Njord Snio - Nieve a medianoche

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Nunca hube echado más de menos de Njord. Cuando el Sector V fue neutralizado, volví al Alpino, como siempre. Shawn, mi padre y ex-entrenador (en aquel momento, del Alpino) me pidió que ayudase al Raimon cuando iban a jugar contra el Alpino, sometido totalmente bajo la ideología del Sector V. Conseguimos ganar, y Shawn volvió a ser el entrenador.

—Toma, Elsa —Shawn me dio mi equipación de nuevo, y le sonreí. Dorsal once.

Agarré con fuerza mi equipación y salí corriendo por los pasillos del Alpino, en búsqueda de la clase de Njord. Él era un año mayor, por lo que no compartía clase con él. Abrí la puerta extasiada y le busqué con la mirada. Allí estaba, charlando con un compañero, con una leve sonrisa en los labios. Apreté la camiseta y respiré profundo: no me podía gustar más Njord.

Me uní al equipo del Alpino justo cuando llegué, ya que Shawn, al adoptarme, me enseñó a jugar al fútbol y caí totalmente enamorada del fútbol. Mis amigas del colegio anterior al que asistía me envidiaban, y yo, por supuesto, era la chica más feliz del planeta. Una vez entré en el Alpino, Shawn me obligó a apuntarme al club de fútbol, cosa que no negué, pues era de lo que más ganas tenía de hacer.

—¡Elsa! —sentí la mirada de Njord y sonreí. Noté un leve cosquilleo en el estómago cuando se acercó a mí y me abrazó—. Gracias, en serio.

—No sé cuantas veces me has agradecido...

—¡Era necesario! Estuve equivocado todo este tiempo —se quedó observando mi camiseta durante unos segundos y sonrió—. El 11 es mi número favorito.

—Lo dices porque eres un pelota.

—¡Oye! —suelta una risa que invade toda la clase—. ¡Eso no es verdad!

Me percaté de un leve sonrojo en sus mejillas, lo que provocó, simultáneamente, que mis mejillas se tornasen de manera paulatina a un color rojizo.

—Claro, claro... —sonríe levemente.

—Pues no me creas —masculla inflando los mofletes.

Se veía tan mono así. Me despedí de él justo cuando el timbre dio la orden del comienzo de clases, por lo que corrí como una exhalación a mi clase. Las horas de clase fueron una tortura y una desagradable agonía. Tenía ganas de ver y charlar hasta las tantas de la noche con Njord, como solíamos hacer antes de todo el jaleo del Sector Quinto. Pasábamos las noches más frías envueltos en su manta de cuadros, frente a la chimenea hablando y tomando chocolate caliente. Recuerdo una noche de pleno enero, en esa situación, viendo como la madera de consumía a causa del potente fuego. Yo había terminado mi taza y hablaba con Njord de quién nos gustaba en ese momento.

—Sinceramente... —dijo él, mirando el chocolate aun templado en su taza—, creo que nadie. No sería capaz de besar a alguien... sería raro.

—¿No serías capaz de besar a alguien?

—No.

Adivinad quién tuvo su primer beso esa tarde.

Nadie, porque, y hablando honestamente, no iba a lanzarme a besarle.

Al finalizar las clases y terminar de recogerla, corrí nuevamente (no hacía más que correr ese día) hacia el campo de entrenamiento, y allí estaba Njord, como no.

—Hace tiempo que no nieva —me dijo cuando llegué.

—¿Me lo dices o me lo cuentas?

Njord me miró raro y yo solté una risa. Tras eso, y para ser corta y concisa, tuvimos un entrenamiento exhaustivo. Mi padre, la verdad, es que no se retenía cuando hablamos de entrenamientos en días fríos y sin nieve.

One-Shots Inazuma Eleven e Inazuma Eleven GOWhere stories live. Discover now