Ciertamente si que tengo —le respondí.

Cogió una manta y nos envolvimos en ella. Tenía que estar completamente pegada a él para conseguir taparnos. Le pasé un brazo por los hombros para que además tuviera calor corporal y él me miró a los ojos. Yo lo imité, y cuando me quise dar cuenta, Nathan estaba prácticamente pegado a mis labios. Traté de retirarme, pero no fui capaz de hacerlo. Mi instinto me decía que me separase de inmediato, pero mi cerebro no respondía. Nathan sonrió.

—No voy a poder evitar no besarte —me dijo.

Velozmente, sin darme tiempo a reaccionar, se lanzó contra mis labios. Los besaba lentamente, y yo tardé en responderle. No sabía que sentir ni que pensar, pero mi cuerpo hacía lo que quería. Puse mis manos en su espalda, y él a duras penas en mi cintura, por culpa de la manta. Nos separamos un poco y vi como habíamos acabado: yo encima de él con el pelo rozando su cara; Nathan con los dos ojos totalmente descubiertos y con una sonrisa.

—Besas muy bien —murmuró, mirando mis ojos—. Y encima me gustas.

Me acarició la cara y yo me quedé pensando en cómo en apenas diez segundos me había atraído tanto Nathan. Aunque en realidad, siempre me había gustado el atleta Swift, que ahora compartía sus besos conmigo.

¡Nueva shot! Ay, Nathan... ❤️

¡Ojalá os guste! Nos leemos— Mega

One-Shots Inazuma Eleven e Inazuma Eleven GOWhere stories live. Discover now