Veintisiete.

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Volví a mi casa caminando, aunque después de dejar a Matteo, y salir del Big Mall, no fui directamente a casa.

Caminé, caminé y caminé por más de tres horas. Sin rumbo, por toda la ciudad (la cual no es muy grande).

Sentía el mismo nudo en la garganta y en el estómago que me provocaba un gran malestar. Cómo odiaba esa sensación, ¿y quién no?

Aún tenía el presentimiento de que el fin de esto estaba llegando.

Empezó a llover. Lancé una carcajada. Qué irónico, yo no lloraba, no podía hacerlo, pero el cielo lloraba lo que mi alma no. Metí el libro bajo mi polera y mi canguro. Decidí ir a casa de una vez por todas, no quería que el libro se mojara.

Llegué a casa. Mamá estaba en la cocina y se acercó a mí.

- ¡Sebastian, estás todo mojado!

- Lo siento.

- ¿Dónde estabas?

- Con Matteo.

- Matteo llamó hace dos horas preguntando por ti.

Mierda.

- Si, perdón. Mamá... - Mamá miró el libro. Que saqué de bajo de mi polera cuando vi su mirada dirigiéndose a él.

- ¿Qué es eso? - preguntó señalándolo.

- Valeria...

Ella me miró, con su mirada de perrito abandonado, esa mirada que realmente demostraba lo triste que se sentía.

- Ve a leerlo. Primero cámbiate y abrígate. Por favor. Después hablamos del castigo que te daré por desobedecerme.

- Gracias mamá.

Subí a mi habitación. Me puse ropa seca y abrigada para evitar un resfriado. No sabía si quería leer la carta o no.

Pero lo hice. Agarré el libro, me senté en la cama y lo abrí. Después de la hoja del título, había un sobre. Dentro del sobre, estaba la nota.

Querido Sebastian.

Lamento todo lo que te hice pasar hasta ahora, todo lo que tuviste que averiguar de mí. Ya sé que sabes todo ahora.

No podía vivir con eso. Planeé todo, desde el avioncito de papel que te lancé, hasta lo del casillero de Matteo.

No sientas que lo que hicimos esa tarde en mi casa fue sólo por usarte. Te quise. Te quiero. Tenía que sentir cómo era hacerlo por amor, con cariño, no con odio, por obligación, y con tu padre.

Sé que da asco. Lo sé.

La semana que desaparecí fue cuando mi padre vino a casa. Me violó ¿y qué crees?

Si Seb, me embarazó.

Gracias por llegar hasta esto.

Gracias por leer mi historia. Por leer estas Notas a mi Muerte. Por leer mis pensamientos, mis sentimientos, todo.

Sebastian, me juraste algo, sobre este libro. ¿Recuerdas? Lo vas a cumplir, lee el libro, y si quieres, léelo conmigo. Puedes hacerlo.

Lo haré. Pensé ese instante.

Significaste mucho para mí. Espero haber sido eso para ti. Pero ahora debes dejar ir lo que pasó. Sigue adelante. Tendrás una buena vida y, sobre todo, serás feliz. Los dos lo sabemos.

Es muy probable que encuentres a otra chica que te haga feliz, que te dé un futuro. Por favor, no te cierres a esa búsqueda. No lo hagas. Busca por alguien que te acompañe el resto de tu vida. Los dos sabemos que yo no seré esa chica.

Gracias por formar parte de mi vida. Por darme una razón para continuar, aunque ya todo estaba perdido, quería continuar por tí.

Te amo Seb.

Nos volveremos a encontrar.

Con Amor:

Val Carter.

Era un hecho, esto había terminado. Había que dejar que todo pase, superar las cosas, porque siempre hay un momento, ese momento en el que te das cuenta de que tienes que dejar ir ciertas cosas, pero no las vas a olvidar, no, yo jamás olvidaría a Valeria Carter, sólo debes aprender a vivir con eso, y seguir adelante, porque esa persona, esa persona que tanto amabas, así lo hubiese querido.

Fui a recoger mi celular, llamé a Claudia.

- ¿Pasó algo, Sebastian? - Contestó de inmediato.

- Sí. La última nota ¿Qué hicieron con el cuerpo?

- Por apenas la saqué de la morgue.

- ¿Te dijeron algo?

- No. Yo ya no soy Claudia Carter, y no porque me haya casado, al escapar cambié mi apellido a Rivas, y al casarme a Dumas. No me dijeron nada porque nada comprobaba que ella era mi hermana.

- ¿Dónde la enterraron?

- La enterramos en el cementerio general, aquí.

Silencio.

- Está bien. - dije.

- ¿Qué decía la nota?

- Claudia... Estaba embarazada.

Estalló en llanto otra vez, no servía de nada consolarla.

- Tú... ¿Tú la embarazaste? - preguntó con la voz temblorosa.

- No Claudia. No. - respondí tratando de suavizar mi voz para tranquilizarla.

- ¿De papá? - preguntó entre llantos.

- Sí.

No hablamos más. Sólo lloró y lloró, y cuando creí que me quedaría más de un día entero escuchando su llanto y sus lamentos, ella habló.

- Ve cuando quieras al cementerio. Debo irme. Adiós Sebastian.

Y colgó, sin permitir que yo me despidiera de ella.

Notas a mi Muerte.Where stories live. Discover now