Capítulo 4

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A la mañana siguiente, me voy antes que alguien en la casa despierte y aparezco en la puerta de la casa de América, que me atiende en pijama y con cara somnolienta. Ni siquiera le digo lo que me pasa y ella —como buena amiga que es—, respeta mi silencio y sólo se dedica a contarme lo divertido que fue sacarse fotos para la campaña de su madre y lo molesta que se sintió la señora Thompson cuando ella y Delta decidieron posar de manera extraña, haciendo que todo el mundo pierda la seriedad del trabajo. Por dentro lamento haber seguido a mi madre y dejar a mis amigas. Recuerdo lo insensibles que fueron al lanzar esa bomba y lo estúpida que me sentí cuando nadie estuvo ahí para defenderme o apoyarme. Pero borro de mi cabeza todo lo que pasó ayer y me dedico a comer el desayuno saludable que nos prepara el cocinero de la familia. En la casa de los Thompson no hay comida chatarra y mientras como mis frutas cortadas, me arrepiento de no haber ido a desayunar a la casa de Delta, donde no hay nadie controlando lo que come.

Cuando es la hora de ir al instituto, Delta nos pasa a buscar. Se sorprende al verme salir de la casa de América pero no indaga en el tema porque ésta última le dedica una mirada de advertencia.

El resto de la mañana estoy en silencio y mi estado de humor es de color gris. Ni siquiera me molesto en tomar apuntes en la clase de literatura o acercarme a la cafetería a pedir algo de comer, incluso me aburro en la clase de francés.

Se me revuelve el estómago cuando recuerdo la escena del almuerzo y me siento enferma cuando imagino a mi padre firmando un trato con Petrov para salvar su cuello de pollo desplumado. También imagino la sonrisa de satisfacción de mi madre al saber que tiene a un hombre millonario en sus manos, sin siquiera tomarse la molestia en seducirlo.

—¿Nos vas a decir qué te pasa o te tenemos que sacar las respuestas a golpes? —pregunta Delta cuando estamos sentadas bajo un árbol, en la hora de descanso.

Suspiro y apoyo mi espalda en el tronco.

—Ni yo misma sé qué me pasa —susurro desganada.

Mi celular comienza a sonar por séptima vez en la mañana y esta vez es mi madre, las otras seis fueron mi padre. Tiro mi celular en el bolso y lo ignoro completamente, como las anteriores llamadas.

—¿No vas a contestar?

—Si es importante, van a venir al instituto —le respondo a América, despreocupada.

El celular de Delta comienza a sonar con una canción de Justin Bieber y atiende.

—¿Hola? —contesta confundida—. Sí, aquí está. —Me tiende el teléfono—. Tu madre —susurra antes de pegarme el auricular a la oreja.

—¿Qué...? —susurro pero es demasiado tarde para cortar—. ¿Qué quieres?

—¿Dónde mierda estás? Te estamos buscando.

—En el instituto —comento como si fuera la cosa más obvia.

—Déjate de ironías y acércate a dirección —suelta mi madre alterada.

—No, tengo clases en diez minutos.

—¿Dylan? —escucho la voz grave de un hombre que ahora tiene el celular de mi madre. Es Nicholas Petrov.

—¿Sí?

—Hazle caso a tu madre, es importante.

—No, no voy a hablar con ninguno de...

—Cierra la boca y ven —me interrumpe, autoritario—. Rita acaba de tener un accidente —informa elevando la voz.

Me quedo helada cuando lo escucho. Corto la llamada y comienzo a correr hacia la oficina del director, puedo escuchar a mis amigas corriendo detrás de mí y llamándome a los gritos. Cuando llego, Nicholas Petrov está junto a mi madre y ambos hablan con el director Meyer, también hay varios hombres vestidos de traje observando todo alrededor, como si estuvieran buscando algo.

Mi problema favorito #1 [EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now