Capítulo 11

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El tiempo pasa volando cuando no quieres que los días corran. Cuando iba a la secundaria y tenía examen, rogaba para que ese día demorara milenios e llegar, sin embargo pestañeaba y ya estaba sentada frente a mi hoja y con diez preguntas en ella, una más complicada que la otra. En cambio, cuando quería que el fin de semana llegara de una vez, las horas parecían atascadas.

Lo mismo pasa ahora. Cuando Lucas me invitó al club, dije que sí, pero en ese momento el sábado se veía tan lejano…

Ya son la nueve de la mañana…de ese sábado que se veía tan lejano. Aun faltan varias horas para ir al club, pero Lucas, o mejor dicho Elena, me invitó a almorzar a su casa y como las neuronas siempre van un paso atrás que mi boca, terminé aceptando. Ahora estoy acostada en la cama, mirando el techo y pensando qué demonios estaba pensando en el momento que accedí.

Hago las sabanas a un lado y en medio de un bostezo, me calzo las zapatillas. Obviamente no me voy a poner un vestido de gala para ir a almorzar a la casa de Elena, pero tampoco puedo ir vestida como una indigente o sin bañarme.

Después de salir de la ducha, me envuelvo el cabello en una toalla y otra en mi cuerpo, para luego pararme frente al armario y resolver qué ponerme. Me termino decidiendo por un short negro, una camisa floreada, pero sin llegar a lo absurdo, y mis zapatillas negras de piso. No puedo decir que sea el mejor de los looks, pero es lo que hay. El reloj ya marca las diez y media, por lo que decido bajar a esperar a la sala. Tomo mi cartera, mi móvil, las llaves y salgo de mi habitación.

-¿Qué hay para desayunar?- la voz adormilada de Matías me hace detener a la mitad del pasillo y girarme a verlo. Tiene la mano derecha fregándose un ojo y el otro brazo estirándose. Aun trae los pantalones cortos de dormir y la camiseta blanca que, considerando los talles que le sobran, es de Nicolás. Al ver esa imagen, no puedo evitar dibujar una sonrisa.

-Mmm, la verdad es que aun no preparé nada, pero ve a cambiarte que ya me encargo, enano- asiente e ingresa en la habitación.

Tres semanas y aun los tengo de huéspedes. La relación con Matías sigue igual, desayunamos juntos, algunas noches miramos películas en el televisor de la sala, otras jugamos algún juego de mesa, nada fuera de lo común. Sigue siendo ese hermano menor que nunca llegué a tener. Con Nicolás, las cosas están diferentes y no para mejor. Los comentarios burlones o sarcásticos ya no existen, sino que directamente ya no cruzamos palabras. La última vez que lo hicimos, fue hace cinco días atrás y fue solo para decirme que quizás en dos semanas más ya se irían. Fue algo que, aunque yo misma había pedido, me tomo con la guardia baja. Verlos todos los días desde que llegué, ya se me hizo una costumbre y sé que cuando ya no estén, la casa se sentirá vacía, pero no los puedo detener.

En cuanto a la salida nocturna del sábado anterior, vale aclarar que se siguieron repitiendo. Noche tras noche. Siempre con el mismo patrón. Llega la una de la mañana y se escuchan sus pasos en el pasillo, luego las escaleras y finalmente la puerta principal. Nunca vuelve hasta pasadas las tres de la mañana, o al menos ese es el horario máximo que resistí despierta. No le quise preguntar nada, pero la duda me mata ¿Qué es lo que una persona normal hace a las dos de la mañana? Porque no creo que salga a bailar, la ropa que usa es holgada y descuidada, como si quisiera encubrirse ¿Pero de qué? Cada día que pasa, las dudas se multiplica junto a las hipótesis ¿Sera droga? Esa es la teoría que más peso tiene hasta el momento. Llegué a esa conclusión por tres razones: primera, sus salidas son de noche, cuando nadie lo ve, además de que su ropa lo encubre; segunda, se queda todo el día en la casa, negándose a salir a la vista de todos y siempre parece alerta, como si esperar a que alguien los atacara en cualquier momento, debo admitir que eso me inquieta bastante; y tercero, pero no por eso menos importante, tiene dinero y no hace nada para ganarlo, solo se limita a pasar todo el día encerrado en la habitación que tienen asignada o, como ya mencioné en algún momento, parece muy atento a su móvil y eso me resulta irritante, así que digamos que lo prefiero en la dormitorio, fuera del alcance de mi vista, que sentado en el sofá de la sala y con la nariz pegada a la pantalla de su móvil.

Tu pasado, mi tormento|✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora