25

79 22 2
                                    

Lune Kailhaa — otoño 1357

—¿Quién se encargó de la leña ayer? —preguntó Munda mientras Elde recogía los tazones del desayuno.

—Nosotras —respondió Andria.

Sin que precisáramos decir más, nos pusimos en movimiento. Desde que Lena nos explicara cómo organizarnos, dos años atrás, habíamos establecido un orden fijo para las tareas y pares fijos para realizarlas en turnos rotativos. De modo que bastaba con que una de nosotras dijera qué había hecho el día anterior para que todas supiéramos qué nos correspondía hacer entonces.

Lena se despidió de nosotras y dejó la casa. Narha y yo salimos tras ella rumbo al Taller de Cerámica y lo rodeamos para internarnos en el bosque al norte del Sector Occidental. Caminábamos a buen paso sobre las primeras hojas secas del otoño, y nos adentramos en el bosque hasta la orilla del Cauce Viejo, donde los árboles añosos y los troncos caídos, cubiertos de musgo, parecían dormitar al arrullo del agua. Dejé el hacha y busqué un lugar al sol, para tenderme de espaldas en la hierba con las manos bajo la cabeza, los ojos cerrados y una brizna de pasto entre los labios. Narha se sentó a uno o dos pasos.

—Pues en verdad eres dorada —dijo de pronto—. Y el sol hace que tu piel parezca bronce.

Sonreí al escucharla.

—¿Son todos así en Seria Finalis? Quiero decir, como tú, dorados.

Largué una risita. Eso era lo que más me gustaba de Narha: que era espontánea y simple, y sobre todo sincera. Alguien en quien podía confiar plenamente.

—¿Son todos rojos en Heradius? —tercié, burlona.

Narha se llevó una mano al pelo con gesto inconsciente. —Por supuesto que no, pero somos mayoría.

—Pues nosotros, los "dorados", somos minoría.

—Oh... ¿Y significa algo en especial?

—¿Qué tus padres tienen genes recesivos? —Volví a reír—. Sí, tiene un significado: sólo los militares y sus familiares directos son "dorados". Ya sabes, ser la frontera del Sistema hizo que nuestras fuerzas armadas se transformaran en algo así como una aristocracia guerrera durante las Guerras. "Los guardianes de Mira Omega" y todo eso. Somos un pueblo muy conservador, de modo que los miembros de la elite se casan entre sí. Hemos acabado formando un clan cerrado para preservar la pureza de nuestras virtudes hereditarias, y también nuestros defectos.

—Entonces eres cierta clase de noble.

—Mi abuela te felicitaría si pudiera escucharte. Es una tontería, pero muchos lo creen y lo defienden a ultranza. Mi familia se enorgullece de nuestra genealogía, llena de altos jerarcas militares, y se esfuerza por inculcar ese orgullo en las nuevas generaciones. Aunque haga más de mil años que ninguno de esos jerarcas ve nada parecido a una batalla. Es odioso, porque te obliga a seguir una etiqueta que establece el momento, lugar y forma de absolutamente todo cuanto pueda sucederte desde que naces hasta que te mueres.

—Tú has quedado eximida de eso al ser Elegida.

Me encogí de hombros. —No hice sino cambiar una etiqueta por otra. Y los códigos de la Orden parecen aun más complejos y rígidos que los de mi raza.

Nos quedamos en silencio. Sabía que Narha me contemplaba con curiosidad. No podía evitarlo. Le divertía verme aprovechar cuanta ocasión tenía de disfrutar el sol. Sabía que esa mañana de otoño para mí era más calurosa que el verano más tórrido de mi mundo. Ella opinaba que vivir en una tierra tan fría debía ser terrible. Para nosotros, los nativos de Seria, el frío es algo natural. El nuestro es el noveno y último planeta del Sistema, habitable sólo desde los diez grados de latitud norte a los diez grados de latitud sur.

Las Hijas de SyndrahWhere stories live. Discover now