40.

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Subí las escaleras a tal velocidad que creí dejar una estela de fuego tras de mí. Ni siquiera tuve que detenerme a buscar las llaves porque ya las tenía en la mano hace tiempo; prácticamente desde que salí del bar junto con Boi y subí al taxi encendida en furia. Forcé e insulté la perilla de la puerta de entrada, abriendo y cerrándola casi de un portazo.

El apartamento estaba hundido en un silencio sepulcral, aunque sabía muy bien que eso estaba a punto de terminar.

—¡Yoongi!

Dejé la mochila sobre los sillones de la sala y a pasos pesados caminé hasta la habitación que compartíamos; esa que muy pronto se iba a vaciar de mis pertenencias, mi presencia y mis buenos recuerdos.

Empujé la puerta, disparándola casi tan fuerte como una bala perdida. Ver a Yoongi sentado frente al computador con los cascos puestos no hizo más que acrecentar la maraña de ira que crecía dentro de mi estómago y luchaba a gritos por salir. Tanto fue mi enojo que, sin pensarlo dos veces, pasé de largo a su lado y tiré del cable del ordenador conectado a la corriente, apagándole todo de una sola.

—Seori, ¿qué mierd-?

—¡¿Por qué?! —vociferé empujándolo de un hombro aún si continuaba sentado. Yoongi frunció el ceño y me miró completamente extrañado, sin entender una mierda de mi actitud.

—¿Qué cosa? —notaba en su mirada que no entendía un carajo de lo que estaba pasando—. Seori, ¿qué te pasa?

—Qué me pasa... —murmuré— ¿Que qué me pasa? —sonreí con amargura poniendo una mano sobre mi cintura mientras pasaba la otra por mi cabello llevándolo hacia atrás. Jugueteé con la lengua en el interior de mis mejillas, paseando aquel visible bulto por ambos lados antes de continuar—. Creo que deberías saberlo, imbécil. ¡Pero mira! Soy jodidamente generosa así que te voy a dar una oportunidad.

—¿Una oportunidad de qué? ¿De qué carajo estás hablando?

—¿Hay algo que quieras decirme, Yoongi?

Para ese momento Min ya se había levantado de su asiento. Intentó acercarse a mí, pero sin dudarlo retrocedí un par de pasos hasta quedar casi bajo el marco de la puerta de la habitación, dándole a entender mudamente que le quería lejos, muy lejos de mí. Él no dejaba de fruncir el ceño e intercalaba su mirada afilada entre mis dos ojos, buscando respuestas o una mínima pista que le hiciera saber por qué estaba así de cabreada.

—No me follé a nadie más si es lo que estás pensando.

—Si lo hiciste pues felicidades, ¡me da puto igual! ¡Desde ahora puedes hacer lo que se te venga en jodida gana, idiota!

—¿Qu-?

—Eres un egoísta de mierda. ¡Un jodido mentiroso, manipulador e hijo de la gran puta!

—Seori.

Sus manos se afianzaron sobre mis hombros, ignorando toda seña que con mi lenguaje corporal le advertía que se alejara. Lo tomé por las muñecas y con una fuerza que no tuve ni idea de dónde salió le empujé hasta hacerle retroceder por lo menos un par de pasos. Para entonces el gesto de Yoongi se transformó en verdadera preocupación; casi puedo asegurar que por un momento sus ojos se hundieron en pánico al caer en cuenta de que en realidad quería apartarlo de mí a toda costa.

—Vale. No voy a tocarte, pero podrías al menos decirme...

—¿Y tú no tendrás algo que decirme, cabrón? —le interrumpí. La mirada de Yoongi seguía rebotando ansiosamente entre mis ojos encendidos en rabia—. ¿Algo que confesar que te hayas guardado por casi tres putos años? ¡¿Nada?!

staged » bts; myg.Where stories live. Discover now