Capitulo 5

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-¡No tenias ningún derecho para hacerlo!- grita furioso -¡Es mi hermano!-

-Bueno, ¡perdón por intentarle salvarle la vida!- grito de igual forma.

-Él está bien, los médicos ya lo dijeron-

-¡Pero eso no lo sabías! ¿O acaso ahora eres medico?-

A Matías lo dejaron unas horas en observación, solo por precaución, pero no estuvo en peligro en ningún momento, solo sentía dolor por el golpe, no porque haya algún daño interno, algo que me tranquilizó enormemente. Aunque intentara convencerme de que yo no había tenido la culpa de chocarlo, no podía evitar sentirme responsable.

Luego de que la ambulancia llegara, el castaño no ha perdido oportunidad alguna para reclamarme que yo no tendría porque haber llamado a la ambulancia, que no me metiera en sus asuntos y bla, bla, bla. Obviamente no me quedé callada y también le reclamé el haberme encerrado o recordarle que no necesito su autorización para ayudar a alguien. Así fue como terminamos discutiendo en el estacionamiento del hospital, mientras esperamos que llegue el día para que Matías reciba el alta.

-No puedo creer que te tenga que estar dando explicaciones- suelto una risa carente de humor y me cruzo de brazos para evitar la brisa fría. Deben ser cerca de las dos de la mañana, quizás un poco menos, y aun se pone frio cuando en sol se oculta.

Desvío la mirada de sus ojos grises y empiezo a caminar hacia la salida del lugar, hasta que recuerdo algo y lo miro por encima de mi hombro. Lo encuentro en el mismo lugar, de pie entre dos ambulancias que nos cubrían de cualquier curioso, con los puños cerrados a los costados y el cabello revuelto. Luce imponente y salvaje.

-Si han dejado algo en casa, pueden pasar a buscarlo mañana- u hoy. Intenta decir algo, pero lo interrumpo –Y no diré nada a la policía…solo por el niño- eso parece relajarlo y asiente de una forma tal sutil que casi ni alcanzo a percibirla. Casi.

Mis pasos hacen eco en el lugar casi desértico y el sonido de mi respiración se escucha con completa claridad mientras retomo mi camino hacia la salida. Antes de mudarme, creía que el movimiento de la ciudad no se detenía ni durante las noches, pero ahora me doy cuenta de lo equivocada que estaba. Las vegas, es la ciudad que no duerme, no Farealó.

Cuando llego a la acera, me doy cuenta de tres cosas importantes: primera, no tengo ni la más remota idea de donde estoy; segunda, no tengo dinero para un taxi, en realidad no tengo ni para un taxi, ni un tren, ni un colectivo, ni siquiera para un caramelo, nada; y tercera, pero no por eso menos importante, son las dos de la madrugada, lo que se traduce a “Seguridad cero”. Estoy, literalmente, perdida.

-¿Parece que alguien está en problemas? ¿O me equivoco?- su voz ronca suena a mis espaldas, provocándome un leve sobresalto. Cuando me giro a verlo, lo encuentro apoyado en uno de los lados de la entrada al estacionamiento.

Levanto una ceja.

-¿Alguien pidió tu opinión? Porque yo no ¿O me equivoco?- lo escucho soltar una carcajada que, extrañamente, me resulta tan melodiosa como molesta.

-Eres graciosa-

-Y tú irritante-

Se encoje de hombros ante mi acusación –No es como si me importara tu opinión-

-Y a mi menos la tuya- suelto y luego empiezo a caminar hacia la entrada del hospital. Quizás pueda encontrar a alguien que me ayude.

Escucho como sus pasos me siguen, pero lo ignoro.

-¿Eres así de cortante con todos?- pregunta luego de unos minutos.

-¿Ahora yo soy la cortante?- pregunto con ironía –Te recuerdo que yo no fui la del “No te interesa” cuando quise saber quiénes eran- se queda un momento en silencio, seguramente intentando ubicar ese momento en los recuerdos de su mente.

Tu pasado, mi tormento|✔Where stories live. Discover now