14.

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No estaba segura de qué era lo que debía hacer, sentir o siquiera pensar. Desde la última presentación de Yoongi hacía no muchos días atrás todo se había empezado a descontrolar a mi alrededor sin hacer puto sentido. Y lo peor es que todo estaba desbocado con increíbles lagunas que no podía rellenar con facilidad; no tenía control sobre absolutamente nada más que mis acciones presentes, sin alcohol ni drogas de por medio.

Suspiré muy profundo, aterrizando en el último escalón del edificio viejo donde vivían Yoongi y Taehyung. Bajar cinco pisos no era tarea difícil (comparándolo con el esfuerzo que tenía que hacer para subirlos) pero extrañamente me había tomado más tiempo de lo usual. Como si mi cerebro hubiese mandado la orden a mis piernas de entorpecerme la tarea por la anticipación negativa que me estaba burbujeando en el estómago desde que cerré la puerta de su apartamento.

Me encogí en mi lugar, adentrando bien las manos en las bolsas de la sudadera a la vez que buscaba con la mirada el auto de Yoongi en el pequeño estacionamiento al aire libre. Más que por el vehículo, pude distinguirlo por la cabellera rubia meciéndose en el viento mientras aguardaba recargado en la puerta del conductor. Tenía los brazos cruzados y se pasaba la lengua de una mejilla a otra dentro de la boca, generando el visible y molesto bulto que delataba lo hecho fuego que estaba.

—No es necesario, Min —dije estando a eso de un metro de llegar frente a él, pero lejos de hacerme caso o siquiera mirarme, se giró para abrir la puerta y subirse—. Yoongi, que...

Recibí un portazo en respuesta y aquello no provocó más que me hirviese la sangre. ¿Quién mierda se creía? Me importaba un pepino si estaba molesto, celoso, indignado o qué carajo estuviera pasando por su oxigenada cabeza, pero bajo ninguna circunstancia iba a permitir que me tratara de esa forma. Prefería morirme antes de dejar que me jodieran con un portazo en la cara; me tenía sin cuidado si el autor era Yoongi, Buda o el puto presidente en persona.

Solté un audible gruñido e, importándome poco que estuviera en el auto, me seguí de largo buscando salir del estacionamiento a pie. Crucé los brazos mientras escondía los puños entre la sudadera blanca; la cual, por cierto, de haber podido me hubiese quitado en ese mismo momento para lanzarla sobre su maldito parabrisas.

Podía entender muchas cosas, incluso suponía que comprendía si estaba molesto por el tema de Taehyung (que horas antes me había enterado que no le hacía mucha gracia, pero justo hasta ese momento creí que estaba bromeando), sin embargo eso no le daba puto derecho a darme un portazo cuando le hablaba, como si estuviera tratando con un perro. Además, ni siquiera le había pedido que me llevara y si iba a hacerlo con esas mañas prefería largarme caminando hasta mi apartamento cagándome de frío antes que compartir oxígeno y espacio vital con él.

Percibí las luces del auto encendiéndose tras de mí y pronto el motor ronroneó, pero no me detuve. Seguí con la mirada al frente, los brazos cruzados abrazándome a mí misma y la boca torcida en una mueca que, por la fuerza con la que la estaba presionando, casi podría jurar que me quedaría así de por vida.

—Seori —escuché la voz de Yoongi llamarme una vez el coche se emparejó conmigo y sólo chasqueé la lengua sin dejar de mirar al frente—. Joder, no seas caprichosa. Súbete al puto coche.

—¿Caprichosa? —sonreí incrédula, demasiado mosqueada como para permitirme reír así fuera sarcásticamente— ¿El que se ensaña en llevarme y me cierra la puta puerta en la cara cuando estoy hablando me dice que soy caprichosa? Intenta volver a tu color natural a ver si se te acomodan las ideas, Yoongi, a lo mejor el rubio te ha volteado un tanto la cabeza.

—Tiene que ser una puta broma...

—¡Dime tú! —bramé, deteniéndome porque me estaba poniendo nerviosa que me siguiera con el coche—. ¿Tu portazo fue una puta broma, Min?

staged » bts; myg.Where stories live. Discover now