Hurley Kane - La noche en silencio

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No sé cuántas veces tomaba aquella caracola para escuchar el mar. Me la acercaba en oído, cuando todo estaba en silencio, para recordarlo.

Ya estaba acabando mi segundo año en la Universidad, y justamente hoy se cumplían dos años desde que no le veía.

El mar, la sal, la arena, el sol... lo echaba tanto de menos. El ajetreo de la ciudad me gustaba, pero no tenía nada que ver con la tranquilidad de lo rural, y menos aún con la serenidad de un pueblo junto a la playa. En Tokio, era todo más complicado.

Lo único que me tranquilizaba eran los entrenamientos de fútbol que realizaba en el campus de la Universidad, ya que solía despejarme muchísimo, olvidaba todo el agobio de los trabajos, tareas y exámenes... y volvía a recordar el tiempo que estuve en el Raimon.

El Raimon... solo que recordarlo me hace suspirar de melancolía y nostalgia. Cuando me pongo a pensar ello, se me viene a la cabeza el momento en el que me presentaron con Mark Evans y decidí ayudar al equipo por el dichoso tema de la Academia Alius.

El culpable de que le conociese fue Hurley. Estaba por aquel entonces por allí con él, ya que este chico ama todo lo relacionado con el surf. Si leía que en algún poblado cercano —o entre las islas— había suficientes olas, iba a surfear. Decidí acompañarle porque básicamente era mi vecino en Okinawa y me estaba aburriendo muchísimo.

Hurley me presentó ante Mark cuando él decidió unirse, ya que sabía que yo jugaba al fútbol. Me costó muchísimo decidirme, ya que yo, para satisfacer los deseos de mi madre, también tocaba el violín, y justo por esa época tendría un concurso en Kioto.

En efecto, el violín me acompañó en la aventura de Alius, y algunas noches, antes de dormir, tocaba el violín. Recordaba la mirada de Hurley sobre mí, siempre con un brillo en los ojos y la boca entreabierta, analizando cada nota que desprendía el instrumento.

Justo aquella noche estrellada, antes de irnos a dormir, y mientras estaba guardando el violín, me acompañó.

—Vayamos a ver las estrellas, porfa —rogó, tocándome seguidamente el hombro—. Pero llévate el violín.

Nos fuimos a un claro algo más alejado del bus, donde nos sentamos y admiramos aquella maravilla de cielo. Las estrellas parecían pequeñas motas de polvo que brillaban de vez en cuando. Algunas eran pequeñas, tanto, que eran casi invisible a la vista.

—Me recuerda mucho cuando termino de surfear y cae la noche... ¡agh! Echo tanto de menos Okinawa —Hurley se quejó mientras movía efusivamente los brazos.

—Yo también lo echo de menos —murmuré, mirando mi violín.

—¿Puedes tocar un poco?

Me levanté y asentí, tomando el violín con mucha delicadeza. Mi madre decidió enseñarme ya que ella era profesora e instruía a varios chicos, y como realmente disfrutaba oír sus clases, acepté aprender. No era una violinista muy buena, es más, a veces era un poco torpe. Pero me gustaba tanto su sonido, su forma y su poderío, que ansiaba tocarlo cada vez que lo veía.

Comencé a tocar una de las primeras canciones que me enseñó mi madre cuando tendría unos 7 años, con suma delicadeza. No quería romper esa suavidad y lindura de su melodía por tocarla un poco emocionada. Sinceramente, me emocionaba mucho tocar ante Hurley. Y más aún, tocar el violín para él.

El arco frotaba cautelosamente las cuerdas del violín, provocando un bonito sonido que erizaba mi piel. No podía evitar mantener contacto visual con Hurley, él cuál apenas parpadeaba. Seguía el movimiento de mis manos, de eso no cabría duda.

También parecía que el mundo se había silenciado; los grillos apenas cantaban, el roce de las hojas de los árboles a causa del viento habían cesado, y sentía como si la respiración de Hurley se hubiese cortado. El poder de la música es muy grande, tan grande que, con su mismo sonido es capaz de acallar al resto del mundo.

Dejé caer el brazo una vez terminé de tocar y miré a Hurley, que tenía lágrimas en los ojos. Noté, en ese mismo instante, que yo también.

—Uau... me gustas mucho, Riza.

Aquella noche, fue la noche más bonita de mi vida.

Pero el tiempo pasó... y llegamos a separarnos. Le echo tantísimo de menos. Ojalá estudiara lo mismo que yo, o al menos en la misma universidad que yo...

Hurley fue a estudiar a una ciudad en la costa, algo relacionado con las ciencias del mar. Yo en cambio, me vine a Tokio, a estudiar Psicología. Ambos con ámbitos tan diferentes y dispares.

No es que no nos mantuviésemos en contacto, es más, hablábamos muchos días, pero la distancia era complicada. Porque últimamente no quería más verle. Creía haberle superado, pero no era así.

"—¿Qué? —mascullé, agarrando con fuerza el violín.

Hurley se levantó y se puso delante mía.

—Me estoy poniendo muy nervioso... —Hurley estaba muy sonrojado—. Pero es que es el momento justo para decírtelo. Además es romántico, ¿eh?

Soltó una risa y yo reí con él.

—Ahora tú —murmuró—. Si me vas a dejar como amigo dilo rápido, como cuando tienes que quitar una tirit...

—Sí, Hurley. También me gustas —bajé la mirada y dejé con delicadeza el violín, para depositarlo en el suelo.

—Oh... ¡Oh!

Hurley volvió a soltar una risita nerviosa y sus mejillas volvieron a ponerse muy rojas. Yo reí

—No te rías, que es la primera vez que no me rechazan.

—¿Te han rechazado antes? —me burlé.

—Ya te contaré... una larga historia...

El resto de la noche la pasamos juntos, hablando constantemente y sin pausas, con muchas risas de por medio y bromas. No podía quejarme, con Hurley y sus chistes no había risa que se escapara.

—De verdad... que guay que te guste. Estoy feliz.

—Yo también, Hurley —tomé su mano—. Me alegro que estés feliz."

Y si hablo muy en serio... me gusta mucho Hurley Kane.

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¡Zeta en cabina! Hace tiempo ya eh —llora—.

Siento muchísimo la inactividad, pero la Universidad es un cambio tan grande y brusco... ¡pero he vuelto! No puedo prometer actualizar muy seguido, pero prometo ponerme a sacar ideas para shots, como esta de Hurley.

Repito: no aceptamos shots. Las haremos según se nos apetezcan, porque si ya nos cuesta concentrarnos con las propias nuestras... es mejor que, con nuestro knowlegde saquemos la mejor historia que podamos.

¡Y no mucho más, espero poder leeros por comentarios!

—Zeta.

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