Capítulo 31

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-¡Vaya, al parecer los ángeles también viene a los supermercados!- exclama una voz, que me resulta extrañamente familiar. Cuando volteo a ver, me encuentro frente a unos ojos azules que creí jamás volver a ver.

-Estoy segura que tu nombre empezaba con ese- digo mientras chasqueo los dedos -¿Puede ser Santi…?-

-Es Sebastián-

-¡Sebastián! Claro, eso ya lo sabía-

-No, claro que no, estuviste a punto de llamarme Santiago- el rubio me mira con una sonrisa burlona y entonces recuerdo la primera y única vez que nos vimos. No vale un minuto de mi tiempo.

-Tal vez, no suelo recordar las cosas irrelevantes de mi vida- dicho esto, continuo arrastrando mi carrito por los amplios y solitarios pasillos del supermercado. Hoy me tocó hacer las compras ya que el sábado, luego de mi reencuentro con Dante y la extensa conversación con Lucas, en la que no desaprovechó ni la mínima oportunidad para blasfemar contra mi jefa, el castaño me invitó a comer a su casa, donde se consumió la mayoría de mi día.

-Sigues siendo tal y como te recordaba, fiera- no sé en qué momento pasó, pero ya tengo al rubio caminando a mi lado.

-¿Por qué no te pierdes de mi vista? El supermercado es bastante amplio como para que tengas que caminar justo a mi lado- acelero mi paso, pasando de largo la parte de los lácteos, pero eso no es suficiente para deshacerme del rubio que no hace más que seguirme el ritmo.

-¿Es en serio, Sebastián?- pregunto claramente fastidiada, pero el señala sus labios.

-Me gusta la forma en la que se ve tu boca cuando pronuncias mi nombre- comenta y aunque sé que solo lo dice para hacerme enfadar aun mas, logra su cometido a la perfección.

-Espero que también te guste ver tu frente con la marca de la lata de las arvejas envasadas, porque eso es lo que conseguirás si te escucho soltar otro comentario como ese- lejos de intimidarlo, solo logro que ría con más ganas.

-Eres graciosa-

-No es mi intención, créeme-

Seguimos avanzando mientras leo la lista y coloco las cosas dentro del carrito. El mío apenas llena el fondo, mientras el suyo ya está al bode. Al parecer ya lleva un rato dando vueltas.

-Soy Sebastián- se vuelve a presentar luego de unos minutos caminando en silencio. Me detengo a la mitad del pasillo y lo miro en una ceja alzada.

-¿Disculpa?-

-Empecemos de cero- extiende su mano hacia mi –Soy Sebastián Castellano- lo miro con desconfianza, pero, por más que quiera, no me parece alguien peligroso. Ese día, cuando nos conocimos, no tenían intenciones de hacerme nada malo, fui yo solita la que empeoró todo. Su idea inicial solo había sido una broma, no hacerme agarrar un ataque de pánico.

-Y yo Romina Ortega-

Luego de esa absurda e idiota representación, ambos soltamos una carcajada.

-Eso fue muy estúpido, pero también necesario- dice mientras volvemos a empujar los carritos.

A lo largo de los pasillos, me entero que es hijo único, que ya no vive con sus padres, también me contó que tiene veintiún años y que una tía lo detesta. Al parecer Mariel no es única en el planeta.

-Y dime ¿Qué haces en tus tiempos libre?- pregunto mientras hacemos la fila para pagar. Él me mira con intenciones de contestar a mi pregunta correctamente, pero luego noto como una sonrisa maliciosa se dibuja en sus labios.

Oh no.

-Pues lo típico, robar bancos, destruir coches o edificios y, ocasionalmente, asesinar a las personas que me hacen esperar demasiado en las filas del supermercado-

Tu pasado, mi tormento|✔Where stories live. Discover now