Capítulo 32

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Nothing else metter — Metallica.

Se sienta a mi lado y acaricia mi cabello con delicadeza, como si fuera la cosa más frágil que existe en la tierra. Su mirada azul me tranquiliza, me reconforta saber que con una de sus miradas cálidas puedo sentirme segura. Y entonces aparece ese hormigueo en mi cuerpo que se expande por cada parte, es un cosquilleo que sólo ocurre cuando él me toca. Sus brazos me hacen sentir en casa. Estás en casa, me repito cerrando los ojos e inspirando el aroma a limón que se mezcla con su fragancia masculina. Adoro su perfume, hace que mi nariz cosquillee.

—Te dije que te iba a cuidar y...

—Siempre cumples lo que prometes —termino por él y sonríe al escucharme, con esa característica media sonrisa que me hace enloquecer—. ¿Cómo es posible que me sienta segura contigo? —pregunto mirándolo a los ojos. Sus zafiros se clavan en los míos, sorprendidos ante mi pregunta.

—¿Es una pregunta retórica o quieres que responda? —pregunta arrogante y dedicándome su mejor expresión de galán que le queda condenadamente bien. ¿Es que acaso en algún momento este hombre se ve horrible?

—Se supone que debo odiarte o al menos me tienes que resultar detestable —comento ignorando su pregunta porque sé que está provocándome—. Pero sin embargo aquí estoy, dejando que me acaricies el cabello como si fuera la cosa más normal del mundo.

—Y lo es... Creí que los matrimonios hacían eso.

—No somos un matrimonio real —respondo poniendo los ojos en blanco.

—Bueno pero nos parecemos mucho, por ejemplo no tenemos sexo —comenta divertido y solo puedo bufar ante su comentario. De repente se pone serio y su mirada se intensifica. Me acaricia la mejilla—. Evita hacer tus comentarios de siempre, pones en riesgo tu vida.

—¿Qué comentarios...? —pregunto confundida por su cambio de expresión. Mi pregunta se interrumpe por un ruido brusco que proviene a distancia.

—No hagas esto más complicado de lo que es. —Se levanta y comienza a alejarse de mí.

—¿Qué haces? ¿Me estás dejando sola? ¿A dónde vas? —Ya no puedo verlo, es una sombra a la distancia y de repente me encuentro en un cuarto a oscuras, como si estuviera completamente ciega, solo escucho ruidos que se hacen cada vez más perceptibles—. ¡Nicholas! —grito y mi voz suena con eco, que se esfuma como si una brisa se lo llevara.

Alguien me zamarrea y entonces la oscuridad desaparece, junto con la seguridad de tener a Nicholas a mi lado. De repente abro los ojos asustada y dolorida porque siento que alguien está apretando mis brazos con fuerza. Veo una figura borrosa delante mío, lo único que sé es que es de una contextura robusta y cuando la nitidez vuelve a mis ojos, me doy cuenta que es uno de mis secuestradores con pasamontañas.

—Buenos días princesa —suelta antes de arrastrarme fuera de la habitación. Todavía estoy adormecida y me tiemblan las extremidades, lo que no sé es si se debe a que todavía me encuentro medio dormida o porque le tengo miedo a este sujeto.

—¿Dónde están los demás? —pregunto cuando me ata a la silla. No protesto en ningún momento. El nudo en la garganta se agranda cuando me doy cuenta que todo fue un sueño que se convirtió en pesadilla demasiado rápido.

—Eso no te importa —contesta tajante mientras saca su navaja del bolsillo. Se acerca a mí de manera peligrosa y entonces entro en pánico.

—Escucha, no te conviene lastimarme, no te serviré moribunda —comento y se me escapa una leve risa nerviosa, intentando simpatizarle pero soy la hija de Henry Hall, seguramente quiera mi cuerpo en pedacitos—. ¿Por qué no lo piensas un segundo? ¿Acaso yo tengo la culpa de las estupideces que hizo mi padre? —pregunto y trago saliva cuando me acaricia con el filo del objeto punzante, sé que si me muevo accidentalmente me cortaré, así que contengo la respiración lo más que puedo.

Mi problema favorito #1 [EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now