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La noche se cerraba cuando alcanzaron el lugar donde acamparían. La temperatura era tan baja, que las tiendas se cubrían de escarcha apenas las montaban. Las muchachas y Yed se refugiaron en la primera, dejando que Vega y Lesath se encargaran de terminar de montar el campamento. Lune, exhausta y dolorida, se quedó dormida apenas se deslizó dentro de su saco. Yed la cubrió con una manta térmica mientras Vania y Andria preparaban la cena a sólo dos pasos.

—Gracias a la Madre están vivas y bien —susurró Vania—. Tuve miedo por ustedes.

—Yo también —murmuró Andria.

Un ademán de Yed les ordenó silencio.

En la cuarta tienda, Vega y Lesath protegían el equipo para que no se helara durante la noche.

—Yed perdió el control esta tarde al ver a su Discípula en peligro —comentó Lesath.

Vega sonrió de costado ante su acento reprobador. —¿Te has detenido a preguntarte cómo habrías reaccionado tú si se hubiera tratado de Vania?

Lesath frunció el ceño, sin comprender.

—Pues creo que tú y yo habríamos reaccionado exactamente igual —dijo Vega con calma.

El otro Maestro hizo un ademán de protesta que hizo que la sonrisa de Vega se acentuara.

—Sé lo que piensas acerca de la familiaridad con nuestras Discípulas. Pero ante todo debemos evitar engañarnos a nosotros mismos.

—¿De qué hablas?

Vega le palmeó el hombro y abrió la tienda. —Vamos a cenar. Ha sido una jornada larga para todos.

Andria despertó en medio de la noche conteniendo un grito. Las imágenes del accidente habían poblado sus sueños, y aún podía ver el cuerpo inerte de Lune balanceándose entre las paredes azuladas de la grieta. La presión de una mano en su hombro la hizo estremecer.

—Tranquila, ya pasó todo —susurró Vega.

Ella asintió con una temblorosa inspiración y alzó la vista. El resplandor rojizo del calefactor dibujaba la silueta de Vega sentado en su saco e inclinado hacia ella.

—Yo... —murmuró—. Tengo miedo... No sé si podré hacerlo, Maestro. Lo siento...

—Intenta volver a dormir. Mañana lo hablaremos.

Andria sintió que las lágrimas amenazaban desbordar sus ojos y volvió el rostro para ocultarlas. —Lune y yo estuvimos a punto de perder la vida hoy. Ella no está en condiciones de continuar y no estoy segura de mi propio estado físico. Puedo quedarme a cuidarla.

—¿Tú crees que permitirá que la dejemos aquí?

Ella volvió a enfrentarlo, desconcertada. —¿Van a permitir que se arriesgue a seguir la travesía?

—Ella debe decidirlo. Tú la conoces mejor que yo, ¿qué crees que hará?

Andria dejó oír un fuerte suspiro. Lune jamás se dará por vencida.

—Podemos esperarlos aquí si lo deseas.

La suavidad de Vega la hizo envararse, enfadada. —Si Lune continúa, yo también —replicó.

La mano de Vega bajó a buscar la de Andria y la presionó. La muchacha sintió cómo su Maestro intentaba alejar el miedo y la angustia que la turbaban. Trata de protegerme... ¿de mí misma?

—No es necesario, Maestro, yo... —murmuró.

Un pesado sopor la inundó, y Vega la instó a volver a acostarse. Su voz sonó distante y opaca.

Las Hijas de SyndrahWhere stories live. Discover now