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Cerré la llave del agua y me senté en el borde de la bañera completamente desnuda, esperando los reglamentarios cinco minutos que marcaban las instrucciones del acondicionador para permitirle hacer efecto apropiadamente. A juzgar por las arrugas en mis dedos llevaba ya bastante tiempo bajo la regadera, pero no era lo más preocupante teniendo en cuenta las circunstancias.

Bañarme en el apartamento de Yoongi y Taehyung no era incómodo (del todo) y tampoco era la primera vez que lo hacía. En repetidas ocasiones me había visto obligada a recurrir a esta opción por urgencia, porque la carga de trabajo era pesada y Yoongi y yo no teníamos tiempo para regalar entre idas y venidas a mi apartamento. Y aunque ésta vez era una de esas, más que pensar en el trabajo, tenía la incertidumbre encima; aún me sentía sumamente inquieta por saber qué era lo que había ocurrido la madrugada anterior.

Juro que odié a Yoongi por despertar justo en el momento en el que Jungkook iba a soltarlo todo. Porque aunque le seguí cuestionando con la mirada, el más pequeño del grupo optó por quedarse callado nada más vio a Min acercarse a la cocina gruñendo como un oso a causa del hambre y la sed. Fue cuestión de tiempo para que dentro de su necesidad animal despertara a Jimin y Taehyung para pedir bulgogi a domicilio y comer juntos a las dos y algo de la tarde.

Siendo sincera llegué a pensar que Jungkook estaba jodiendo conmigo, porque para mi sorpresa todo el puto mundo se comportaba como si nada raro hubiese pasado. Como que habíamos tenido una noche de descontrol muy divertida en la que ninguno recordaba más allá del veinte por ciento de lo sucedido y todos vivían bien con eso. El único que parecía ido y muy jodido todavía era Taehyung; llegamos a la conclusión de que aún estaba colocado cuando pasó casi veinte minutos mirando las baldosas de la pared de la cocina sin decir absolutamente nada.

Todo lo demás fue tan normal que, no voy a mentir, me dio hasta miedo, pero procuré actuar lo más habitual posible para que nadie se fijara ni preguntara qué carajo me pasaba. Sabía que si alguno (qué va, mi preocupación tenía nombre y cabello rubio alborotado) se ponía a indagar sobre si había ocurrido algo con el suficiente poder y relevancia como para inquietarme de esa manera, me pondría de los putos nervios y eso nunca era bueno.

Jungkook se mantuvo callado la mayoría del tiempo aunque podía jurar que sentía su mirada, sus ojos oscuros clavados en mí de vez en cuando. Llegué a observarlo en respuesta esperando ganarme o encontrarme con algo más que su sigilo, pero fue completamente en vano.

Cuando terminamos de comer, Jimin y Jungkook optaron por irse a su apartamento porque Taehyung estaba demasiado muerto como para siquiera darles la hora. En el transcurso de la comida y la sobremesa me enteré de que ambos eran de Busan, que habían sido amigos desde el instituto y se mudaron a Seúl juntos para estudiar en la universidad de artes como Taehyung a quien, por cierto, conocieron en un campamento en el bosque de la montaña Biseulsan en Daegu varios años atrás. Una historia de amistad sin duda conmovedora... exceptuando la parte en donde los tres se habían vuelto locos con el tema de las fiestas y descontrol, convirtiéndolo en su filosofía de vida por lo menos una vez a la semana.

Aunque, hablando las cosas claras, yo no era nadie para decir nada al respecto.

Nada más se despidieron, Jungkook me lanzó de nuevo esa mirada extraña cargada de lo que interpreté como un "no diré nada, tienes mi palabra". Y joder, no entendía una mierda así que lejos de tranquilizarme sólo logró ponerme más nerviosa.

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—Me encanta que te cuides el pelo como una mujercita, Yoongi. Juro que sin acondicionador tendría un puto desastre de cabello ahora mismo.

staged » bts; myg.Where stories live. Discover now