Capítulo 30

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Reproducir: Please don't say you love me — Gabrielle Aplin

Natalie me envía un mensaje de texto, avisándome que mañana es su último día en la ciudad y quiere ir de compras conmigo. Odio las compras. Le contesto que estoy encantada de salir con ella, aunque por dentro me quiero dar un tiro en el cráneo. Sigo preparándome para ir al instituto por última vez. Durante el día tenemos la entrega de diplomas y a la noche está el baile de graduación, por suerte convencí a América que no me incluya en la organización. Mi amiga rubia se compadeció por todo lo que estoy viviendo y sólo me encargó hablar con su madre sobre los vestidos que vamos a usar (y fue muy difícil tratar de convencer a la señora Thompson que no es una entrega de los Oscar sino una fiesta de graduación) y escribir el discurso que leerá Delta en la entrega de diplomas, aunque estoy segura que Aria era la mejor opción para causar emoción con palabras en la gente. No puedo quejarme, sé que si lo hago América me dará más trabajo. Estuve toda la noche armando el estúpido y sentimental discurso, sólo voy a comentar que es tan emotivo que las cebollas llorarán.

—¿A quién quieres engañar? No eres buena para estas cosas —le digo a mi reflejo mientras me pruebo el inservible sombrero de graduación que sólo sirve para tirarlo una vez que todos tendremos nuestros diplomas—. Esto es lo más ridículo que vi en mi vida —murmuro mientras me acomodo el cordón que cuelga de él, como si esa decoración aportara algo.

—Y espera a ver la bata azul —comenta Nicholas apoyado en el marco de la puerta.

Lo observo a través del espejo, viste pantalón y camisa negra, está peinado y estoy segura que si da un paso más sentiré su fragancia. Me mira burlón, como si le gustara verme con ropa ridícula. Se mofa de mí con superioridad, una altanería que quisiera destruir a golpes.

—¿Lo estás disfrutando verdad? —pregunto quitándome el sombrero.

Él termina de entrar a la habitación y Lola levanta su cabeza de la cama al notar su presencia, comienza a mover la cola peluda y se lo queda viendo. Sí, Lola, causa lo mismo en todas las heterosexuales... Y estoy segura que en los gays también.

—No tienes idea.

—Me alegra que hayas salido de tu agujero de Hobbit —comento volviendo a enfocar la vista en mi reflejo. Me arreglo la camisa del uniforme y me pongo las perlas de fantasía en los lóbulos.

—No me iba a perder tu graduación por nada en el mundo —comenta con sonrisa fingida.

—¿María te obligó, verdad? —pregunto poniéndome perfume. Él pone los ojos en blanco y al escuchar su leve bufido me doy cuenta que María sí tuvo que ver con que Nicholas saliera de su despacho de una vez por todas—. ¿Pudiste averiguar algo? —pregunto dando una última mirada a mi aspecto.

—Podemos estar seguros que la secretaria tuvo algo que ver, pero todavía no voy a delatarla, no a menos que pueda conseguir más información —comenta mientras junto los papeles donde tengo el discurso emotivo.

—¿Más información? ¿Cómo qué?

—No puedo dejar escapar esta oportunidad, alguien tuvo que decirle que no vaya a trabajar y estoy segura que ese alguien es una persona muy cercana a la que nosotros estamos buscando.

—Tu secretaria jamás será un topo para nosotros —comento negando con la cabeza porque sé, debido a la cantidad de series policiales que vi, que esos planes nunca salen bien.

—Sé muchas cosas sobre mis empleados que puedo usar en su contra —comenta y el aspecto siniestro que aparece en su rostro no me gusta nada, me recuerda a la expresión de Pierre en mi pesadilla.

Mi problema favorito #1 [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora