1 Aleksandra

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1519, Polonia inicios

Aleksandra, corre.

La joven sintió el viento golpear su rostro, de repente despertó en medio del campo junto a sus hermanas Jade y Romina, habían estado recolectando frutos rojos, pero se quedaron dormidas. De ante mano sabía que su amada madre les llamaría la atención y temía ser castigada.

Al levantarse observó que a lo lejos unos hombres se acercaban con rapidez a donde ellas se encontraban, Aleksandra reaccionó rápidamente pues levantó de inmediato a sus hermanas. No quería que nada malo les pasara, si algo ocurría sería su responsabilidad. Ella era la mayor, y ay madre no se lo perdonaría.

— ¡Arriba pequeñas! — exclamó Aleksandra — Vengan rápido, huyan por allá.

Jade y Romina despertaron ante el alboroto de su hermana mayor, ambas niñas se miraron asustadas al observar que un grupo de hombres se acercaba a ellas.

— Corran ya como les dije — les dijo Aleksandra temiendo lo peor.

Las pequeñas no dudaron ante el temor de ser atrapadas, Aleksandra se sacrificaría por el bien de aquellas a quienes amaba con toda su alma. La mayor de las hermanas llamó la atención de sus captores y se dejó agarrar con tal de que dejaran a sus hermanas.

— ¡No sé me acerquen! — intentó gritar Aleksandra, pero ya era demasiado tarde — Atrás.

— Si no corres no les haremos daño — le dijo uno de los hombres — Te tenemos.

En ese momento Aleksandra tomó una decisión, dejó que sus hermanas corrieran sin embargo ella no lo pudo hacer ya que de inmediato fue atrapada. El corazón de la joven se aceleró, tenía miedo mucho miedo y temia que lo peor pasara en este momento.

— ¡Malditos otomanos! — sollozó Aleksandra.

Un golpe, otro.

— Cállate — le gritó uno de los hombres quien la había tomado de los cabellos.

La tiró al suelo con fuerza propinándole una fuerte patada en la espalda, la joven sollozó al sentir aquel fuerte golpe.

— Todo es tu culpa maldita zorra, agradece que eres propiedad nuestra ahora.

— ¡Se nos fueron! — gritó uno de los hombres.

— No irán muy lejos — le dijo otro al mismo hombre que había hablado.

Aleksandra fue llevada junto a un grupo de muchachas entre los doce y diecinueve años de edad, serían llevadas al lugar donde el fuego y el amor son uno solo, el palacio de la dinastía otomana.

— ¿Cuál es tu nombre? — le preguntó una de las muchachas.

— Aleksandra, ¿Y el tuyo? — preguntó nuestra protagonista.

— Me llamó Esmeralda — le dijo aquella muchacha que era muy hermosa.

Esmeralda tenía un brillo especial en sus ojos que la hacía diferente a las demás mujeres que se encontraban ya en aquel barco. Era como un ángel caído del cielo para Aleksandra.

— ¿Nos van a lastimar? — le preguntó una de las muchachas a Esmeralda.

— No, al menos que te portes mal — le respondió Esmeralda — Debes de obedecer y hacer todo lo que te digan. No es necesario que nos esforcemos por escapar, no hay salida.

— Esos malditos son unos puercos — susurró Aleksandra — Me quitaron a mi familia, me alejaron de quienes amo y ahora estoy lejos de todos ellos.

— ¡Ya cállate Aleksandra! — le susurró Esmeralda temiendo lo peor — Nos pueden matar si sigues así. Entiendo tu dolor, créeme que lo hago. No podemos luchar.

Hürrem Donde viven las historias. Descúbrelo ahora