ENTRE NOTAS Y CUERDAS

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Había pasado una semana desde aquel casual encuentro, y Víctor seguía encerrado en su habitación, enojado consigo mismo y muy confundido; había estado evitando a Masumi, no quería que mencionara al chico durante la conversación, de ese modo evitaría pensar constantemente en él. Pero vaya que estaba equivocado, encerrarse en su habitación no causó sino el efecto contrario, ahora no dejaba de pensar en él. No podía sacar de su cabeza aquellos hermosos orbes chocolate tan llenos de vida, de ilusión y de inocencia, una que retozaba en todo su ser, no podía evitar volver a ver en sus pensamientos aquella deslumbrante sonrisa que pintó en su rostro mientras jugueteaba entre los cerezos, aquellas rosadas mejillas que se ruborizan con facilidad, sus bellos y llamativos labios, pero por sobre todas las cosas no podía dejar de pensar en aquel exquisito aroma, ese delicado toque de dulzura seguía grabado a fuego en su cabeza sin pretender querer ser borrado.

Después de haber regresado aquél día a su departamento molesto por las insinuaciones de Masumi, el alfa había decidido que la mejor manera de callar esas voces en su cabeza era durmiendo, pero aquello fue un grave error; al recostarse sobre su cama y hundir su cabeza en la almohada se llevó la triste sorpresa de no encontrar el olor de su omega, tomó la almohada con evidente sorpresa y desesperación en su mirada, pegaba aquella tela a su rostro una y otr vez buscando el tan preciado aroma sin éxito, aquel delicado aroma a moras había desaparecido dándole paso a un aroma a vainilla con un ligero toque de canela, pero ¿qué significaba eso? Ya en ese punto no entendía nada y en su frustración acabó haciendo retazos la almohada para después caer en cuenta de la tontería que había hecho. Antes había olido a cientos de omegas sin que eso sucediera, pero no, ese omega era especial, era diferente y ahora una semana después no podía sacarlo de su cabeza y mucho menos con esa imagen que se había impreso en su memoria, el recuerdo del omega estando contra el árbol, él apunto de robar un beso de aquellos virginales labios —Esto... Esto no esta bien, Yusuke es mi omega, ¡¿por que mi estúpido instinto me traiciona?!— no lo entendía, ¿acaso no eran suficientes supresores como para que su instinto se quedará dormido junto con su celo? Pero Víctor parecía no comprender que las cosas eran diferentes, no puedes detener lo inevitable.

Por otro lado, pero con el mismo debate interno se encontraba Yuuri, sumergido en sus pensamientos como si fueran agua, eran tantos que sentía que podría ahogarse en ellos. Aunque para él las cosas eran un poco más claras, era más que obvio que gustaba del alfa, pero ¿por qué? Era una persona fría, antisocial, deprimente, prepotente, egocéntrica y a pesar de todo eso no entendía cómo era que no podía dejar de pensar en él, en aquel momento donde casi robo su primer beso, esa profunda e incitante mirada, tan diferente a la que había visto tantas veces en sus sueños, era un poco alejada de la realidad, aquel aroma a hierbabuena fresca lo hundía aún más en los recuerdos y aquellas tajantes palabras lo regresaban a la triste realidad —Debo estar loco ¿cómo puede gustarme alguien así?

No, debía dejar de pensar en ello y despejar su mente de esos pensamientos que hacían que su corazón latiera como loco amenazando con salir de su pecho y que a su vez amanzaba con dejar ir también aquellas mariposas que se habían adueñado de su estómago y la mejor manera era ir al centro cultural, en aquel lugar tenían un precioso piano de cola, un Steinway, al cual llevaba años sin ponerle una mano encima y este parecía ser el momento preciso, mataría dos pájaros de un tiro, tocaría nuevamente y a su vez podría aclarar su mente. Se encaminó a aquel lugar, estaba cerca de su casa, solo debía caminar un poco, lo único era que parecía contraproducente, pues caminar también lo ponía a pensar ¿por qué Víctor actuaba de esa manera? Nadie podía ser así solo porque sí, debía haber una razón detrás de todo eso, algo que lo había lastimado lo suficiente como para querer apagar su felicidad de un momento a otro ¿en algún momento el sonreirá? ¿Alguna vez habrá amado? O será que le rompieron el corazón. Tanto se había sumergido en sus pensamientos que no se había percatado que ya había llegado, entró en el centro y se dirigió rápido al salón donde se encontraba esa pieza de arte, había ahí un Steinway B-211 conocido a menudo como el piano de cola perfecto, esto debido a su rica escala de matices sonoros y sus tonos tan llenos de alma. Ahora él estaba dispuesto a dejar parte de su alma salir con cada sonido desprendido de aquellas teclas.

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