Capitulo 8

1.9K 126 3
                                    

Mi canción favorita suena en la estación de radio, llenando el ambiente de gran parte de la sala, mientras termino de acomodarme la ropa. Llevo prendas simples –un short con una camisa suelta, a cuadros y zapatillas- lo ideal para caminar varias cuadras, con el calor propio de los últimos días de noviembre. Falta menos de un mes para que comience el verano, y las temperaturas ya resultan levemente sofocantes en horas del mediodía. Por suerte, el reloj ya marca las cinco de la tarde, lo que significa que el sol ya no se encuentra en su máximo esplendor. Tomo mi móvil, las llaves de la casa, algo de dinero y los auriculares, para guardar todo en la pequeña mochila que cuelga de mis hombros y salgo a la calle para cumplir mi primera misión: Conseguir un empleo. Lo poco que tengo ahorrado, se terminará pronto y tengo que estar preparada para cuando eso ocurra.

Nicolás y Matías, se quedaron con la habitación matrimonial, la cual tendrán que compartir porque yo tome la individual. No aviso nada sobre mi salida, porque lo creo mejor así. Aun no termino de confiar completamente en ellos y es mejor que no estén al tanto de todo el tiempo que estarán sin mi presencia.

Camino algunas cuadras, a través de las cuales me encuentro tres locales, pero en todos me dan la misma respuesta: no necesitan personal. Cuando salgo de la casa de comida rápida, que acaba de rechazar mis servicios, camino unos pasos y apoyo mi espalda en la pared de una casa, luego tiro la cabeza hacia atrás y suelto un suspiro. La búsqueda será más larga de lo que esperaba.

Cuando me mudé, creía que encontraría un empleo a la vuelta de la esquina, pero ahora me doy cuenta de que no es así. Pensé quela gente se iba de los pueblos porque en la ciudad era fácil conseguir trabajo, pero veo que eso solo pasa en los libros. Lo malo de leer, es creer que esas historias nos pueden ocurrir a nosotros.

Saco mi móvil, para mirar la hora, siete y media. El sol aun ilumina con total claridad. Y aun falta para que llegue la noche, por lo que decido recorrer otro poco.

Una cuadra…dos…tres… y finalmente me encuentro frente a una tienda de ropa. Es inmensa, su fachada completamente acristalada, dejando a la vista varios maniquís que exhiben varias prendas que aparentan ser tan bonitas como costosas, pero lo que más llama mi atención es una blusa gris, con el estampado “Paradise” en letras negras. Es simple, no tiene brillos ni costuras raras, es solo una blusa, aunque bastante diferente a mis camisas a cuadro. Luce más delicada. Sin pensármelo demasiado, para no arrepentirme, ingreso al lugar.

El aroma a ropa nueva inunda mis fosas nasales apenas la puerta se cierra detrás de mí. No soy de comprar mucha ropa, a no ser que sea indispensable, pero el lugar es agradable y por un rato me parece comprender porque mis amigas amaban tanto hacerlo. Camino lentamente hacia la blusa que me llevó a ingresar y cuando la toco, se siente suave entre mis dedos.

-Hola ¿En qué puedo ayudarte?- pregunta una voz masculina a mis espaldas y me giro rápidamente, para encontrarme frente a un chico rubio de mirada miel.

-Sí, creo que me gustó esta- señalo la blusa –Y me gustaría saber el costo-

Se acerca un poco.

-¿Crees?- susurra con una sonrisa traviesa y su cercanía me empieza a incomodar. Doy un paso hacia atrás, chocando contra otro maniquí en el proceso y haciendo que una señora voltee a vernos. Siento como mis mejillas se calientan y de repente solo quiero salir de este lugar.

-No, tienes razón, ya no la quiero- digo esquivando su mirada y me doy la vuelta para salir de la tienda, pero su mano en mi brazo, me detiene.

-Lo siento si te molesté, solo bromeaba- suelta mi brazo y me tiende la mano, en forma de saludo –Dante Valverde- se presenta y yo lo miro unos segundos, con desconfianza, pero le termino correspondiendo. Con la mano señala en lugar –Y ni siquiera trabajo aquí, solo quería una escusa para hablarte- eso último me hace mirarlo con una ceja alzada y suelto su mano –Tranquila, no te soy ningún secuestrador, solo que nunca te había visto y me pareció interesante presentarme- explica y yo asiento. Un hoyuelo se dibuja en sus mejillas cuando sonríe y no puedo evitar detenerme en ellos más de lo necesario. Jamás había conocido un chico que los tuviera y eso acapara toda mi atención. Cuando me doy cuenta de mi acto, vuelvo la mirada a sus ojos mieles.

Tu pasado, mi tormento|✔Where stories live. Discover now