Capítulo 48 (Final)

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Escapé.

Como la cobarde que soy, entré en pánico y escapé de esa habitación apenas Dante confesó que me ama. Con sus gritos para que vuelva. Con mi corazón latiendo frenéticamente.

Escapé.

Me detengo a la mitad del pasillo, sin importar que pueda llamar la atención de cualquier médico y me froto el rostro con frustración, hasta que de repente, el pánico se transforma en furia y sin poder evitarlo vuelvo sobre mis pasos, directo a la habitación de Dante, donde abro la puerta sin ningún cuidado.

Lo encuentro en la misma situación que yo, con el cabello más alborotado de lo que recordaba y expresión de frustración combinada con enojo.

-¡No puedes amarme!- grito y nuevas lagrimas recorren mis mejillas –Estás herido por mi culpa, desconfié de ti cuando solo querías salvarme, te ignoré cuando debía escucharte. No soy buena para ti, Dante. No puedes amarme- repito lo último en un susurro y él asiente.

-Sí que puedo, te amo, Romina ¡Te amo!- grita mientras yo niego.

-¡No! ¡Por favor, no!-pido y cierro la puerta a mis espaldas, para apoyarme en ella y deslizarme hasta el suelo, donde entierro mi rostro entre mis manos –No puedes, no debes- murmuro y escucho como las piezas de la cama se quejan con sus movimientos, pero no salgo de mi “escondite”.

De pronto, una mano acaricia mi cabello y me sobresalto cuando levanto la vista y me encuentro a Dante arrodillado frente a mí.

-¿Qué es lo que…?- intento preguntar que hace fuera de la cama, pero coloca un dedo sobre mis labios, enviándome a callar.

-Te amo, Romina- repite en un susurro –Y no eres mala para mi, estabas en todo tu derecho de actuar como lo hiciste, y te di motivos- lo observo sin decir nada, pero con la garganta ardiendo del llanto. Desliza un dedo por mis mejillas, eliminando los rastros de lágrimas –Y no me importa si se supone que no debo amarte, el amor no tiene instrucciones y es imperfecto, tiene sus errores y no me molestaría que tú fueras el mío-

A continuación, veo como se empieza a acercar, pero no hago nada para detenerlo, solo cierro los ojos y espero. Espero hasta que sus labios entran en contacto con los míos.

Es un beso de los dos.

Son movimientos lentos, cuidadosos, incluso torpes, pero es perfecto. Y mejor que el primero. Está mal compararlos, pero el beso con Nicolás fue… rápido, como una prueba. Yo nunca había besado a nadie y él me ofrecía la oportunidad. Fue agradable, pero no me revolucionó como el de Dante. Este beso es distinto, me deja con ganas de más. De intentar sobrepasar algunos límites.

Para cuando termina, ambos estamos con las respiraciones agitadas y una sonrisa tira de los labios de ambos.

-Hace unos días me habías dicho que antes de que todo esto ocurriera, tenias pensado darme una oportunidad- dice con cautela y yo asiento levemente -¿Crees que aun puedas… dármela?- pregunta y un hormigueo sacude mi estomago.

Me levanto de mi lugar y Dante me mira confundido cuando le tiendo mi mano. Luego lo ayudo a recostarse nuevamente en la cama y tomo su mano entre las mías.

-Tengo que arreglar algunas cosas, pero, si la tenemos, espero no seamos idiotas y sepamos aprovecharla-

Tengo que hablar con Nicolás. No puedo simplemente empezar otra relación sin aclararle las cosas. Él dijo que no era nadie en su vida, pero igual no puedo evitar sentirme culpable.

Su mirada se torna algo triste, pero asiente y cuando está por decir algo, alguien llama a la puerta.

-Hola – una chica rubia asoma la cabeza por una pequeña abertura de la puerta y luego nos mira a los dos, de forma intercalada, hasta que dibuja una sonrisa burlona. No debe superar los doce años, pero parece darse cuenta de lo que acaba de ocurrir -Lamento si interrumpí algo, pero la abuela está que se trepa por las paredes con la espera y quería saber si ya puede entrar- dice y yo asiento.

Tu pasado, mi tormento|✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora