staged » bts; myg.

26.

No me sorprendió cuando los rayos de sol me pegaron directamente en la cara, anunciando más o menos las dos de la tarde. Me revolví en mi lugar, parpadeando con suma confusión cuando me di cuenta de que no estaba en mi apartamento ni en mi cama. El aroma, los colores, la habitación en general gritaba a todo pulmón "Yoongi" y, mientras me tallaba los ojos, empecé a recordar todo ocurrido unas horas atrás.

Nada más logré visualizarlo me dieron ganas de aventarme por la puta ventana. Joder.

Bufé muy por lo bajo, irguiéndome en mi lugar hasta sentarme. Yoongi estaba frente a mí, posado en su amada silla, dándome la espalda. Tenía sus audífonos de casco puestos y el programa donde solíamos componer estaba abierto. Seguramente estaría trabajando en algo nuevo y no pude evitar el sentirme triste, medio nostálgica. A fin de cuentas dejar de hacer música juntos era algo que nos afectaba en conjunto y supuse que por esa misma razón es que decidimos tomarnos un tiempo el uno del otro. Buscábamos adaptarnos, aceptar nuestra separación laboral y vivir el duelo.

Me relamí los labios con la boca y la garganta seca, sin embargo no emití sonido alguno pues por alguna razón no me sentía preparada para llamar su atención o enfrentar su mirada. En general tenía que aclararme bien la cabeza porque lo que había pasado (y estaba pasando) era demasiado como para poder manejarlo a la velocidad de un chasquido de lengua como normalmente lo hacía.

La noche anterior me había besado con Taehyung. Y no una, sino tres veces. Me sentía extraña porque no me había visto capaz de detenerle cuando yo solía ser de lo más plantada y centrada en ese tipo de situaciones. Si algo no me agradaba lo repelía enseguida. Por ello fue justo que me di cuenta de cómo eran las cosas bajo la reflexión de mis propias palabras:

Ni Taehyung ni sus besos me desagradaban.

Pero alto, a poner el freno de mano. Estaba completamente segura de que él no me gustaba en serio. Quiero decir, los sentimientos no eran similares a los que tenía por Yoongi, por ejemplo. Nada que ver.

Tal como le había dicho a Jungkook, por Taehyung no sentía más allá de una llana atracción física. Con Yoongi era algo más profundo, más del tipo de querer pasar tiempo juntos y desear estar cerca aún si no tenemos una etiqueta oficial como tal (y de hecho las etiquetas me resultaban incómodas). Puedo definirlo de manera más concreta como "el tipo de sentimientos que por lo general me causarían repulsión pero con él estaba bien porque era él". Por más puto absurdo que suene.

Viendo las cosas claras, ahora cien por ciento en mis casillas, logré entender la razón por la cual todo parecía tan incorrecto anoche. Mis sentimientos eran más fuertes que mis hormonas. Me sentí sumamente idiota. ¿Taehyung se había dejado llevar de la nada o lo había hecho a propósito? Según Jungkook, él sabía todo lo de Yoongi. De hecho me lo había confirmado en los mensajes de horas atrás que me molesté en revisar para rectificar que los entendí correctamente. Tae sabía que a mí me gustaba Yoongi y que él, de alguna forma extraña y a su manera, me correspondía.

¿No se supone que ellos dos eran amigos?

Chasqueé la lengua y negué con la cabeza decidiendo apartar el montón de pensamientos jodidos; hacerlos bolita y tirarlos en alguna esquina donde jamás se atrevieran a salir a la luz de vuelta. Taehyung fue un desplante solamente. Un desquite. Y estoy segura que yo fui lo mismo para él porque esta maldita tensión era recíproca desde que nos conocimos.

Como fuera, era cosa del ayer. Estaba segura (y en el caso contrario: debía asegurarme) de que nada de eso se repetiría.

Me estiré perezosamente y me escurrí hasta el borde de la cama, sentándome detrás de Yoongi mientras le miraba mover un montón de cosas en el programa. Mis sospechas eran ciertas: estaba trabajando en una melodía nueva. La curiosidad me inundó, sin embargo le dejé tranquilo y sólo me quedé observándole desde atrás sin siquiera acercarme hasta que, supuse, sintió mis ojos sobre su nuca. Se detuvo, se sacó los audífonos y mientras minimizaba el programa se giró sentado en la silla, observándome con una de sus cejas oscuras alzadas.