Veinticinco.

28.4K 2K 89
                                    

No debí dejarla.

Esa frase se repetía una y otra vez en mi mente. Claudia la repitió más de diez veces después de colapsar. Se puso a llorar demasiado. Nunca había visto llorar tanto a una persona.

Todos cometemos errores. Le había dicho. Eso la hizo llorar aún más, pero mi motivo al decir eso no era calmarla, sólo quería decir lo que pensaba, y eso era verdad.

Claudia me dijo que se quedaría una semana más aquí, que podría llamarla el momento que encuentre algo más sobre Valeria.

Ay, Valeria.

Estaba botado en mi cama, aturdido, pasaron dos días y yo seguía estúpido, pobre Val. No podía creerlo. Era demasiado para mí.

Mi teléfono sonó. Vi la pantalla "Llamada entrante: Matteo". Toqué con mi dedo índice la parte de la pantalla en la que dice "contestar".

- Matteo, hola.

- ¡Sebastian! - Su tono de voz sonaba muy preocupado. - ¿Qué pasó? No fuiste a clases. Es la última semana de clases, luego entramos en receso de dos semanas. Estamos en exámenes, Sebas.

- ¿Sabes si en alguna de mis clases hubo algún examen? - pregunté, sólo lo hice porque necesitaba pensar que todo estaba normal, que nada había cambiado. La verdad era que no me importaba para nada el colegio.

- Hablé con Josh, el de tu clase de Ciencias. Me dijo que dieron un ejercicio prueba o algo así. Por nota de examen.

- Diablos. - dije sin ninguna emoción en mi tono de voz.

- ¿Por qué no viniste al colegio hoy? No evadas esa pregunta otra vez, por favor.

- Estoy estúpido.

- ¿Qué? - la voz de Matteo sonó como una octava más aguda.

- Estoy en shock.

Hubo un silencio.

- ¿Necesitas hablar? - Dijo Matteo.

- No lo sé.

- Voy a tu casa en cinco. - No respondí. - ¿Lo apruebas, verdad?

- Está bien.

- Nos vemos. - Colgó.

La verdad era que sí necesitaba hablar, desahogarme, confiar a alguien todo lo que callaba.

Todos necesitamos eso, de vez en cuando. Sentimos esa necesidad cuando algo nos mata por dentro, y Val, no lo hizo, no se deshizo del peso que cargo casi toda su vida, por más de diez años.

Quizás hubiese podido ayudarla, pero no fue así, y no me culpo, tampoco culpo a Val. Ninguno de los dos tiene la culpa sobre todo lo que paso.

Todos tomamos decisiones que nos lastiman. La mayoría de las veces sabemos que lo que estamos a punto de hacer, nos va a lastimar. Igual lo hacemos.

Escuché el timbre, bajé a ver si era Matteo. Acerté, obviamente. Nadie más venía a verme.

- ¿Cómo estás? - preguntó mientras entraba a mi casa.

- Ya te dije.

Ouch. Sí, lo hiciste. - se sentó en el sofá. Me desplomé a su lado. Boté todo el aire que tenía en mis pulmones.

- Esto es una mierda.

- Lo sé. - Su voz era suave. Casi susurraba. - Pero, Sebastian, somos como hermanos, juntos en todo, incluso en "asuntos de mierda". - Dijo haciendo comillas con sus dedos.

- Hablé con una chica llamada Claudia Carter. - Matteo abrió los ojos al escuchar el apellido de Claudia. - Hermana de Val. Me contó todo. Su padre las violaba.

- Oh, mierda. - se tapó la boca con las manos.

- Sí. Oh, mierda. Claudia escapó pero pagó los estudios de Val, para secundaria la trajo aquí, su padre es dueño de un prostíbulo en una ciudad cercana, no me dijo qué ciudad, nada. No me dio detalles.

- Pero... Él no vivía con ella.

- No, pero venía de vez en cuando, la violaba y, se iba.

- Qué enfermo mental.

- Lo sé. - me levanté, empecé a caminar en otra dirección. - ¿Sabes qué me atormenta? - Me detuve y me di la vuelta para mirar a Matteo. - No saber qué diablos hacer ahora. No sé si la cosa terminó ahí.

- No, no lo hizo. - Se encogió de hombros.

- ¿Qué? - Fruncí el ceño.

- Sabes que casi nunca abro mi casillero. ¿No? - Asentí con la cabeza lentamente. - Esta mañana fui a buscar si seguía teniendo la copia de Romeo y Julieta que nos dio el profesor de literatura, tenía que devolvérsela, sabes que no la leí. - Se calló.

- ¿Y?

- Encontré un avioncito de papel aplastado. Pensé en el avioncito que te lanzó Valeria, el que estaba en tu mochila. Lo abrí. Como lo imaginé, sí era de ella. - Sacó el avión de su mochila. - Léelo tú. - Dijo ofreciéndome el estrujado avión de papel con sus manos.

Agarré el avioncito, y noté que estaba medio roto. Seguro Val lo había metido por una franja del casillero de Matteo.

Matteo Bonnett:

Tú y yo jamás hablamos, pero tú significas mucho para Sebastian, espero que hables con él, porque después de esto, él te necesitará. Cuando sepas todo te darás cuenta de esto.

Librería Big Mall Books. Encargo #145.

Lo miré a los ojos. Un libro. Tenía que ir a ver que era. ¿Qué libro sería?

Matteo cortó el silencio. - Traje mi moto.

- Vamos Matteo.

- ¿Sabes qué es? - Notaba la preocupación, y el miedo en sus ojos.

- Sospecho que es. - Empecé a caminar hacia la puerta de salida, estando cerca d ella, sentí una mano agarrándome del hombro.

- Espera. - Me detuvo Matteo.

- ¿Qué? - lo observé confundido.

- Lo siento, te dejé solo. - Bajó la mirada.

- ¿Cómo? - No entendía por qué decía eso.

- Te dejé solo. Fui egoísta. Te dije que no me hablaras.

- Ah... - Ya había entendido. - Matteo... No importa. Lo que importa es que estas aquí conmigo. - me miró con ojos entristecidos.

- Hoy hablé con Laura. Está arrepentida. Le dije todo lo que pienso. - soltó una carcajada. - Se sintió bien. Decirle todo.

- No te merece, Matteo, vales demasiado, algún día enserio encontrarás a alguien que valga la pena, una chica que sólo te quiera a ti.

- Lo sé, la estoy conociendo. La amiga de mamá tiene una hija, vinieron de vacaciones, se mudaran aquí el año entrante. Es maravillosa. Se llama Jessica. Es diferente.

Sonreí por él. Estaba feliz. Él era feliz. Estos detalles muestran que sí puede haber felicidad después de la tristeza, aunque sean pequeños instantes, lo son. Y, existen.

Notas a mi Muerte.حيث تعيش القصص. اكتشف الآن