8. La Semilla de la Duda

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Entro a la cocina pero no hay nadie—algo inusual ya que siempre se encuentra ahí Claudia— salgo en búsqueda de ella en el jardín pero tampoco la encuentro ahí, camino arriba abajo recorriendo la casa en búsqueda de ella pero era como si se la hubiera tragado la tierra o puede que...

Oh no

Me acerco a la oficina de mi padre y pego mí oído a la puerta pero no se escucha nada, al parecer no hay nadie ahí.

Escucho ruido que proviene de la cocina, voy corriendo y suspiro aliviada.

—Libby, ¿se te ofrece algo? — dice Clau al verme.

—No—sonrió y doy media vuelta pero de inmediato cambio de opinión— que te parece que te ayudo con la comida y luego platicamos, tiene mucho que no nos sentamos a platicar— sugiero.

—Claro— exclama contenta.

Le ayudo a preparar la comida a cortar la verdura y lavar los trastes que ensuciamos por lo mientras nosotras platicamos de cosas divertidas de que hemos pasado, es divertido recordar que tu vida no solo ha sido un desastre que en momentos de lluvia hubo un pequeño arcoíris que te distraía de la tormenta.

Reía de cada anécdota que me contaba como aquella vez que por una razón se equivocó de casa—su casa — y que incluso las dueñas le dijeron que se podía quedar.

Ya nos encontramos en el jardín platicando y comiendo ya que mi padre no se encontraba en casa y tal vez tardaría.

— ¿pero aun no comprendo cómo es que te equivocaste? —me carajeo.

Si lose, llevaba preguntando lo mismo desde hace unas horas quizá, pero es que en realidad no lo comprendo.

—ya te dije, estaba la puerta abierta y...—no termina decir al ver detrás de mí. — ¡oh! Joven Wadsworth, no sabía que se encontraba en casa— se disculpa.

Giro mi rostro un poco sobre mis hombros y veo a Finn sin una emoción en su rostro—creo que este tío no quiere tener arrugas en un futuro— no puedo evitar reír por lo bajo por mi propio terrible chiste.

Claudia recoge su plato de comida— en un momento le sirvo su comida en el comedor...—pero de nuevo es interrumpida.

—oh no hay problema por mí, hacerle compañía— me mira a mí.

—claro, permiso— miro como se va

Se sienta en donde se encontraba Claudia hace unos momentos y me mira insignificantemente. Se recarga en el respaldo de la silla apoyando su brazo en ella y poniendo su tobillo sobre su rodilla—cruzando sus piernas de una forma "masculina"— y con aire de agradecer que estoy acompañándote que es lo mejor que te ha pasado en la vida y solo pasa una vez en la vida.

Puf. Engreído

Claudia regresa y de nuevo nos deja solos con un silencio bastante incomodo—o al menos para mí—.

Me mira — ¿Elba? — pregunta indiferente.

—Elizabeth— Lo corrijo.

—Elizabeth...—repite mi nombre en voz baja— ya te recuerdo, eres la niña caridad— dice pensativo.

Claro no recuerda mi nombre, que hace poco nos presentaron formalmente pero si recuerda mi apodo de hace años.

— La misma— sonrió no importándome a lo que me dice.

—que afortunadas eres.

— ¿gracias? — ¿debería tomar su comentario como alago u ofensa?

No Confies En NadieWhere stories live. Discover now