3: Recuerdos Y Pesadillas

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✓Editado✓

Narra ____

Cuando el hijo de Maryse, Alec, llegó nos subimos a su coche y fuimos a mi departamento. Él me acompañó a buscar mis maletas.

- Pasa, no tardare mucho - le dije mientras caminaba hacia mi habitación.

- Claro - se escucho desde la sala.

Seguí empacando mis cosas en la habitación, hasta que Alec volvió a hablar desde la sala.

- Oye.... - hizo una pausa -¿ Conociste a Jamie Colbung? - dijo sorprendido.

Terminé de hacer mis maletas lo más rápido que pude y fui directo a la sala, donde Alec sostenía una foto mía con Jamie.

- Sí... - suspire, poniéndome junto a él - Él era mi hermano.

- Pues era uno de los mejores. - posó una mano sobre mi hombro - Lo lamento mucho.

- No te preocupes. - dije separándome un poco - Casi ni lo recuerdo, solo tengo esa foto, esta cadena... - tome el dije entre mis dedos - Y algo de ropa que estaba aquí cuando llegué. - miré al suelo - Como sea, ya vamonos, - me acerqué a la puerta con mis maletas - está anocheciendo y quiero irme a la cama.

Alec asintió y nos encaminamos al Instituto nuevamente. Cuando llegamos ya casi era medianoche, así que Alec me mostró mi habitación. Me despedí de él y me fui a la cama. No lograba conciliar el sueño, releía una y otra vez la carta de mi padre. A las dos de la madrugada conseguí que el sueño me venciera, acompañándolo así, una horrible pesadilla.

Caminaba por el parque donde mis padres habían sido asesinados. No había nadie a mi alrededor, hasta que en un momento los cuerpos de mis padres aparecieron frente a mí, llenos de sangre y tirados en el suelo. Me arrodillé junto a ellos y comencé a llorar desconsoladamente. Fue entonces alguien me tomó por los hombros. Me vuelta y lo ví. Era Jamie.

- Hay hermana mía....- su voz era muy amenazante, y nada parecida a mis vagos recuerdos. Estaba adornada de matises sombríos - Si tan solo hubieras aprendido a luchar, ellos no estarían así en este momento. Todo es culpa tuya.

De pronto dos figuras aparecieron detrás de él. Mis padres, quienes dijeron a coro:

- Deberías haber muerto con nosotros - comenzaron a caminar hacia mí y yo retrocedí cada paso que ellos avanzaban, para en un momento, caer en un agujero negro desfondado, sin que nadie pudiera ayudarme. s escuché una lejana y retorcida voz en mí mente.

- Dulce muerte hermanita....

Me desperté bruscamente y sin aire. Las lagrimas corrían por mis mejillas como dos cascadas. Como pude salí de la cama y fui a la cocina, en busca de un poco de agua. Mis manos no paraban de temblar, y mis lagrimas seguían cayendo.

Llene un vaso con agua fría, la cual me fue difícil tragar puesto a que tenía nudo en la garganta. Producto de que mis manos no pararan de temblar, el vaso se resbaló, estallando en el suelo, y multiplicándose a varios cristales desperdigados. Al arrodillarme a recoger los filosos cristales, la culpa me agobió, y los fugaces recuerdos de los últimos años me atravesaron.

Deberías haber muerto con nosotros.

Todo es culpa tuya.

Se repetía en mi mente una y otra vez aquella frase, taladrando mí cerebro. Me detuve con un cristal en la mano, y comencé a hacer presión inconcientemente. La sangre empezaba a borbotar de la herida, cuando alguien entró en la cocina.

¿Nephilim o Mundana? (Jace Wayland y Tú) EN PROCESO DE EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora