Nueve.

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Esa tarde se supone que debía hacer mis deberes, debería hacer la tarea de Matemáticas, y el informe de Historia, aparte debía hacer un informe sobre un libro para Literatura, pero no hice mucho, no podía, estaba demasiado distraído.

Escribía algo, me levantaba, iba a la ventana, al cuarto de mamá, la cual me decía - Haz tu tarea de una vez por todas. - A lo que respondía:

- Si, si, eso hago. - aunque ella me miraba con cara de "No te creo Sebastian." Luego bajaba a la cocina, abría el refrigerador, lo cerraba, volvía a mi cuarto, y repetía esto constantemente.

Decidí tomar una siesta, para despertar concentrado, no sé, eso siempre funcionó conmigo. Cuando estaba a punto de conciliar el sueño, mi teléfono sonó.

- Hola. - saludé, sin ver quién llamaba.

- Seb... - dijo Val llorando. Me senté de golpe.

- Val, ¿qué pasó? - pregunté preocupado.

- Pasé a recoger mis cuadernos al colegio, para hacer tareas. - lloró otra vez.

- Tranquila Val. ¿Qué pasó?

- Llegué. Alguien forzó la cerradura de mi casillero. Mi libro... Orgullo y Prejuicio... Lo destrozaron. - lloró más. - Escribieron "zorra", en muchas de las hojas del libro. Y llenaron de barro muchos de mis cuadernos... - estalló en llanto.

- Val, no llores. - me sentí muy mal, estaba enojado, y muy triste porque Val estaba llorando y no sabía cómo consolarla. - Oye - dije. - Déjame ir a verte Val. ¿Dónde vives?

Silencio. Sólo escuchaba su agitada respiración.

- ¿Val? - pregunté, después de un largo momento, incluso pensé que ella podría haber cortado la llamada, pero sus suspiros me comprobaron que no.

- Ven por el parque detrás del Big Mall.

Ok. Te veo ahí. Chau, Val, no llores, por favor. - Colgó.

Dejé una nota en la cocina para mamá.

Mamá:

Acabaré la tarea después, te lo prometo, perdón por salir sin tu permiso, te lo explico luego, es una emergencia con Valeria Carter, sí, la chica de la que me andas preguntando. Es urgente, ella está muy mal.

Espero que lo entiendas.

Con amor, Sebas.

Fui rápidamente al parque detrás del Big Mall.

Al llegar, vi a Val sentada en el pasto, apoyando su espalda en un árbol, con un trébol en la mano, y el libro de Orgullo y Prejuicio en el piso, a su lado.

- Val. - dije, y me senté a su lado para abrazarla. Levantó su mirada hacia mí, sus grandes ojos estaban rojos, rodeados por lágrimas. Me senté a su lado y la abracé, apoyó su cara en mi pecho y lloró desconsoladamente por 20 minutos.

- ¿Por qué soy tan débil? - me preguntó.

- Val, no eres débil. Esto es normal. Te lastimaron. - agarré el libro, me levante, fui al basurero más cercano, y lo boté.

- Gracias, yo no pude hacerlo. - dijo mientras miraba al trébol que tenía en la mano. Volví a sentarme a su lado. - ¿Por qué no todos podemos tener una suerte inmensa que nos haga felices?

No sabía qué responder exactamente, así que le dije - porque nadie tiene la misma vida, todos tenemos misiones y objetivos distintos, pero aunque yo no soy creyente, lo que sea que sea superior a nosotros, no te dará nada que no puedas superar.

- Yo tampoco soy creyente.- respondió, arrojó el trébol y me miró. - No creo en Dios.

- ¿Pero tienes fe? - pregunté.

- ¿En qué voy a tener fe si no soy creyente? - me miró confundida.

- Pues en ti. - la miré. - Puede sonar cursi, pero yo tengo fe en ti.

Me miró un largo rato. No conocía esa mirada, parecía una mezcla imposible de todas las emociones experimentadas: rabia, tristeza, felicidad, enojo, furia, melancolía, alegría. Aunque sea imposible por la lógica.

Bueno, ya nada tiene sentido.

- Val. - corté el silencio. - ¿Dónde vives?

- Aj. - dijo. - Bueno, vivo en esa casa de allá. - apuntó con el dedo índice a una casa que parecía ser grande. Frente al parque. - ¿Quieres entrar?

La miré sorprendido. - Sólo si tú quieres.

- Está bien. - Se levantó y me ofreció una mano. - Vamos.

La entrada a la casa era una puerta negra. La casa tenía un pequeño patio, en el cual habían rosas blancas y rojas. Una mesa de jardín con un bonsái adornándola.

- Vamos a mi cuarto, te mostraré mi librero. - dijo ella.

Dentro, estaba la sala de estar, y a la izquierda habían gradas. La casa tenía dos pisos, y la azotea era el cuarto de Val.

- ¿Te gusta? - preguntó.

Las paredes eran de color beige, tenía una ventana de esas que tienen un lugar para sentarte, el cual tenía almohadones morados y negros. En la pared de la izquierda estaba su estante de libros, que era color azul, la cama estaba al lado derecho de la habitación, pegada a la pared. A lado de la cama, en el piso había una alfombra de color blanco.

- Me encanta. - le respondí mientras observaba la habitación.

- Este es mi librero. - dijo señalando el mueble azul.

- Es inmenso. Yo solo tengo un pequeño estante, y es de mamá. - Al parecer ese comentario la puso incómoda, ya que empezó a mirar a otra dirección. - Val, ¿Con quién vives?

Fue a sentarse a la cama. - Por ahora sola. No toquemos más ese tema, por favor.

- Bueno. - Decidí no volver a hablar de eso, pero mi curiosidad seguía creciendo. Me mostró los libros que marcaron su vida.

Esa tarde fue increíble. Mientras estábamos echados en su cama, ella me iba contando esas historias, explicando qué le gustaba de cada una de ellas, hasta lo que no le gustaba de cada una de ellas.

Esos momentos marcan tu vida, te acercan a alguien y te das cuenta, de que no serías quien eres, que no estarías donde estás si no hubieses conocido a esa persona.

Esas personas tan importantes, esas que marcan tu vida, son las que no vas a olvidar, aunque quieras olvidarlas o no, no lo harás, porque te cambió, te marcó, y te hizo ser algo mejor, alguien mejor. Vivir algo mejor.

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Dedico este capítulo a todas esas personas que estan cerca de mi, siempre. Morocha y Kathy especialmente :) A Nati que la extraño demasiado.

A la persona que amo (que no me lee y jamás lo hará ya que no sabe que escribo jaja)

Gracias por su apoyo :')

Corregir este capítulo me puso sentimental jaja

- Alexia.

Notas a mi Muerte.Место, где живут истории. Откройте их для себя