Capítulo 41

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<Hola Romi! Necesito que me esperes en tu casa, yo ya estoy yendo para ahí>

Releo el mensaje de Miranda y miro la hora: ocho menos cuarto.

<Hola Miru! Lo siento, pero ya estoy llegando tarde al trabajo, si quieres puedes verme ahí!>

Luego de enviar el mensaje, dejo el móvil en silencio, como siempre que voy a trabajar, y lo guardo en mi bolso.

Anoche, después de que Nicolás confesara que yo le gustaba, no supe cómo reaccionar y salir huyendo de la habitación como una cobarde.

El hecho de saber que él siente algo por mí, me hizo replantearme acerca de lo que yo siento por él, pero todo es confuso, peor de lo que fue con Dante. Y eso ya es mucho.

No voy a decir que no me parece atractivo, porque la verdad es que, analizándolo bien, si lo es. Sus ojos grises, sus facciones duras, pero al mismo tiempo delicadas, su estatura imponente y su musculatura trabajada, crean un todo bastante interesante. Sin embargo, no lo veía como nada más que una cara bonita… hasta que anoche que dijo todo eso y logra hacerme sentir confundida.

Anoche las cosas fueron… complicadas. Primero él llegó herido y ebrio cerca de la media noche, me confesó sus sentimientos y yo salí huyendo, para dormir en la habitación que él ocupaba anteriormente con Matías, dejándolo a él en la mía. Saber que estábamos durmiendo nuevamente bajo el mismo techo, a una pared de distancia y con todo lo dicho de por medio, hizo que la tarea de dormirme se me dificulte un poco. En resumidas palabras, me complicó la noche y aun así no me molesta que haya sido así. Por alguna extraña razón, su confesión no me desagradó.

Quizás la noche no fue complicada, sino que la complicada soy yo.

Hace unos minutos que me desperté gracias a mi reloj biológico, ya que anoche, en medio de la confusión, me olvidé por completo de la alarma y esa es la razón por la que ahora estoy corriendo descalza por el pasillo, con el bolso en una mano y las zapatillas colgando en la otra. Dejo todo al pie de la escalera y corro hacia el baño para lavarme los dientes. En cuanto al desayuno, está completamente descartado.

Me lavo en tiempo record y vuelvo a salir corriendo al pasillo, donde todo mi cuerpo impacta contra otros.

-Hey ¿Por qué tanta prisa si nadie te corre?-

Una corriente eléctrica me recorre cuando Nicolás coloca sus manos sobre mis brazos para ayudarme a mantener el equilibrio.

-Yo…- me detengo cuando me encuentro con sus ojos grises viéndome de frente. Su cabello va más desordenado de lo normal y tengo que controlar el impulso de pasar mi mano por su mentón para sentir que tan rasposa es su barba de pocos días. El día que me besó, eso fue lo último que me pude cruzar por la mente < ¡¿Pero que estoy diciendo?!> Me regaño mentalmente.

-Romina- me llama en un susurro y yo levanto la mirada hacia sus ojos, rogando para que no note que me detuve más tiempo del necesario en su barba…y en sus labios. Su mirada está más oscura y me empiezo a incomodar.

-Lo siento, llego tarde a trabajar- digo con las mejillas calientes e intento apartarme, pero de un segundo a otro, ya me encuentro con sus labios sobre los míos. Su tacto es suave y me resulta tan sorprendente como el primero. Sin embargo, al igual que la vez anterior, no logro corresponderlo. Me muevo de forma violenta hacia un lado y cuando logro separarme un poco, coloco mis manos sobre sus hombros, sin importarme que uno esté vendado, y lo empujo lejos.

-¡¿Pero qué te pasa?! ¡ES LA SEGUNDA VEZ QUE ME HACES LO MISMO!-

La primera vez me lo tomé bastante a la ligera, pero dos veces, no.

Tu pasado, mi tormento|✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora