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Un suspiro tembloroso agitó el pecho de Andria y Vega presionó su mano para que se tomara un descanso. Pero ella lo ignoró.

Los rumores de lo ocurrido cuando Lune y Vania subieran a la Casa de la Colina habían llegado al Sector Septentrional, donde Vega se hallaba entonces. Habían sido sancionadas con dos días de incomunicación en una celda de castigo, pero su osadía había comprometido la situación de la Asistente del Sector Oriental y todo su personal. Era la segunda oportunidad en que esas muchachas hacían tambalear la posición de personal jerárquico de la Escuela, y Pollux volvía a estar implicada. La primera vez había perdido su cargo como Maestra de la Primera Etapa, y luego había visto amenazado su trabajo como Jefa de Seguridad de la Escuela.

Esa tarde la propia Lena se había presentado en el Taller a comunicarles que Lune y Vania habían sido descubiertas y el traslado de Zamir había sido denegado. Por la noche, tan pronto se hizo hora de apagar las luces, Dagan y N'lil, las dos muchachas restantes de la casa de Lune, acudieron en secreto a la de Andria. Y poco después se les sumaron Tirra, Ilón y Narha. Después de lo ocurrido, y con Zamir enferma y prisionera de Pollux en el Campo de Deportes, a ninguna le importaba si acababan llenando todas las celdas de castigo disponibles en el Edificio Principal.

Apenas Xien y Elde salieron para ir a ver a Zamir, Ilón se acercó a Andria.

—Estate lista, Dirmale —le dijo en voz baja—. Tal vez debas salir pronto.

Andria frunció el ceño. —¿Tuviste otro sueño?

—Roguemos que me haya equivocado.

Poco después Munda corría a abrir la puerta de la despensa, donde sonaron dos golpes. Ilón tomó el manto de Andria y se lo tendió con una mueca. Oyeron el rumor de un sollozo y todas se apresuraron tras Munda. Al ver a Ilón, Elde esquivó a las demás y abrazó a su amiga llorando desesperada.

—¡Zamir está agonizando! —gimió—. ¡Oh, Madre, se está muriendo!

—¿Dónde está Xien? —inquirió Andria.

—Quiso quedarse con ella... Zamir no verá la luz del día... ¡Oh, Madre, Madre! Ella...

—¿Lograron entrar y llegar a ella? —la interrumpió Munda.

—Sí, pero Xien no podrá salir sin ayuda. Entramos por el tragaluz y...

Andria se abrió paso hacia la puerta posterior.

—Yo iré por ella —dijo, y enfrentó a sus hermanas, que la miraban sobrecogidas—. Si algo sucediera y no regreso con Xien en una hora, deben irse y fingir que ignoran dónde estamos, porque estaremos detenidas.

Tirra se adelantó y besó su mejilla.

—La Estrella te proteja, hermanita. Ve y llévale todo nuestro amor a Zamir —dijo con su dulzura habitual.

Andria salió sola de la Casa, saltó la pared de la huerta y corrió hacia al Campo amparada en las sombras. El corazón golpeaba su pecho con fuerza, y la angustia parecía prestar más rapidez y agilidad a sus piernas. Ni siquiera se preocupó por fijarse si los terrenos circundantes al estadio estaban vigilados, o si los perros pastores merodeaban. No se detuvo hasta caer de rodillas ante uno de los tragaluces del gimnasio subterráneo.

Vio a Zamir tendida en un jergón con Xien a su lado, estrechándole una mano y acariciándole el pelo. Se movió hasta otro tragaluz frente a ellas y tamborileó en el vidrio con los dedos. Xien aguardaba la señal y alzó la cabeza. Estaba pálida, sus ojos enrojecidos. No había nadie cuidando a las enfermas, y Xien le indicó que empujara la parte inferior del ventanuco hacia adentro y se deslizara por allí.

Andria estuvo con ella en pocos segundos. Se inclinó para ver a Zamir y retrocedió de inmediato horrorizada. La palidez de la muchacha era tal que hasta sus labios, hinchados y resquebrajados, habían perdido color. Su rostro estaba inflamado, y los párpados hinchados, temblaba de pies a cabeza y respiraba con dificultad.

—Esperaba a Elde —susurró Xien.

Andria sólo pudo menear la cabeza. Zamir entreabrió los párpados y sus ojos multicolores se posaron en ella. Aquella mirada siempre risueña, tan luminosa, era ahora vidriosa y turbia. Intentó sonreír, mas sólo pudo esbozar una mueca que no tardó en borrarse. Andria deglutió, luchando por controlar su espanto. ¡Gran Madre! ¿Qué es esta enfermedad? ¿Es posible que este despojo sea cuanto queda de nuestra Zamir?

—Andria... —murmuró Zamir en un hilo de voz—. Tú... tú eres de Mira Prime... Cuando regreses, ve a Ascet y...

—Buscaré a tu familia —asintió ella tomando su otra mano.

—Diles que los amo... Díselo a mi madre... Y también a... a...

Zamir se ahogaba al hablar, y no logró terminar la oración.

Xien le acarició la frente para calmarla. —Yo le explicaré dónde encontrar a Camed —dijo—. Ahora descansa, querida.

Zamir frunció el ceño y tosió.

—No... No queda... No hay tiempo —resolló.

Xien y Andria supieron que era verdad y lucharon contra su propia necesidad de llorar, huir, gritar, dar rienda suelta al dolor y el miedo que sentían, el horror por la terrible máscara con que la muerte les arrebataba a su hermana.

—Hermanitas... —murmuró Zamir.

—Las muchachas te envían todo su amor —dijo Andria con voz temblorosa.

—Hermanas... —repitió Zamir, y estrechó sus manos con un vigor que las sorprendió.

Entonces sus ojos se pusieron en blanco y se estremeció violentamente. Sus facciones se contrajeron mientras duró aquel súbito espasmo. Pero fue sólo un momento. Pronto sus ojos se cerraron, sus dedos se aflojaron, y la hermosa cabeza se inclinó sobre un hombro.

Xien se llevó la mano laxa a la boca, empapándola con sus lágrimas al besarla. Andria se cubrió los ojos y se mordió el labio hasta casi hacerlo sangrar. Hubiera querido llorar. El pecho le dolía y sentía un nudo en la garganta que apenas le permitía respirar. Pero sus ojos estaban secos. Secos y vacíos, pensó con amargura. Un gemido ahogado reclamó su atención. Xien, que hasta entonces mostrara una entereza admirable, lloraba con el rostro hundido en el pecho de su amiga muerta.

La puerta al otro extremo del gimnasio se abrió y Yasna entró a todo correr.

—¡Pollux viene hacia aquí! —exclamó, agitada—. ¡Deben irse!

Andria se incorporó de un salto y sujetó los hombros de Xien, obligándola a apartarse de Zamir y ponerse de pie. Yasna vigilaba el pasillo desde la puerta. Xien miró a Andria con ojos desorbitados, aunque se dejó conducir bajo el tragaluz. Yasna las urgió a apresurarse con un gesto.

—Sube —dijo Andria, señalando el tragaluz.

Xien la enfrentó como si no comprendiera y no se movió.

—¡Sube, por la Estrella!

Entonces pareció reaccionar. Apoyó un pie en las manos de Andria y se izó alzando los brazos. Se aferró al delgado marco y logró trepar y arrastrarse fuera. Desde allí le tendió la mano a Andria, pero ya era demasiado tarde: los pasos de Pollux resonaban en el corredor, muy cerca del gimnasio.

—¡Vete! —le ordenó Andria.

Xien mantuvo la mano tendida hacia ella. —¡Es una locura! ¡Vamos, sube!

—¡Vete!

La puerta se abrió bruscamente de par en par, empujando a Yasna a un costado. Xien retrocedió, saliendo del haz de luz que se proyectaba sobre el pasto. Y Andria giró para enfrentar con los puños apretados a Pollux, que caminaba hacia ella con su paso felino y una sonrisa burlona. Frente a frente una vez más. Visitemos a Lune y Vania.

Las Hijas de SyndrahWhere stories live. Discover now