e p í l o g o.

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—Seori...

La vocecilla tras de mí me sacó del estado de catatonia en el que me había hundido desde que abrí los ojos, sólo dedicándome a mirar a la pared en total silencio. Había llevado a cabo una exitosa presentación el día anterior y me sentía sumamente cansada, sin embargo sabía bien que la razón de mi comportamiento aletargado y ausente no era justificación suficiente para mi condición actual.

Hoy era uno de esos días. Esos putos días en los que, aunque mi determinación no moría del todo, parecía que dormía a profundidad sin ganas de despertar hasta la mañana siguiente. La cabeza me dolía y sentía el maldito estómago revuelto como si me hubiese comido un puto restaurante yo sola aún si ni siquiera tenía apetito para probar algo cuando pasaban ya de las tres de la tarde.

—Hey.

El colchón se hundió tras de mí. Aunque inicialmente no volteé, una mano se postró sobre mi hombro buscando llamar mi atención, presionando con suavidad y cariño. Me pasé la lengua por los labios y, tomándome mi tiempo para cambiar mi gesto casi derrotado por uno menos patético, giré la cabeza en dirección a la suave voz que insistía por mi atención.

Jimin me observaba notoriamente preocupado. Sus labios esponjosos estaban fruncidos en un pequeño puchero que no pasó desapercibido aún si no quise prestarle sobrada atención. Y tras de él, recargado sobre el marco de la puerta, estaba Jungkook, tan callado y ausente como siempre.

—No has comido nada en todo el día, Seori —Jimin susurró con suavidad, restregando su mano con delicadeza contra mi hombro—. ¿Te sientes mal? ¿Quieres que te traigamos algo de medicamento?

—No hace falta —dije en voz igualmente baja, carraspeando la garganta mientras paseaba la vista del mayor al menor de nosotros—. Sólo estoy cansada.

—El evento de ayer ha sido una pasada. Lo has hecho muy bien así que es normal que te falten energías, pero...

—No es sólo eso, noona —Jungkook intervino con la mirada perdida en algún punto del piso antes de clavarla sobre nosotros—. Lo sabemos.

Chasqueé la lengua y sonreí de medio lado sin querer cruzar la vista con Jeon, porque sabía que mirarle a los ojos era prácticamente delatarme; concederle la razón.

Habían pasado ya unos cuantos meses desde lo ocurrido entre Yoongi y yo. Jimin y Jungkook me habían recibido en su apartamento desde el primer día sin hacer una sola pregunta y, a pesar de que pensé con insistencia no molestarles por más de una semana y marcharme en cuanto pudiera, terminé rentando una habitación en aquel apartamento que era bastante grande para los dos solos.

Adaptarme a ellos fue sobradamente sencillo, pues además de que ya les conocía hasta en las situaciones más absurdas gracias al alcohol o la María —cortesía de las fiestas locas a las que Taehyung solía invitarme—, jamás fueron entrometidos respecto a la situación que me había hecho apartarme de todo lo que tuviera que ver con el imbécil de Min Yoongi.

Se habían enterado, por supuesto, pero no por preguntar voluntariamente. De hecho había sido yo en alguna de esas múltiples borracheras (entre litros y litros de alcohol, raps agresivos y escalofríos por los malditos recuerdos) quien les había terminado de contar todo con puntos, pelos y señales. Hasta el más mínimo detalle.

Estaba orgullosa de mí pues en ninguna de esas ocasiones me había largado a llorar. No había derramado una sola lágrima a pesar de que repetidas veces estuve a punto de hacerlo. No de tristeza, quería convencerme, sino de rabia. Sin embargo, era consciente de que ni la situación ni mucho menos Yoongi se merecían tanto de mí.

staged » bts; myg.Where stories live. Discover now