Capítulo 24

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Reproducir: Scared to be lonely — Martin Garrix & Dua Lipa.

Cambio de canal con aburrimiento y me paseo por toda la habitación tratando de encontrar algo con qué desaburrirme, pero nada parece llamar mi atención. Es el tercer día de suspensión y todavía quedan dos semanas más. Si hay algo que detesto es tener que estar tirada en mi cama por horas sin tener nada que hacer. Siento que mi cerebro se está pudriendo por tantos comerciales y María ya me prohibió comer chatarra entre comidas, así que básicamente es una prisión porque al enterarse mi madre de la suspensión, le advirtió a Nicholas que si tenía internet, cable o contacto con el mundo exterior, iba a tomar cartas en el asunto. ¿Desde cuándo mi madre se comporta como una madre real? Aunque estoy segura que fue Rita la que la aconsejó y Nicholas obedeció porque ama burlarse de mí.

—Toc, toc. ¿Se puede? —pregunta María asomando su cabeza—. ¿Cómo se despertó hoy señorita Hall? —Deja la bandeja con mi desayuno sobre la cama y se abre las cortinas de par en par. Entrecierro los ojos y la miro furiosa—. ¿Hace cuánto que no se baña? Tiene el cabello grasoso —pregunta mirándome detenidamente cuando se acerca a la cama.

—¿Para qué bañarse si no tengo contacto con nadie? —pregunto dramatizando y metiéndome media tostada con mermelada de durazno. Tengo la espalda en el respaldo de la cama y las piernas extendidas bajo las sábanas, de brazos cruzados y fingiendo que toda mi atención está en conductor que intenta vender una máquina de hacer ejercicio mientras estás sentado.

—Deja que el ogro se revuelve en su mugre, María —escucho que comenta Nicholas.

No hace falta que voltee para saber que está de brazos cruzados, con una sonrisa triunfante y apoyado en el marco de la puerta. Lo ha hecho todos estos días, es como si se asegurara que esté pagando las consecuencias por no ser una alumna ejemplar.

—Pero ya comienza a apestar —murmura María como si estuviera cuchicheando con Nicholas, pero puedo oírlos perfectamente.

—Pronto se le pasará, está haciendo berrinche... —comenta Nicholas, restándole importancia—. Como fresa mimada que es.

Lo ignoro porque sé qué pretende y bebo mi zumo de naranja rápidamente, casi sin respirar. Me limpio los labios con el antebrazo como buena salvaje que soy y sonrío por mis adentros cuando se me ocurre una idea para que me dejen de molestar. Eructo como camionero, sonora y extensamente, haciendo que ambos volteen a verme sorprendidos, pero no reparo en sus miradas porque sigo cambiando de canal y comiendo como animal.

—¡Señorita Hall, qué son esos modales! —exclama María escandalizada por mi conducta.

Me quito la comida de los dientes con la uña de mi dedo meñique y me encojo de hombros.

—Son exhalaciones del alma, María, como los gases —comento y ella se pone roja por la vergüenza ajena que le causo.

—María, déjanos solos —ordena serio y ella lo obedece, llevándose la poca ropa que hay para lavar porque hace tres días que estoy con las mismas prendas, incluso la ropa interior.

Nicholas comienza a caminar por la habitación y se detiene frente al gran ventanal para observar la vista con ambas manos detrás de la espalda. Lo observo de reojo y cuando él voltea, vuelvo a enfocar mi vista en la televisión. Camina hacia mí y se sienta en el colchón, sin dejar de mirarme. Siento su mirada y me incomodo, pero no se lo hago notar, no quiero darle el gusto tan fácilmente. Resoplo cuando no dice nada y volteo a verlo con cara de pocos amigos.

—¿Qué quieres? —pregunto malhumorada porque estoy cansada que no me deje disfrutar de mi suspensión.

—Entiendo que lo de la beca te haya dolido pero...

Mi problema favorito #1 [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora