El Primer Soslticio

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Año 1355 CC

La noche del solsticio tocaba a su fin. Comenzaba el invierno en el hemisferio sur de Godabis, quinto planeta del Sistema Mira Omega, en la Fraternidad de Cetus. Una noche gélida y oscura, sin más luz que el mortecino resplandor de la nieve bajo las llamas vacilantes de las teas en el Anfiteatro. Una plataforma ocupaba la cabecera norte del inmenso recinto abierto. Al pie de la plataforma, bajo la fina nevada que caía desde el crepúsculo, las cincuenta niñas se apretaban unas contra otras, y el rumor de sus túnicas al rozarse despertaba ecos en las antiquísimas rocas que las rodeaban.

La Regente de la Alta Escuela de la Orden de Syndrah avanzó con paso lento. Su grueso manto blanco cubrió los últimos peldaños cuando se detuvo en lo alto de la plataforma, y su sombra se proyectó larga y oscura sobre las figuras inmóviles bajo ella. El viento pareció detenerse en las ramas cuando giró para enfrentar a las muchachitas. A su izquierda se ubicó la Asistente del Sector Occidental con sus dos secretarias, las cinco Tutoras se alinearon en la escalera a su derecha, la Censora permaneció varios pasos más atrás, casi invisible desde el predio central.

Las niñas inclinaron la cabeza en señal de respeto cuando la Regente las enfrentó. El silencio creció hasta hacerse casi palpable, y todas se estremecieron al sentir la penetrante mirada que las recorría desde el rostro en penumbras. La Regente movió la cabeza en un fugaz asentimiento. Podía sentir el miedo de esas niñas, lo comprendía a la perfección: varias décadas atrás, ella misma había estado en esa misma situación. Se trataba de un miedo casi supersticioso, por completo instintivo, con un origen bien definido: ninguna de ellas sabía con exactitud qué les esperaba allí.

Con doce años convencionales todas ellas, nacidas en distintas condiciones sociales y culturales, provenían de los más diversos puntos de la Galaxia. Antes de cumplir su primer año de vida, habían sido señaladas como Elegidas: tendrían el privilegio de intentar convertirse en Altas Sacerdotisas de la Orden.

Ninguna de ellas lo sabría hasta la Danza que marcaba su ingreso a la pubertad.

Para ellas, esa noche no había significado lo mismo que para las demás muchachitas de Tradición Lunar: cuando se disponían a hacer su entrada en el Círculo, cincuenta encapuchadas con la Estrella de Ocho Puntas bordada en oro en sus mantos se habían presentado en otras tantas Hogueras en busca de las Elegidas. Y las niñas habían tenido que seguirlas, dejándolo todo atrás para embarcarse en las sofisticadas naves de la Orden, sin más equipaje que las togas y mantos rituales que vestían.

Así habían comenzado una jornada que implicaba sólo el primero de una larga serie de cambios que las marcaría de por vida.

Porque muchas son las mujeres de todas las edades que ingresan anualmente en los diferentes Centros de Instrucción que la Orden tiene en todo Kor, pero estas niñas no conocerían ninguno de esos Centros: ellas ingresarían a la Alta Escuela, situada en el rincón más oculto de Godabis, planeta cabecera de la Orden. Allí, en el cuadrante sudeste, cercado por la cordillera más alta de ese mundo, donde brotan los manantiales que alimentan los mares, y las montañas se alzan desnudas hasta el cielo, se encuentra el Valle Sagrado. El Río, nacido en las alturas del monte sagrado La Escala, atraviesa el Valle de norte a sur. Y su corazón es la Colina.

Dice la leyenda que Syndrah, la Madre, la Estrella, escoge cada tres años a aquéllas destinadas a convertirse en Sus Hijas dilectas, responsables de representarla en los círculos más altos de la Orden y la Galaxia toda. Y es en la Alta Escuela donde son educadas para convertirse en dignas portadoras de Su Luz.

En aquella glacial noche de invierno del año 1355, en el antiquísimo Anfiteatro de la Colina, cincuenta niñas estaban dando su primer paso en el Camino de la Madre.

Las Hijas de SyndrahWhere stories live. Discover now