Víctor es un joven alfa triste que perdió a su prometido en un accidente y al negarse a progresar intenta reiteradas veces suicidarse hasta que un día conoce a Yuuri, un omega que es atendido en el mismo hospital al cual él llega, al principió Vícto...
Si había algo que siempre se lamentaba Víctor cada mañana al despertar era el hecho de sentir que no le había dicho suficientes veces cuanto lo amaba, cuanto adoraba su aroma al despertar y el calor de su cuerpo al dormir, el no haber dejado su besos suficientemente tatuados en su piel y su voz siempre grabada en su memoria, se arrepentía de no haber tomado suficientes fotografías con él y las últimas palabras que le dirigió. El verse al espejo cada mañana y mirar aquella cicatriz en su rostro era un constante recuerdo que se aferraría eternamente a él al igual que sus sentimientos, no permitiría que nada tratara de arrancárselos, ni siquiera su estúpido instinto de alfa.
Cuatro días habían pasado y al fin podría irse, Masumi se había comprometido a ir cada semana a revisar que siguiera bien, esa había sido la condición que dio la trabajadora social para que pudiera salir, no le agradaba la idea, pero era mejor que estar encerrado en el hospital donde el recuerdo se hacía más presenté, cada vez que cerraba los ojos podía oír nuevamente el momento en que se lo decían, cuando le recordaban que él ya no era parte de este mundo, ese dolor lo hacia perder el control al punto de querer golpearse la cabeza contra la pared hasta quedar inerte en el piso y aquellas manchas de sangre cubrieran por completo su rostro, pero no lo haría, era un cobarde y quería morir sin dolor.
Estaba listo para salir, se había cambiado y cepillado su cabello, estaba un poco largo, llegaba a sus hombros, no lo había cortado desde aquel día que Yusuke lo había hecho, quería dejar todo tal y como él lo había dejado. Masumi llegó por él y llevaba un ramo de rosas azules —Victor, necesito un favor, el chico que te presente ¿lo recuerdas? — era más que obvio que si, por alguna estúpida razón no podía sacárselo de la cabeza, pero el no tenía por que saberlo —Si, ¿qué con eso? — le entregó el ramo al peliplata mientras se alejaba —las trajeron para él, quiero que se las lleves por favor, yo debo firmar tu alta — comentó por último mientras salía de la habitación dejando a el alfa en una encrucijada, no quería verlo, sólo con aquella vez había bastado para que se sintiera extraño, pero ¿que otra opción le quedaba? Masumi era un buen amigo y ya le había ayudado demasiadas veces como para quedar le mal con algo tan pequeño y simple.
Subió al siguiente piso y se encaminó hacía la habitación del nipón cuando nuevamente aquél dulce aroma volvió a atraerlo pero esta vez estaba acompañado de una tierna voz, se acerco lentamente a la puerta y en ese preciso momento sintió el cálido camino que dejaban sus lágrimas que comenzaron a brotar rápidamente de sus fríos ojos.
Mou hitori de arukenai toki no kaze ga tsuyosugite ah... kizu tsuku koto nante nareta hazu dakedo ima wa Ah... kono mama dakishimete nureta mama no kokoro wo kawari tsuzukeru kono toki ni kawaranai ai ga aru nara Will you hold my heart namida... uketomete mou... kowaresou na all my heart Forever love, forever dream afureru omoi dake ga hageshiku setsunaku jikan wo umetsukusu oh! tell me why all i see is blue in my heart
Esa canción... Esa maldita canción ¿por que él la estaba cantando? ¿Porque tenía que ser él?
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